La Voz del Interior @lavozcomar: Entrevista a Daniel Guebel: “No dejo que la verdad o el saber me detengan”

Entrevista a Daniel Guebel: “No dejo que la verdad o el saber me detengan”

Una muralla china al revés, que le hace una cicatriz a la pampa. Una historia de amor obsesivo que genera una locura muy palpable. Una vuelta de tuerca a “civilización y barbarie”. Un grito feminista (“No es no”) emitido en los berridos del Estado argentino, desde las tolderías. Y un giro fantástico que acelera hacia la literatura, caiga quien caiga, con una libertad inaudita.

Todo eso cabe, y mucho más, en La mujer del malón, la última novela de Daniel Guebel (Buenos Aires, 1956), una máquina narrativa que se mete con la Historia, con la política del presente y el feminismo (se puede hacer esa lectura, si se quiere), y termina en un alarde de invención delicioso.

La “foto” histórica es la Zanja de Alsina, un artefacto defensivo ideado para frenar los malones indios, incursiones como la que pintó y romantizó Ángel Della Valle en La vuelta del malón. Perforaciones de la indiada para llevarse ganado, bienes y mujeres hacia el lado salvaje. Del otro lado, se construía la Nación.

En la novela, la zanja, el tajo abierto en la tierra, es producto de un delirio amoroso. Los personajes, más menos, son tres. Adolfo Alsina, vicepresidente de Sarmiento y ministro de Guerra y Marina de Avellaneda; María, el objeto de deseo que le prende fuego a la trama; el francés Alfredo Ebelot, contratado para supervisar el sistema de defensa que incluía fosas, terraplenes y fortificaciones en los años 1876-1877.

Casi apenas empezada la novela, María le hace llegar a Alsina una carta en la que le pide que no la busque. Si le cabe el mote de “cautiva”, ella es de la tipología de las que tienen ganas de quedarse.

En lo que podría ser el corazón palpitante de la novela, María le cuenta al enamorado idiota que está viviendo entre los indios con una intensidad que no conocía: libertad, cielos abiertos, buen sexo también, se deja presumir. Le pide que no la rescate, porque está a pleno. Ha encontrado una hermandad.

Lavando los platos

¿Cómo aparece en tu cabeza la punta de historia que después se convierte en libro?

–Según el libro del Génesis, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. El pequeño misterio siempre es: ¿qué pasaba antes del principio? ¿Qué pasaba por la cabeza de Dios? Problemas de la teología. En mi caso, La mujer del malón se me ocurrió cuando mis manos se movían sobre la faz de las aguas de la pileta de mi cocina mientras lavaba platos y escuchaba un viejo programa de radio de Alejandro Dolina dedicado a la zanja de Alsina. Dolina citó una frase de Roca en la que pretendía lapidar a Alsina, que decía algo así como: “Este boludo de Alsina quiere hacer la muralla china, pero al revés”, o algo así, y ahí se me disparó. Por supuesto, el lector atento puede detectar una frase similar en la novela de Sergio Bizzio, En esa época, novela que recomiendo y frase que evidentemente Roca merecía conocer. Yo no tenía presente el libro de Bizzio, pero es evidente que de alguna manera la anécdota, en el desplazamiento y la circulación de los pasillos del tiempo y la lectura, actualizó una serie de textos y evocaciones que paso a detallar en la siguiente respuesta, porque larga resonancia tienen las palabras.

¿Hay una decisión de incorporar referencias?

–Para pasar de la Biblia a la gauchesca, las referencias se acumulan y fluyen, aparecen en mis libros “como agua de manantial”. Cualquier libro interesante condensa y organiza a su manera series de referencias múltiples, porque escribir es ordenar una biblioteca, y una biblioteca es un mundo. Antes de que la idea de la zanja de Alsina se me disparara, yo venía pensando en dos textos de Kafka, “La construcción de la muralla china” y “La madriguera”, y cada tanto me acordaba de Guerra al malón, del Comandante Prado, y del Martín Fierro y el Fausto Criollo (mis protagonistas son como dos gauchos que se hacen los pelotudos), y mientras escribía iba buscando información… y ahí aparecieron el ingeniero francés Alfredo Ebelot, constructor de la zanja, y “El sur” de Borges, y Vathek, de William Beckford. El combo de ecos y referencias está armado.

–Un tópico del libro es la dicotomía “civilización y barbarie”. Pero en tu caso se ve ¿alterada, acelerada, actualizada?

