Fiestas de fin de año: entre el mandato familiar y la necesidad de pasarla bien
Los finales de cada año traen consigo una amalgama de emociones que van más allá de las festividades. En estas fechas, el imperativo social de juntarse y disfrutar, haciendo de cuenta que no hay conflictos, muchas veces se contrapone con realidades individuales que chocan con el ideal de felicidad impuesto.
Pero también se activa un espacio desde el deseo con quienes realmente nos sentimos a gusto, lo que puede se positivo para muchas personas en medio de un contexto de crisis económica y social en el que, según los especialistas, se percibe más angustia y ansiedad.
¿Qué sucede ante ese escenario? ¿Qué recomendaciones se pueden tomar a la hora de decidir cómo y con quién pasar las fiestas?
Los psicólogos Mariana Marengo y Jorge Isaac Jalile, con décadas de experiencia clínica, reflexionan sobre este complejo escenario.
Los mandatos que rodean las fiestas
Marengo habla de los imperativos sociales que rodean las fiestas de Navidad y Año Nuevo: “Hay un mandato social establecido que para las fiestas hay que juntarse, pasarla bien, gastar en comida, gastar en ropa nueva, gastar en regalos. Todo se resume al consumo asociado a las fiestas que si vamos al caso originario de las fiestas, especialmente Navidad, no tiene que ver con su real origen ligado a la religión. Y en medio de una crisis, estos consumos a los que se pretende llegar resultan en una crisis más a las preexistentes”.
En su consultorio y en los centros de salud en los que la psicóloga se desempeña, escucha frases como estas cada fin de año: “En mi casa solo somos tres”; “no tengo un mango pero voy a pagar con las tarjetas porque algo tengo que poner en el arbolito”; “la fiesta se hace en mi casa y no veo las horas de que pase porque me estresa pensar que tengo que limpiar antes y después y nadie ayuda”.
La especialista también señala que en estos encuentros en los que se suele ver a gente que no vemos a menudo, se hacen preguntas a veces incómodas. Por ejemplo: “¿Cómo te fue este año?”; “¿Cambiaste el auto?”; “¿Estás más gordita?”. Comentarios que agravan las condiciones materiales de existencia y que enfrentan a muchos a situaciones difíciles que agudizan el malestar de fin de año.
Otro mandato que atraviesa estas reuniones es el de la “familia ideal, la familia unida”, cuando hoy tenemos familias monoparentales, ensambladas que no responden al ideal de la familia nuclear. Además, el hecho de cruzarse con gente con la que hay conflictos o diferencias de alguna índole, puede generar también preocupación y angustia.
También en estas fechas se evidencias más las ausencias: ya sea por la muerte de un ser querido, una separación o porque tenemos a alguien viviendo lejos. En ese sentido, Marengo advierte que hay que enfrentarse a eso y darle lugar a esa emoción para poder tramitarla, transitarla y no reprimirla, ya que luego puede manifestarse de otras formas insatisfactorias.
En síntesis, todas las crisis subjetivas de cada persona se ven intensificadas en las fiestas de fin de año.
En ese sentido, la especialista recuerda que todas estas situaciones impactan aún más en quienes ya atraviesan padecimientos emocionales previos. Con 20 años de práctica en instituciones psiquiátricas, la psicóloga advierte cómo en diciembre colapsan las internaciones en salud mental.
“Las fiestas se terminan convirtiendo en un escenario intensificado de conflictos, carencias y pérdidas previas. Por ende, si alguien ya venía atravesando una depresión, en esta época se profundiza y eso no es casual, ni se debe al calor; tiene que ver con la significación y el sentido que para muchos adquieren las fiestas a nivel social y personal”, afirma.
“Las fiestas son un día más, nada cambia después de eso y no debemos idealizar ese momento porque sino nos frustramos, ya que nunca llegamos a la cumplir las expectativas. Tenemos que tomarlas como un momento de encuentro y desde el deseo, no desde el mandato. Con lo que se puede y con quien se puede y se quiere”, recomienda Marengo.
Un respiro en medio de la angustia
Por su parte, el psicólogo Jalile entiende que en un contexto social y económico de crisis, donde impera la incertidumbre y se perciben cada vez más pedidos de consulta en el área de Salud Mental, un encuentro genuino como el de las fiestas en el que “se refuerzan lazos sociales y solidarios” pueden instalar “la posibilidad del disfrute”.
“Existe aún cierta ilusión de tener un lindo momento, de comer algo rico, de vestirnos bien un día. Hay una gran necesidad de pasarla un poco mejor”, dice Jalile.
Al igual que Marengo, el especialista advierte que hay muchos padres que antes hacían un esfuerzo por comprar regalos y que ahora se les complica, por lo que es importante tener en cuenta que hoy se celebran las fiestas “con lo que podemos y tenemos”.
“El foco tiene que ser fortalecer lazos con las infancias, los hijos, incluir a los adolescentes, velar para que las fiestas sean un espacio común de encuentro”, indica.
Genuinas y desde el deseo
Ambos expertos coinciden en la importancia de desmitificar los mandatos sociales, permitiendo opciones más auténticas y menos forzadas. “La salud mental debe ser prioridad en estas épocas”, enfatiza Jalile, proponiendo fortalecer los lazos familiares y mantener espacios terapéuticos.
Para muchas personas comienza a ser una opción pasar las fiestas con amigos incluso, como una forma de elección genuina de ese encuentro, que no debería ser forzado.
En síntesis, las fiestas, lejos de ser sólo momentos de celebración, se convierten en un momento que movilizan nuestras realidades más íntimas. Reconocer y gestionar estas emociones se vuelve crucial para transitar estas fechas con mayor salud emocional y autenticidad.
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