Gobernadores que no fueron: cómo fue la historia cordobesa, según los vencidos
“El fernet con Coca es una bebida que nos identifica a los cordobeses en el país y en distintas partes del mundo. La apuesta fue jugar con esa idea, para referirnos al tema de nuestro libro: candidatos a gobernadores que no resultaron elegidos. El fernet, elemento más sustancioso de la bebida, sería la gobernación, mientras que la Coca representaría las elecciones. Quedarse sin fernet es quedarse sin el elemento clave”, explica Desirée Osella, coordinadora, junto con Rebeca Camaño Semprini, del libro Coca sin fernet: Córdoba y los gobernadores que no fueron.
El proyecto destaca las biografías políticas de aquellos dirigentes cordobeses que, aunque fueron importantes para la historia de la provincia a partir del siglo 20, no alcanzaron el premio mayor: la gobernación.
Así, distintos autores se adentran en las trayectorias de Julián Amenábar Peralta, Juan Cafferata, Elpidio González, José Aguirre Cámara, Pedro J. Frías, Raúl Bercovich Rodríguez (interventor, pero no gobernador), Guillermo Johnson, Humberto Volando, Liliana Olivero, Oscar Aguad, Luis Juez y Mario Negri.
Antes de la presentación del libro, que será el martes 19 de marzo, a las 18, en el teatro Comedia, las coordinadoras e historiadoras Desirée Osella y Rebeca Camaño dialogaron con La Voz.
–¿Qué las llevó a pensar en un libro sobre este tema?
–Desirée Osella: Lo que nos motivó fue que conocemos o podemos acceder a la información de aquellos que fueron gobernadores; pero, en general, no es así sobre quienes aspiraron a serlo y no lo lograron. Incluso, en ocasiones nos olvidamos de sus candidaturas. Nos llamaba la atención que personas que habían dedicado toda su vida a la política y participado activamente de la historia de la provincia luego fueran ignoradas u homenajeadas con el nombre de alguna calle, pero sin que la mayoría supiera quién es aquel que le da nombre.
–¿Se podrían trazar algunos puntos en común en las historias de estos 12 personajes que no fueron gobernadores?
–DO: El elemento que los une es la derrota, pese a que algunos tienen posibilidades de presentarse y, quizás, ganar la gobernación en futuros comicios. En cuanto a la adscripción partidaria, tenemos candidatos del Partido Demócrata, del Partido Demócrata Cristiano, de la UCR, del PJ, de la izquierda y alianzas como Unión/Hacemos por Córdoba, Juntos por Córdoba o el Frepaso. Hay más gobernadores que no fueron radicales que justicialistas; pero esto es porque el candidato del PJ que más veces se presentó y perdió, José Manuel de la Sota, finalmente terminó siendo gobernador en tres oportunidades. En cuanto a otros puntos en común, pueden mencionarse varios: la militancia gremial que exhiben dos de ellos –Volando, en la Federación Agraria; y Olivero, en la Bancaria–; la militancia confesional –Cafferata y Frías (h)–, su paso fugaz por la política –Peralta, Johnson–, entre otros.
–¿Creen que se pueden rastrear pistas de la Córdoba que no fue, a modo de ucronía, detrás de las derrotas electorales de estos personajes?
–Rebeca Camaño: Si bien el título del libro juega un poco con una idea inexistente “los gobernadores que no fueron”, y esto es algo que no existe, porque sos gobernador o no lo sos, no intentamos hacer una ucronía. La ucronía es fantástica como género literario; pero nosotras lo que buscamos fue hacer historia de Córdoba utilizando a estas personas como excusa para acceder a ese pasado. Lo que sí destacamos es que la historia podría haber sido otra. ¿Mejor? ¿Peor? No lo sabemos; pero definitivamente no estábamos destinados a ella, sino que la fuimos construyendo entre todos. La apuesta por analizar a los “gobernadores que no fueron” posiblemente invite al lector a la pregunta que la historia no puede responder, por contrafáctica, de qué hubiera pasado si estas figuras ganaban la elección y accedían a la gobernación.
–Al revés: ¿hay alguna forma de caracterizar el tipo de liderazgo que imperó entre los ganadores?
–DO: Para responder con rigor empírico, deberíamos analizar a los vencedores y allí trazar posibles continuidades y puntos en común. Lo que es posible analizar, con una mirada a lo largo del siglo, es que los liderazgos fueron cambiando. En principio, con la mutación de aquellos que viven, siguiendo a Weber, “para” la política (notables), a quienes viven “de” la política (profesionales). Además, la política y los partidos fueron parcialmente democratizándose. El proceso de ampliación de la participación condujo a que para las elecciones fuera necesario convocar a personas susceptibles de atraer sufragios; porque si bien el clientelismo y la coerción no desaparecieron, fueron perdiendo eficacia relativa. Desde hace 30 años, las democracias también cambiaron, tornándose democracias de audiencia, con el enorme avance de los medios. Pensar, por ejemplo, características en común en los liderazgos de los vencedores resulta difícil. El carisma, tradicionalmente asociado a los liderazgos, ha estado ausente en varios gobernadores de la provincia, mientras que otros claramente ejercieron este tipo de liderazgo.
–Señalan en la introducción que “el espacio provincial es desde donde se construye poder” y mencionan la dinámica de esa construcción en los estados subnacionales. ¿Cómo fue esa dinámica en Córdoba en el período analizado?
