La Voz del Interior @lavozcomar: Entrevista a Lucía Salinas: La idea de la frontera es más difusa que lo que dice la teoría

Entrevista a Lucía Salinas: La idea de la frontera es más difusa que lo que dice la teoría

Lucía Salinas cuenta que para escribir Fronteras, su último libro (editorial Leamos, puede bajarse gratis), debió cambiar su plan inicial. No porque no pudiera contar lo que fue a buscar cuando recorrió los límites con Boliva, Brasil, y Paraguay. Fue porque su mirada se enriqueció, se desvanecieron sus prejuicios y comprendió parte de un país que se mezcla con otros.

La periodista, nacida en Santa Cruz y parte de Clarín y TN, lo describe en el libro y también en un documental que acompañó la investigación.

–Llegaste al terreno, hablaste con la gente y cambiaste tu visión. ¿Qué pensabas de las fronteras que divide a la Argentina con otros países?

–Me gusta plantear que Fronteras fue un proceso transformador, en lo personal y en lo periodístico. Cuando empecé con la investigación, hace poco más de un año y medio, la idea inicial del libro era otra, estaba enfocado en aquello que es lo primero que uno piensa cuando le mencionan la frontera norte: el narcotráfico, el contrabando, y la cuestión más delictual. Cosas que sí ocurren. Porque esas asociaciones no son libres ni gratuitas. Esa frontera norte es la puerta de ingreso, tanto del narco como del contrabando, a nuestro país. Pero, cuando el año pasado hice el primer viaje, esa mirada se modificó… no cambió la tesis inicial, sino que se enriqueció la mirada. Porque pisar el territorio, recorrer la frontera, pasar por lugares en los que, por ejemplo, solo nos separa un alambrado de Bolivia, un río de Paraguay o una calle de Brasil, te lleva a darte cuenta que la idea de la frontera es más difusa que lo que dice la teoría. También lo que uno encuentra son muchas comunidades que viven en ese borde, que se enriquecen mucho de los vecinos, y eso va moldeando la idiosincrasia y su cultura. Y también, claro, esas sociedades se encuentran determinadas por el tipo de delito que hay en cada una de estas fronteras.

Portada del libro

–Cuando describís las fronteras, da la sensación que esas fronteras no existen. Que la vida se va mezclando y que la gente se siente parte de los dos países.

–Me dio la sensación, en determinadas localidades, que sus vecinos se sienten más hermanados en muchos aspectos con los países vecinos que con el resto de Argentina. Por la cercanía, por lo cotidiano. Por ejemplo, en Orán y Aguas Blancas se comparten fiestas patronales con Bermejo, Bolivia. Esto también pasa en Itatí, con Paraguay. Se comparten comidas, música. Es una vida construida en comunidad, absolutamente cotidiana y que genera la idea de una frontera difusa si se la piensa en términos de separación.

–En esta circunstancia de larga crisis económica argentina, muchos cruzan las fronteras para hacerse de bienes, y otros vienen a la Argentina por lo mismo. Ese factor, ¿se sumó a la idiosincrasia de esos lugares?

–Hay una gran cantidad de argentinos que no solo que viven en esos límites, sino que también viven al borde de la ley. Porque naturalizan como forma de vida, y como fuente de trabajo, una actividad que a la luz del Código Penal es un delito. Lo que sostienen todos, incluidos intendentes, autoridades gubernamentales e incluso autoridades judiciales, es que en muchas de estas regiones no hay otra fuente laboral. Si uno piensa en el “pasero”, en el “bagallero”, según la provincia, ellos son los eslabones más pequeños de la cadena. Acá, quienes realmente hacen la diferencia económica son las grandes organizaciones criminales que están de un lado y del otro de la frontera. Son quienes están 24/7 pensando en cómo hacer funcionar su empresa; porque son eso. Y se valen de la vulnerabilidad de estas personas. Y a la hora de hacer funcionar el negocio, les da lo mismo lo que se trafica. Porque al final del día lo que buscan es el rédito económico y que nunca se corte esa cadena. Las autoridades judiciales lo plantean: hay una mutación, ya que antes las organizaciones criminales se dedicaban solamente al tráfico de drogas o al contrabando de algún tipo de producto. Ahora, se dedican a lo que es conveniente según el factor económico.

–En esa vulnerabilidad que destacás, ¿cuál es el problema central de los controles? ¿Faltan recursos materiales, faltan fuerzas federales?

–La frontera norte mide más de 750 kilómetros y es compleja en su factor geográfico. En Misiones, la selva es determinante, como lo es lugares donde te separa un río, o una quebrada como en la Quiaca. La geografía es una complejidad en sí misma, que se suma a la extensión, y también a la naturalización de un tipo de actividad… Porque esa actividad no se hace solo durante la noche. Es, la delictiva, una actividad que se hacen a plena luz del día. Hay algo ahí, no me atrevo a decir de aceptación, pero sí de naturalización de ciertos sectores. Y también hay otro tema, que tiene que ver con la connivencia. Hay muchos expedientes judiciales donde hay efectivos de las fuerzas federales y funcionarios judiciales investigados como parte de esas estructuras delictivas. Todo eso dificulta el control, dificulta sobre todo la lucha contra el avance de las grandes organizaciones criminales. Y el foco tiene que estar colocado ahí. Llegado el caso, debería ser un trabajo mancomunado con los países vecinos, porque del otro lado de la frontera también lidian con estos problemas. Hay algunos trabajos que se hacen entre las fuerzas de varios países, como los ministerios públicos fiscales. Y se debería pensar por ese lado… Bueno, no es que no se piense, pero hay algo que no termina de ser efectivo.

–Hay una frase que se cita en el ibro, de un habitante de las fronteras, y que dice que “desde la honestidad hace legal lo ilegal”.

–Esa frase la dijo Mario, que cuida, por decirlo de alguna manera, un campo que se llama La Carina en Aguas Blancas. Allí se construyó una suerte de baipás donde los “bagalleros” rodean el puesto de Gendarmería para sacar la mercadería. Él es el responsable de cobrar una suerte de peaje para que se pueda llevar la mercadería hasta la ruta, donde los esperan taxis, remises y fletes para mover esos paquetes. Lo que plantea es: “Esto es ilegal, y lo sabemos. Pero la gente no tiene otro trabajo”. Al decir “honestamente”, no es que quiera dedicarse a una actividad ilegal, sino que, al no tener otra fuente, elige esto como trabajo. Es el mensaje que plantea. “Hace 30 años que nadie genera fuentes genuinas de trabajo acá, que nadie nos ayuda; hace 30 años que estamos olvidados”, afirma.

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