La Voz del Interior @lavozcomar: Escritores sobre las tablas: entre la demanda de sus fans y el espíritu divulgador

Escritores sobre las tablas: entre la demanda de sus fans y el espíritu divulgador

“El maestro Jorge Luis Borges nos ha hecho el honor de venir desde Argentina para estar un largo rato con nosotros conversando. No nos ha puesto a condición alguna, nos ha pedido que le acosemos, que le espoleemos. Estamos dispuestos a acosarle cariñosamente”, arranca diciendo en una entrevista el periodista español Joaquín Soler Serrano. Borges responde: “Soy muy tímido…” y antes de que termine la frase, Serrano remata: “Estoy absolutamente seguro de que todo lo que usted diga, maestro, va a ser de gran interés para nuestra audiencia”.

Esa es una de las entrevistas más recordadas al gran escritor argentino del siglo 20. Uno de los pocos registros en los que el gran público pudo ver al Borges más humano, al que titubeaba al responder aun cuando dijese frases brillantes.

Se trata del programa español A fondo, que a fines de la década de 1970 y durante la de 1980, entrevistó a distintos representantes hispanoamericanos de la literatura y otras artes. La propuesta, producida por la Televisión Española (TVE), constituye un documento excepcional de importante valor histórico que muchos años después fue replicado en Argentina en Canal Encuentro.

Al igual que la histórica entrevista a Borges, Serrano dio clases de periodismo cultural con otros autores como Julio Cortázar y Ernesto Sabato. Gracias a esas imágenes en blanco y negro hoy podemos tener una noción de la cadencia de voz de esos escritores, de su forma de pensar, de responder sobre algunas cuestiones más triviales, y de la forma en la que vivían el reconocimiento público.

Es que 40 años atrás la figura del escritor era la de una persona distante, alejada de los medios, a la que sólo se accedían unos pocos para entrevistas de largo aliento. Y muchas de esas entrevistas eran escritas.

Los autores hablaban más que nada a través de su literatura. Los discursos para agradecer premios o al participar en charlas eran otra de las pocas formas de conocer qué pensaban aquellos artistas que emocionaban con sus historias. Pero pese a eso, había una distancia sideral entre ellos y su público.

Nuevas formas de ser escritor

Ha pasado mucha agua debajo del puente desde aquel boom de la literatura latinoamericana hasta hoy y cualquier paralelismo sería inútil, pero recordar la figura de aquellos escritores nos permite repensar el papel que han tomado los autores hoy y cómo se han ido acercando cada vez más a los lectores al margen de su obra.

Hernán Casciari, el mismo que semanas atrás dijo que no creía en la literatura, fue uno de los que más ruido hizo al hablar del rol del lector hoy y, por ende, del escritor.

“Para empezar, yo no creo en la literatura y, mucho menos, que se lea. La literatura era cosa de una época en donde no teníamos pestañitas que minimizar ni 14 dispositivos. La literatura era para un señor que venía a las 19 y tenía el tiempo suficiente para sentarse en un sofá con un libro de 550 páginas, cuyas primeras 25 eran una descripción facial del personaje. ¿Quién tiene tiempo? y ¿por qué?, además. Era buenísimo cuando no había otra cosa, pero ya está”, soltó días atrás en entrevista con el programa Tres estrellas.

Lo que dijo Casciari tiene lógica dentro de su universo (la plataforma Orsai), ya que él fue uno de los primeros en no tener prurito en llevar sus propios textos al teatro mediante lecturas y otros artefactos escénicos.

Consultado por La Voz sobre si pensó en algún momento que su incursión en shows de lectura podía influir en su prestigio, el cronista responde: “Para mí fue todo muy orgánico. Nunca nada fue estratégico ni me puse a pensar en eso en el momento en que iba haciendo las cosas. Es como hacer caso a lo que te gusta. Si te gusta, ¿qué importa? Tampoco tengo muchos deseos de que alguien me vea como un escritor. Despunto el vicio en la parte más literaria. Si dirijo una revista de literatura y crónica, entonces les doy opción a grandes narradores a que hagan lo suyo. Yo no me siento un gran narrador. A mí me gusta lo que me gusta”.