–RC: Esa afirmación es uno de los supuestos de la historiografía en clave subnacional. Durante mucho tiempo, aquellas historias elaboradas sobre la base de hechos y sucesos de la Capital Federal podían arrogarse el título de historia nacional. No obstante, ello produjo una serie de generalizaciones de los procesos históricos sobre la base de lo ocurrido en Buenos Aires que no se ajustaban a las realidades de las provincias. De allí la necesidad de estudios empíricos. Las provincias antecedieron a “la nación” y fueron espacios controlados por distintas élites dirigentes, con características, prácticas políticas y tradiciones de gobierno propias. Esto no implica abonar la literatura que ve a Córdoba como una excepcionalidad, que en realidad no deja de ser un caballito de batalla de ciertos discursos políticos presentes en los dos últimos siglos, sino indagar en la construcción de poder que las dirigencias cordobesas fueron capaces de construir en diferentes coyunturas.
–Dicen que “las dinámicas provinciales resultan claves para analizar el funcionamiento de la democracia” y que “la democratización se ve también afectada por autoritarismos subnacionales”. ¿Cómo influyó Córdoba en ese sentido, en el contexto nacional?
–DO: Esta pregunta se relaciona con la anterior y tiene que ver con las generalizaciones que se hacen, muchas veces vinculadas a analizar la arena nacional. Los estudios subnacionales evidencian que mientras que podemos tener un gobierno nacional “democrático”, es posible que este coexista con autoritarismos subnacionales, donde la competencia y la transparencia no haya sido la norma con la que se llevaron a cabo los comicios. En Argentina, además de las arenas de competencia nacional (presidencia, Cámara de Senadores, Cámara de Diputados), nos encontramos con 24 sistemas de partidos provinciales. Además, la legislación obliga a los partidos a registrarse en las provincias para competir a nivel nacional. Las provincias son el centro de decisión de las carreras de los líderes políticos, pilares de la política nacional. Las principales continuidades en la estructura de la competencia nacional están enraizadas en la política provincial, donde la concentración de poder en los gobernadores generaliza la reelección consecutiva y facilita el control provincial de las carreras políticas. La provincia de Córdoba ha proporcionado, y continúa proporcionando, numerosos cuadros dirigentes a nivel nacional.
–Una sola candidata de los 12 es mujer. ¿Refleja su historia personal los obstáculos de género más arraigados de esa Córdoba patriarcal?
–RC: El autor se abocó al estudio de Liliana Olivero, la única candidata a la gobernación de Córdoba presente en el libro. El foco está puesto principalmente en el proyecto político que elevó la izquierda y los diversos resultados que alcanzó. La trayectoria de esta figura es interesante porque Olivero disputó este cargo en seis oportunidades entre 1998 y 2023. Ello le permitió al autor hacer un análisis del desempeño electoral a largo plazo. No obstante, la pregunta es interesante porque, a primera vista, lo que más llama la atención es que ninguno de los dos partidos mayoritarios de la provincia (la UCR y el PJ, si bien se presentan en alianzas) no propusieron nunca una candidata para la gobernación. Si bien la política se ha democratizado y la normativa ha permitido y promovido el acceso de las mujeres a la política, los partidos son uno de los principales “filtros” que limitan sus candidaturas. Incluso, cuando se designan mujeres para algunos cargos (legisladoras, concejalas), en ocasiones no es por las capacidades o la militancia, sino porque quienes toman las decisiones en el partido (hombres) las ubican allí.
–DO: Existe una enorme desproporción entre las actividades militantes que las mujeres realizan y los cargos que ocupan. Córdoba fue pionera en el país, adelantándose a la nación con la ley de paridad de género. No obstante, con el paso de la bicameral a la unicameral, debido a la composición por departamentos, esta paridad es inexistente. De los 70 legisladores provinciales, sólo 25 son mujeres. Además, si consideramos la última elección para gobernador (2023), comprobamos que se presentaron ocho hombres y sólo tres mujeres. Esto remite nuevamente a la falta de democratización en los partidos políticos, que son los habilitados para presentar candidaturas.
–¿Qué elementos le parece que deja el libro para reflexionar sobre el actual panorama político de Córdoba?
–RC: El principal aporte para pensar la política de Córdoba y la de Argentina es en sí la utilidad misma de la historia. La historia no es una compilación de hechos, una mera cronología, sino la explicación de los hechos y los procesos que tuvieron lugar, sus causas, las consecuencias. Pero, sobre todo, es una apuesta para pensar que no debemos aceptar “la realidad” como algo dado, como algo “natural”, como una “fatalidad” que nos viene dada, sino como el resultado de un proceso en el que todos, desde el lugar que ocupamos –y con distinto grado de responsabilidades en nuestra condición de representantes o representados–, contribuimos a forjar.
–¿Por qué deberíamos leer este libro?
–DO: Porque en tiempos de descrédito generalizado hacia la política y las instituciones, de fuertes cuestionamientos a los dirigentes políticos, permite acercarnos de un modo individualizado a determinadas figuras, humanizarlas, saber qué los llevó a actuar en política, qué proponían y, en determinados casos, cuáles fueron sus frustraciones, qué obstáculos atravesaron. Tradicionalmente, se dice que a la historia la escriben los vencedores. Pero ponemos el foco en aquellos que fueron vencidos. A través de sus páginas se puede comprobar cómo fueron cambiando los liderazgos, los partidos políticos, sus propuestas y repertorios, las elecciones, etcétera.
–RC: Pero, sobre todo, creemos que debería leerse el libro porque quienes estén interesados en la política, ya sea como ciudadanos, desde el análisis, desde el periodismo o desde el ejercicio de un cargo, pueden descubrir que la política no es necesariamente lo que actualmente es, que ha sido diferente a lo largo de los más de 100 años analizados en el libro y que, por ende, puede ser diferente en un futuro.
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