Fuego: la hora de asistir a los damnificados
Las huellas trágicas que van dejando los incendios de campos y de montes en el norte de la provincia de Córdoba nos vuelven a interpelar acerca de si estos fenómenos son previsibles y evitables. Y, más aún, si las herramientas para el combate son suficientes.
Queda fuera de toda discusión la tarea encomiable de los bomberos, conscientes de que ponen en juego sus vidas para intentar sofocar el desastre.
No se puede dimensionar de la misma manera la arriesgada intervención de pobladores que intentan frenar la devastación con los elementos que tienen a mano. Es una acción temeraria y a todas luces desaconsejable. Pero surge otro interrogante: ¿cómo controlar esa suerte de reacción espontánea cuando las llamas amenazan con reducir a cenizas la vivienda que habitan o consumir en minutos elementos de trabajo?
Ya no se trata sólo de enumerar las hectáreas quemadas. Esta vez, los incendios en el norte cordobés se cobraron las vidas de tres jóvenes que, en distintas circunstancias, quedaron atrapados y sin vías de escape por la propagación de las llamas.
Si la virulenta descarga eléctrica de un rayo fue el detonante del siniestro, habrá que admitir las dificultades de cálculo en materia de prevención.
Pero si la irresponsabilidad humana es una de las causantes de estos episodios (que encuentran el componente combustible en los pastizales secos por los escasos registros de lluvia y por los vientos en modo de ráfagas), la situación toma un cariz decididamente delictivo y, como tal, compete a la Justicia investigar y sancionar a los autores.
Si una persona se pone a quemar pastos o a “limpiar” de la misma manera el terreno para la siembra con destino de alimento ganadero, por mencionar las infracciones más frecuentes y probadas en sede judicial, debe tener presente que su proceder desaprensivo y desinteresado por el bien común puede agitar incendios a gran escala.
Las imágenes de humo y de llamas, que por estos días mostraron la angustia y la impotencia de los habitantes de localidades del castigado norte provincial, se complementaron con los testimonios de productores de diversas actividades que perdieron casi todo. Decenas de animales fueron presas de los frentes de fuego, y los esfuerzos de sus propietarios para salvarlos no alcanzaron.
Es factible que al ciudadano común no le quede suficientemente claro si, como señalan los expertos en temas de incendios forestales y sobre el comportamiento del clima, estos eventos se pueden prevenir en virtud de estudios de avanzada.
Lo que no entra en discusión alguna es la responsabilidad del Estado en el auxilio a los damnificados. No sólo por parte del Gobierno de Córdoba, sino también de la administración nacional, muchas veces ausente sin aviso frente a contingencias de distinta índole que castigan a los cordobeses.
Con la invalorable solidaridad comunitaria no alcanza; debe tener el soporte impostergable del Estado, sobre todo para las familias de escasos recursos a las que el fuego dejó a la intemperie.
Seguirá la controversia acerca de las prevenciones ausentes sobre los incendios. Lo que no puede dilatarse es la asistencia a los damnificados.
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