Ficha limpia: oportunidad perdida
En los momentos más duros de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill acuñó una de sus tantas frases célebres: “Siempre demasiado pocos, siempre demasiado tarde”. La frase bien podría explicar esa sensación de hastío y agobio que invade a no pocos argentinos, aquellos que aún intentan poner fin a una era de corrupción que todo lo ha penetrado, incluso a quienes se desentienden del problema o lo ubican en un segundo plano de prioridades.
Esa sensación reiterada volvió a emerger esta semana, cuando la Cámara de Diputados de la Nación no pudo lograr el cuórum que habilitara el tratamiento del proyecto de ley de ficha limpia. Una iniciativa que a lo largo de los últimos 15 años es periódicamente mencionada y luego olvidada.
Se trata de un proyecto si se quiere simple, que no amerita demasiada discusión, dado que sólo dice en esencia que los ciudadanos condenados no podrán presentarse a competir por cargos electivos en la República Argentina.
Cabe preguntarse los motivos por los que algunos legisladores llegaron tarde o debatir sobre el apresurado levantamiento de la sesión, dudas estas que alcanzan ya no a la oposición sino al oficialismo y a sus aliados, quienes tenían la obligación de resolver el tema y no lo hicieron. Esto da derecho a suponer o a conjeturar que no pocos de ellos habrían participado de algún acuerdo no revelado, que otra vez deja a la sociedad con la sensación de que no pueden resolver este ni otros problemas los mismos que los han creado. Casi como si de un caso de defensa propia se tratara.
Nuestros representantes deberían comprender que ninguna explicación alcanza para disimular que en este grotesco nacional quedan todos asociados, tanto quienes lo instrumentaron como quienes no han sabido desmarcarse con el rigor que la cuestión imponía. De tal modo, se propinó a todos y cada uno otro duro golpe en materia de expectativas y credibilidad, quizá en la convicción de que al fin y al cabo otros desaguisados sepultarán a este en un piadoso olvido, tal como si el país todo fuera un gigantesco cementerio de ilusiones perdidas.
Debe repararse en que la aprobación de un proyecto de ficha limpia que ayude a impedir que la política sea el refugio de no pocos malvivientes podría ser un paso en la dirección correcta, la señal de que no estamos anclados en el pasado y condenados a repetirlo. Por ese motivo, esta habrá de ser una nueva oportunidad perdida y una derrota más en la batalla contra el escepticismo.
Y en un gesto de esa honestidad intelectual que entre nosotros no abunda, alguien debería convencernos de que no estamos asistiendo otra vez a uno de esos lamentables pactos fáusticos que se hacen en la convicción de que al grueso de la sociedad argentina estas cuestiones le importan poco.
Peor aún, sería definitivamente triste constatar que quienes eso sostienen no están del todo equivocados. Tal como se dijo al principio: demasiado pocos y demasiado tarde.
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