Y cierra: “Soy bastante sibarita, puedo jugar en otra liga, dirigiendo, editando, o sacando libros de los autores y autoras que me gustan. Pero después, como autor, mi búsqueda es que la gente que me lee se divierta. No estoy buscando el aplauso del escritor, del otro escritor, eso no me interesa tanto”.

Así como Casciari, otros escritores han llegado a Córdoba en el último tiempo para presentar espectáculos en los que la lectura y la crónica han sido protagonistas de la escena.

El caso más relevante es el que la escritora Mariana Enriquez, quien supo decir a La Voz que el rol del escritor ha ido cambiando en el último tiempo y muchos de ellos perdieron el miedo al escenario.

“Los escritores en general han tenido que presentarse en otros países, con otros idiomas… muchos hacen gira, lecturas, mesas… Hay escritores que no lo hacen porque no les gusta o porque no tienen esa personalidad, y está bien, pero yo lo hago porque a mí no me molesta, además me gusta viajar”, remataba Enriquez sobre estas nuevas formas de acercarse al público, y decía con humor e ironía que no le parecía un “planazo” ir a ver a un escritor leer.

Sin embargo, sus shows siempre estuvieron agotados y entonces, quizá, hay que darle la razón a los productores de Enriquez que supieron leer el interés de los seguidores de la escritora y lo transformaron en una fuente más de ingresos y de vínculo entre la autora y su público.

Es que mucho de ese material tenía que ver con los textos más personales de Enriquez y ese rol fue calificado por ella, en la misma entrevista, como “más intimidante” que escribir. Pese a todo, Enriquez se presentó en Córdoba, en una Sala de las Américas repleta y salió airosa.

Algo similar comentó a La Voz el periodista y escritor Fernando Duclos (conocido bajo el seudónimo de Periodistán). Duclos decidió salir de gira con un espectáculo que adapta sus crónicas viajeras desde que se dio cuenta de que en las presentaciones de sus libros iban muchos interesados en conocer más sobre el material con el que trabajaba.

“Los lugares se llenaban, la gente tenía un montón de preguntas”, dijo Duclos antes de llegar a Córdoba con su show. El caso de Periodistán se enlaza con otros autores que trabajan en la literatura, pero también afuera de sus bordes.

Este año, además de los anteriormente mencionados, llegaron a Córdoba otros escritores como Darío Sztajnszrajber y las tres Florencias (Etcheves, Freijo y Canale), quienes hicieron un show basado en sus libros.

¿Qué tienen en común además de reformular su material de trabajo y guionarlo para el formato escénico? Se podría decir que todos ellos, además de escritores, son divulgadores dentro de sus áreas de exploración. Muchos de ellos apuntan a sumar conocimiento y disparar la discusión con sus intervenciones basadas en textos de ficción y no ficción.

Con mayor o menor soltura se animan a habitar el escenario y a transformar la palabra escrita en un diálogo con sus seguidores.

La autogestión y el marketing

Tanto Duclos como Casciari hablaron con La Voz de los desafíos de la autogestión que afrontan muchos escritores hoy a diferencia de aquellos del siglo pasado. Además de animar la conversación con su público a través de las redes sociales, los autores se encargan de promocionar sus materiales por cuenta propia.

Sobre eso, Casciari arranca diciendo: “Es una decisión, como ser empleado de un kiosco o ser el dueño de un kiosco. Vos podés elegir, si querés ser empleado de un kiosco tenés más libertad, no tenés una imposición, podés cambiar de laburo, podés irte a otro kiosco, el kiosco no es tuyo, o sea no te importa si a las 6 de la mañana llegan los camiones de Coca-Cola y vos no estás, sos un empleado”.

Y luego explica su ejemplo: “Existe el escritor tradicional, ese que cobra el 10% de la venta del libro, pero el marketing lo hace otro, la editorial los caga pero no importa. Tu decisión es ser un empleado y no ser el dueño. Yo creo que el siglo 21 te da la opción de ser el dueño si querés. Antes era medio imposible ser el dueño porque, claro, no había redes sociales, no había tecnología, no podías llevarte a toda tu gente a un lugar o decirle al mismo tiempo a todo el mundo lo que estabas haciendo. Eso lo hacían las grandes corporaciones, ponían publicidad, altavoces y te pagaban un poquito por ser el empleado que escribe. Los escritores que hoy deciden ser ese empleado ya es porque quieren. A mí no me gusta en absoluto ese trabajo de empleado de kiosco”.

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