Etiquetado: una ley necesaria para todos
El Gobierno nacional reglamentó finalmente la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, también conocida como ley de etiquetado frontal, cuyo objetivo es alentar un cambio de hábitos alimentarios.
Con el etiquetado frontal, el consumidor tendrá información clara, precisa y no engañosa sobre el contenido del producto que está por adquirir. Los que contengan al menos un sello no podrán ser comercializados en instituciones educativas y tampoco ser incluidos en las compras de organismos nacionales.
Los sellos frontales advertirán al consumidor sobre los excesos de nutrientes críticos (azúcares, grasas totales, grasas saturadas y sodio) y la presencia de edulcorantes o cafeína. Estos componentes resultan críticos, porque se ha comprobado que son perjudiciales para la salud ya que pueden causar enfermedades no transmisibles. Los valores máximos admitidos para cada uno de ellos fueron fijados de acuerdo con los estándares internacionales propuestos por las organizaciones Panamericana y Mundial de la Salud.
Además, el consumidor encontrará un sello que le informe las calorías que aporta el producto. En ese caso, el sello “exceso en calorías” estará asociado al aporte de azúcares agregados y grasas, tanto totales como saturadas.
Como la implementación de la ley se hará en etapas y los plazos para adaptar los envases e incluir los sellos que correspondan en cada caso varían según el tamaño de las empresas, para la completa vigencia de la norma restan unos 24 meses.
En aquellos países donde una ley semejante rige desde hace varios años, se ha observado que en muy poco tiempo una alta proporción de la población modifica sus hábitos alimentarios. Para que esto sea más efectivo, se debe fiscalizar que los productos con sellos críticos no puedan ser comercializados en las escuelas, desde el nivel inicial hasta el secundario. Así, los niños son los primeros en modificar sus consumos, incorporan los datos con mayor claridad y rapidez, y los reproducen en sus hogares, donde operan como guías para los adultos.
Otro patrón registrado en la experiencia internacional es que las industrias aprenden rápidamente a adecuarse a la norma, a pesar de los resquemores iniciales, y procuran modificar aquellos productos que merecieron sellos, para ofrecer al público versiones más saludables.
De modo que la ecuación final es beneficiosa: nadie pierde y todos ganan. En nuestro caso, sería deseable que todos los actores tuviesen muy presente este concepto. La ley de etiquetado de alimentos llega con años de retraso, por todas las resistencias que debió sortear. A unos les parecía demasiado laxa; a otros, demasiado exigente.
Fue muy complejo arribar a un punto intermedio que dejara medianamente conformes a distintos sectores de la sociedad civil y que, al mismo tiempo, reuniera en el Congreso la mínima cantidad de votos para ser aprobada y, luego, ser reglamentada por el Poder Ejecutivo.
Por supuesto, toda ley es perfectible. De ser necesario, se la podrá reformar en un futuro. Pero su esquema básico va en el sentido correcto.
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