–Sí. Pero a la dicotomía clásica entre civilización y barbarie, entre indios y blancos, se suma otra, la de la civilización de la periferia (la Argentina) versus la civilización europea, representada por el francés Ebelot. En una dicotomía, la oposición es absoluta. En la otra, se cuenta el modo en que centro y periferia se funden… en la periferia. Digamos, la novela también cuenta el cuento de cómo el francés se vuelve un símil argentino, y una argentina pasa a símil india. Exploraciones de la otredad.

–María le pide a Alsina que no la busque…

–Es una lectura posible. Pero permitamos también que exista la de Alsina, que cree imposible que María, una blanca culta y refinada, se entregue al “goce bárbaro”, en vez de entregársele a él, y por lo tanto piensa que ella fue obligada a escribir esa carta, pero que en realidad sigue siendo una cautiva a la que él debe rescatar.

–¿El hecho de que sea una mujer la que enuncia esa visión del “desierto” (que no es tal) y de una existencia posible conecta a la novela con el empoderamiento femenino?

–¡Sin duda! Lo que Alsina llama “salvaje”, para una mujer empoderada y gozosa (así parece María) es una civilización en toda regla. Eso aparta a mi novela, según imagino, de las ñoñas novelas románticas e históricas. Si antes, según Perón, peronistas éramos todos, ahora somos todos feministas. Un malón.

–¿Cuándo escribís, te ponés a indagar en los temas o en los entornos con los que te vas metiendo?

–Como por lo general me meto en temas de los que no sé nada de antemano, busco información que necesito para escribir, pero su falta no me detiene. Agarro Wikipedia, busco un par de datos y ahí empiezo. Y si no los consigo, los invento. No dejo que la verdad o el saber me detengan, la literatura bien puede ser la historia de las atribuciones falsas y las comprensiones erróneas y de la resistencia a toda constatación. Después la historia, la ciencia, la metafísica, la teología, la matemática, la psicología, o cualquier conocimiento que podamos enumerar, tendrán derecho al pataleo. Pero el lector de ficciones bien puede ignorarlo todo y perderse en el placer del libro, al igual que el autor.

Fracaso amoroso

–¿”La mujer del malón” es una novela de amor y locura?

–De acuerdo. Alsina, en la novela, atontado por la pasión, malinterpreta todas las señales, los mensajes, los hechos que van ocurriendo, los tuerce hasta ajustarlos a su convicción de que el amor de su vida quiere volver de las tolderías, pero se ve impedida de hacerlo. La negación a aceptar un fracaso amoroso lo lleva a una construcción megalómana y compensatoria. Pero es claro que Alsina parece un idiota, y Ebelot otro, un poco más lúcido y ladino, quizás, como buen francés “agauchado”. En cambio, María… en esta novela las mujeres llevan todas las de ganar.

–¿Existieron en verdad esos túmulos con los que la indiada le contestaba a la Zanja de Alsina?

–Sí, yo no lo sabía, creí que eran un invento mío, una hipérbole de un dato que leí en Muerte y transfiguración del Martín Fierro, de Martínez Estrada, hace muchos años. Que el gaucho, mientras comía un asado, iba tirando los huesos a sus espaldas. Imaginé eso como una escena aumentada y pensé: “Si los blancos hacen una muralla al revés, poceando, hagamos que los indios sean como chinos y construyan murallas de verdad”. Pero después de salido el libro, alguien me mandó fotos de un diario uruguayo que mostraba túmulos levantados por los indios, que servían de lugar de defensa y de encuentro, de cementerio y ámbito ritual. Creo que lo llaman “cerritos indios”. En Uruguay los tienen por monumentos históricos, y acá los sacaron a todos. Bueno, también la zanja de Alsina está abandonada.

La mujer del malón, la nueva novela de Daniel Guebel.

–Hay un momento de la novela (hay varios que lo insinúan) en el que metés un giro fantástico. Se podría atribuir a esa libertad, a esa amplitud de registro que la crítica detecta en tus novelas…

–Gracias. Ojalá sea cierto lo que decís.

–La “locura” de Alsina de cavar una zanja lleva la historia a un mundo subterráneo (hasta se podría visualizar que esa trinchera se conecta con “El túnel” de Sábato) y se pone en línea con un delirio literario que le atribuye su realización a una fauna de roedores autóctonos que incluye a un ser sobrenatural. ¿Te interesa inocular magia? ¿Hacerle honores al poder de invención de la literatura?

–¡Pobre Sábato y su pestífera simulación de saber y seriedad! Leí El túnel hace algunas décadas, no me acuerdo de nada. ¿Magia? Sí. ¿Invención? Sí, con suerte, también. Desplazarse por sus pequeños planetas mágicos.

  • La mujer del malón. Daniel Guebel. Penguin Random House. 126 páginas. $ 16.000.

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