Fuego: prevenir desastres anunciados
Los estudios y las estadísticas sobre las posibles causas de los incendios forestales en la provincia de Córdoba son abundantes y de probada seriedad. Sin embargo, las llamas que arrasan con bienes materiales y miles de hectáreas se encienden casi con rigurosa puntualidad en esta época del año.
Se buscan explicaciones en la ausencia de lluvias necesarias para humedecer los suelos; en los fuertes vientos que avivan y expanden el fuego en cuestión de minutos; en los pastizales secos por las heladas de invierno; en las módicas medidas de prevención y, como no podía faltar en ese menú de factores, en la intencionalidad en manos de gente inescrupulosa y desinteresada por el bien ajeno.
Lo cierto es que, como hace décadas, apenas despuntó agosto, algunos paisajes serranos volvieron a quedar reducidos a humo y cenizas.
Por estos días, las imágenes muestran los efectos devastadores de las llamas sobre propiedades privadas, entre las que se cuentan unas 50 cabañas ubicadas en los valles de Calamuchita y de Paravachasca. A ello hay que sumar los daños constatados sobre unas 30 casas cuyos moradores fueron evacuados ante el peligro inminente.
En un resumen preliminar, se podría coincidir en que los incendios forestales en Córdoba detonaron como todos los años y con similares explicaciones respecto de los orígenes. Si bien se trata de argumentos irrefutables (nadie podría negar que la sequía es un factor decisivo, como lo es la denominada “mano del hombre”), no sería desacertado indagar más a fondo sobre estos episodios incendiarios que se presentan cada vez con mayor asiduidad y con inusual virulencia.
Por caso, desde la Organización de las Naciones Unidas, un grupo de investigadores vinculó los incendios forestales que afectan a cuantiosas regiones de los Estados Unidos al cambio climático como consecuencia del calentamiento global.
La emanación de gases de efecto invernadero, entre otras contingencias, están degradando el planeta a un ritmo irrefrenable, alertan. Y no sólo apuntan contra la mano de algún solitario flamígero descarriado, sino que ponen en grado de responsabilidades al conjunto de la humanidad.
Son informes que alertan sobre las consecuencias dramáticas que enfrentaremos más temprano que tarde si no se toma conciencia de los perjuicios que se ciernen sobre los ecosistemas en el mundo.
De hecho, esos consejos y señales de alarma bien pueden trasladarse a lo que sucede en la provincia de Córdoba. De otra forma, seguiremos contando las miles de hectáreas quemadas hasta que alguna vez tomemos nota de que ya nada queda en pie.
Desde otro costado, el Estado y sus áreas de control forestal tienen su cuota de responsabilidad en materia de control y de prevención. Y la Justicia tendrá que caer con todo el peso de la ley sobre los infractores. También sobre las compañías de electricidad que desatienden el mantenimiento de la red rural, donde la caída de un cable puede ser fatal.
En síntesis, gestionar en atención a que el fuego no termine con lo que queda del paisaje serrano.
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