¿Existe la literatura de Córdoba?
En una vieja máquina de escribir, apoyada junto a cenicero repleto de colillas que le otorga a la escena una mínima atmósfera bukowskiana, Guillermo Bawden tipea la pregunta que será el lazarillo de los recorridos de Las fuerzas magnéticas: “¿Existe la literatura de Córdoba?”.
En ocho episodios disponibles en YouTube, el ciclo documental producido por GenTV y conducido por el autor del reciente poemario Historia de Roma sigue con pulso obsesivo el objeto que el interrogante intenta construir. Ahora bien, ¿se trata de una entelequia, una realidad, un deseo, un recorte caprichoso?
Muchas de las voces convocadas, desde María Teresa Andruetto a Carlos Schilling, pasando por Silvio Mattoni, Martín Cristal, Flor López, Leandro Calle, Flavio Lo Presti, Fernanda Pérez, Cuqui y Mariela Laudecina (el ciclo está dedicado a la autora fallecida en mayo), complejizan la pregunta troncal y van rizando el rizo para dibujar un mapa complejo. Coinciden en que existe algo que se podría llamar “literatura de Córdoba”, pero la mayoría de los testimonios redefinen qué es lo que cabría entender si se juntan el sustantivo con el gentilicio.
Andruetto percibe una especie de complejo vergonzoso, por parte de los autores, a la hora de decir que hacen literatura cordobesa, quizás porque temen que se les achaque el mote de provincianos.
“En mi caso, mucho de lo que he escrito, aunque no se nombre Córdoba, siempre está como un referente interno”, afirma la autora de Lengua madre y Extraño oficio.
Martín Cristal, premiado en el extranjero con títulos como La música interior de los leones, señala: “Indudablemente, en el plano de la producción, existe una literatura cordobesa. Incluso ha aumentado mucho en los últimos 20 años. Sobre todo con la aparición de las editoriales independientes, hay como un auge, potenciado con la difusión que otorgan los medios electrónicos”. Y precisa: “Rasgos fuertes, estéticos o temáticos que la identifiquen, como existe un gótico del sur de Estados Unidos o el policial escandinavo, es complicado de señalar”.
Las fuerzas magnéticas, cuyo título le hace un guiño a la colección de cuentos Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lugones, suma no sólo testimonios de escritoras y escritores sino también de otros actores del campo literario como Alejo Carbonell, editor de Caballo Negro; Chacho Marzetti, conductor del programa de radio El náufrago de las estrellas; el librero Rubén Goldberg; Flor López, del taller y editorial El Brote; y Emanuel Rosso, director de la revista digital Gualicho, que publica literatura de terror.
Algunos de los temas en los que la pregunta-disparador se rompe para ofrecer un panorama abigarrado y tentativo es la situación periférica de Córdoba (“ciudad segundona”, la define Cristal) en relación a Buenos Aires, la irrupción del tándem de autoras de novelas históricas muy exitosas como Cristina Bajo o Florencia Bonelli, la incidencia de la universidad y de los talleres, la consolidación de un género como el policial con festival propio (“Córdoba Mata”, organizado por Fernando López, quien también da su testimonio), el rol pionero de la editorial Alcion, el boom de la novela Las malas de Camila Sosa Villada o la constatación de la existencia de un filón de narrativas asentadas en la pampa gringa.
Sobre la narrativa de pueblo y campo, Andruetto señala una posible línea que iría desde Puertas adentro, de Lilia Lardone, a Los llanos, la reciente novela de Federico Falco, otro autor cordobés cuya literatura se está proyectando al plano internacional.
Dos nombres que rebotan con frecuencia son Jorge Baron Biza, autor de El desierto y su semilla, y Carlos Busqued con Bajo este sol tremendo. Son las novelas más importantes de los últimos años, aunque Carbonell señala: una fue escrita por un chaqueño, la otra por un autor nacido en Buenos Aires.
El tejido de voces convocadas define, en última instancia, una escena, que se nutre de varios componentes: las obras escritas, los autores, los encuentros en ferias y en eventos de lectura. Un punto destacado por todos es el desarrollo, más que nada a partir de 2001, de un conjunto vibrante de editoriales independientes de pequeña y mediana escala que dinamizan el campo literario.
Esas son las fuerzas magnéticas que impulsan una literatura repleta de matices, que sedimenta sobre lo que se hizo en el pasado y que se mantiene viva, aunque no sea sencillo identificar sus rasgos.
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