Gabriela Borrelli Azara: Lo que dejó fuera del canon a las mujeres fue la intersección de clase y género
Bajo el lema “Si una lee, leemos todas” –al que habría que agregarle “Si una escribe, escribimos todas”– la poeta, escritora y periodista Gabriela Borrelli Azara editó junto a Futurock la segunda parte de Lecturas feministas y, aunque el tema (y el título) tienen continuidad, asegura que el nuevo recorrido no es necesariamente el “tomo dos” del anterior.
El primer libro fue, además, el puntapié inicial del proyecto editorial que lanzó el multimedio cooperativo Futurock, y tuvo tanto éxito que a partir de esas Lecturas feministas se editaron otros textos que no necesariamente tenían que ver con la temática, aunque estaban atravesados por esa mirada.
“Futurock nace con una fuerte impronta feminista, no con intención, sino porque los que formábamos parte de la radio éramos varones y mujeres de nuestra época, militantes de nuestra época y por supuesto que nuestras inquietudes estaban atravesadas por eso”, comienza diciendo Borrelli Azara.
El primer tomo de su libro contaba con una antología de varias autoras clave para los pensamientos feministas, en orden cronológico. Era una especie de iniciación a los feminismos a través de la literatura y la escritura. Esta segunda parte es algo más anárquica.
“Un listado de lecturas o una antología es algo siempre inacabado. Ninguna antología es total. No era la intención del primer libro cubrir nada en su totalidad. La idea era armar un recorrido literario”, explica Borrelli Azara sobre el libro editado en 2018. Y completa: “En el segundo podía seguir ese camino cronológico del anterior pero empezó a aparecer en mí la idea de armar otro circuito no tan lineal desde lo histórico. Y lo imaginé como constelaciones”.
Y resume: “En el uno quise plantear un recorrido con esos textos que me habían convertido en feminista o que yo después de leerlos miré el mundo de otra manera, y en este fue como hacer un recorrido de lector …de esas mesitas de luz llenas de libros”.
Unir autoras
En este nuevo recorrido, la costura que une los mantos de las distintas autoras, sus obras y sus pensamientos es a priori aleatoria, sin embargo esas relaciones comienzan a cobrar sentido cuando la lectura fluye. Esto podría valorarse no sólo como una decisión estética, sino política, para alejarse de los cánones patriarcales que enseñaron a los lectores a vincularse con autores a través de corrientes literarias, años de creación, o alguna otra forma de legitimación académica.
Consultada sobre eso, ella dice: “Me sentí muy cómoda en esta dinámica porque creo que me permite tejer redes. La veo muy similar a la militancia como cuando una compañera te cuenta una cosa y vos buscás ese texto que a su vez te lleva a otro y vas como uniendo puntos que por ahí no venían dados”. Y agrega que “esas costuras aparecen en el momento de la lectura” y no necesariamente antes.
Para ejemplificar, habla del cuarto capítulo titulado “Los hilos rojos”, que une historias de mujeres dentro de la militancia de izquierda y se da cuenta de que aún en el sector del progresismo los varones subestimaron a las autoras, y muchas de sus ideas y reclamos (por no decir todos) siguen aún vigentes.
“En ese capítulo yo tenía ganas de trabajar a Rosa Wernicke y Fina Warschaver y resulta que leyendo a Fina me encontré con la editorial Claridad y me apareció Angelita Mendoza. Fue así como Angelita se transformó en protagonista… apareció Mendoza y recuerdo que estaba atrasada con la escritura y mi editora me preguntó qué pasaba y le dije que justo me había puesto a leer a otra autora para sumarla”, cuenta.
Y profundiza: “Yo creo que uno lee anárquicamente. La facultad ordena, pero creo que ese ordenamiento que se da es bien diferente al modelo saltimbanqui en el uno lee. Si vemos cualquier biblioteca o mesa de luz actual se puede ver que alguien está leyendo a William Shakespeare, a Pablo Neruda o al último libro de un amigo”.
Afuera
El interés de editoriales y de nuevos lectores por autoras que habían quedado históricamente excluidas de los circuitos oficiales comenzó a revertir siglos de desigualdad en la última década y Borrelli Azara es clara en advertir qué fue lo que pasó.
“Lo que nos dejó fuera del canon a las mujeres fue la intersección de clase y género”, dice. Y agrega: “Y también de raza”. “Las escritoras que yo tomo en el capítulo cuatro son escritoras con mucha potencia de vanguardia, incluso en movimientos socialistas o de justicia social. Sin embargo quedaron un poco relegadas por su condición de mujer”.
Algunos de los nombres que rescata el libro son: Gaspara Stampa, Eduarda Mansilla, Antonio de Erauso o la monja Alferéz (historia interesante sobre cómo fue ser no binario en el siglo XVI), Armonía Somers o Aurora Venturini.
“A mí me gusta mucho la idea de contaminación y pensar que la literatura se mueve como un virus, se contagia. Los libros viven en quien los lee, en quien los comenta, en quien los habita, en quien los charla. La literatura contamina una lengua de manera invisible”, dice entusiasmada.
Asegura, además, que la tarea de reivindicación y de compilación de autoras mujeres no comenzó con su proyecto sino con otras como María Teresa Andruetto, Carolina Rossi y Juana Luján, que con su colección “Narradoras argentinas” hicieron un trabajo de hormiga. “En ese momento ellas estaban muy solas haciendo eso y después nos sumamos varias. Yo me instalo en esa línea, lo mío es una continuidad de mi labor en radio, de mi militancia y de mis intereses que son la literatura y el feminismo”.
Sobre el final vale preguntarle por su vínculo con la escritura de poesía: “Tengo una relación constante como lectora de poesía y alguna que otra vez aparece el poema y su aparición es aleatoria pero siempre maravillosa. Tengo un libro de poemas que tal vez salga en los próximos meses. Lo escribí hace como siete años y es de amor”.
- Lecturas feministas II. Futurock Ediciones. 168 páginas. $ 1225.
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