La Voz del Interior @lavozcomar: Hábitos de la política que deben cambiar

Hábitos de la política que deben cambiar

El escandaloso cierre de lista de Juntos por el Cambio, en Córdoba, demuestra que la política no está dispuesta a modificar algunos de sus hábitos menos saludables.

La minucia del episodio es conocida por toda la sociedad, ya que se repite en cada elección. Cambian, en el mejor de los casos, los actores principales. Ahora les tocó a los radicales y sus aliados; en su momento, lo padeció el peronismo, en todas o algunas de sus corrientes; y en más de una oportunidad fue la izquierda la que protagonizó el conflicto. Así, el grotesco de ver a dirigentes disputando de la peor manera una posición expectante en la lista se ha tornado un clásico.

El problema, habría que advertirlo, no es la lista sábana. Elegir un conjunto numeroso de legisladores por distrito único potencia el voto ciudadano. Nuestra Legislatura tiene 70 bancas y el voto de cada elector impacta sobre 45: los 44 del distrito provincial más el legislador del departamento que le corresponda. Mientras los 44 se distribuyen por sistema proporcional, la banca departamental se adjudica al que saca más votos, aunque porcentualmente fueran muy pocos.

El problema está en cómo los partidos o las coaliciones definen las candidaturas y el orden en que aparecerán en esa lista sábana. Aquí se pueden observar los graves síntomas de la crisis política argentina. Una crisis que no es novedosa, por cierto, ya que atraviesa las últimas décadas.

La política sigue sin encontrar solución a la crisis de representación que emergió con el “voto bronca” de las legislativas de 2001 y que, pocos meses después, se transformó en el elemento convocante de las grandes protestas ciudadanas que se caracterizaron por los “cacerolazos” y el “que se vayan todos”.

Desde entonces, resulta evidente cuán difícil resulta para los partidos sostener una visión de país, un programa y hasta una dirigencia, tanto a nivel nacional como provincial. Con escasa diferencia de tiempo, un partido puede pasar a decir lo contrario de lo que había dicho poco antes; o uno de sus líderes aliarse con el antiguo adversario; o bien conformar coaliciones contradictorias en diferentes distritos provinciales.

En ese contexto, todo discurso a favor de la unidad partidaria o de una coalición particular es pura ficción.

Por lo tanto, las candidaturas no se definen en función del valor de cada candidato para, por ejemplo, ocuparse de ciertas temáticas del programa fijado previamente, sino por la obediencia que pueden comprometer a los líderes que tienen la potestad coyuntural de organizar la lista, porque manejan la famosa lapicera.

No representan a la sociedad, entonces, sino a los sectores internos que se comprometen con un determinado liderazgo. He aquí, si se quiere, la gran deuda que la política tiene con la ciudadanía: no cuenta con mecanismos racionales y transparentes para seleccionar candidatos.

Adam Smith supo defender el egoísmo del carnicero: nos vende la mejor carne, dijo, no para nuestro provecho sino para asegurar su ganancia. Haría bien la política en imitarlo.

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