La Voz del Interior @lavozcomar: Entre la motosierra y el bisturí

Entre la motosierra y el bisturí

Ha sido el ensayista libanés Nassim Taleb quien popularizó la idea del “cisne negro” para designar un acontecimiento altamente improbable aunque de gran impacto. Más que un cisne negro, el resultado electoral del domingo pasado fue un elefante fucsia. Un hecho descomunal e insólito que nadie vio venir.

Ni los encuestadores ni los observadores cotidianos de la política supieron (supimos) advertir lo que finalmente ocurrió. Ya con el diario del lunes, quizá hemos podido recordar que tuvimos numerosos aunque fragmentarios indicios en la dirección del triunfo de Javier Milei, pero por un motivo u otro preferimos no darles crédito.

Su triunfo ha sido demoledor. No tanto por el porcentaje que obtuvo, bastante cercano al de sus rivales más importantes, sino por su extensión territorial y por la naturaleza social de sus votantes.

Juntos por el Cambio perdió a manos del libertario una cuarta parte de sus votos, predominantemente de clase media, pero Milei fue votado también por amplias franjas de pobres, clientela política casi exclusiva del peronismo. Y en el voto joven, arrasó.

Un día de furia

Muchos votantes eligieron expresar su alto fastidio por la situación política y económica existente a través del voto a quien ejerce el discurso crítico más duro contra el Gobierno. Pero el voto a Milei refleja mucho más que eso. La consigna clave de su prédica, la que se coreaba con euforia en su búnker la noche de la victoria, era “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

En efecto, la crítica a “la casta política” está en el núcleo mismo de la masiva adhesión al triunfador. Los votantes perciben que los políticos gozan de privilegios desproporcionados en relación con su aporte a la solución de los problemas sociales.

Entienden también que ello refleja un sobredimensionamiento del Estado o de áreas específicas al solo objeto de sostener financieramente a la militancia política. Además del robo liso y llano que se perpetra en los distintos niveles de poder. Probablemente atribuyen a esta situación la suma de los males argentinos y han expresado su fastidio votando a quien centró su campaña en la reducción drástica del gasto público, en el cierre de ministerios y en el simbólico uso de una motosierra para atacar el gasto desbordado.

Podrá decirse que se trata de una visión rústica y simplificada de los problemas nacionales. Y también ilusoria. Es cierto. Pero el voto popular ha tenido un fuerte componente de fastidio hacia este estado de cosas.

Gambeta a Baglini

Milei está demostrando ser inmune al llamado “teorema de Baglini”. Su victoria no lo encaminó hacia la moderación, sino que parece haberlo envalentonado y lanzado a redoblar la apuesta. Después de los comicios, aseguró que, si él llega a la presidencia, disolverá el Conicet y cortará relaciones con China, porque considera que nuestro país no debe hacer acuerdos con naciones comunistas.

Apoltronado en una topadora, Milei ofrece soluciones para todos los problemas. La prudencia y la moderación no parecen ser sus atributos más destacados. Y quizá sea ese el principal encanto que le encuentran sus votantes: el puñetazo sobre la mesa, el gesto desaforado, la carencia de equilibrio emocional. Quien vota a Milei sabe qué es lo que puede esperar de él.

Finalmente se ha planteado un escenario de tres tercios. La novedad es que dos de ellos se han pronunciado por la vigencia de una sociedad con mayor libertad comercial, menos gasto público y más fortalecimiento institucional.

Ha quedado en evidencia la configuración de un nuevo panorama político. La afinidad entre La Libertad Avanza y el sector de Juntos por el Cambio que lidera Patricia Bullrich es notoria. Podría decirse, incluso, que es mayor que la que existe entre este sector y el grueso del radicalismo.

Milei aterroriza a Gerardo Morales, a Martín Lousteau e incluso a Horacio Rodríguez Larreta.

Macri, en cambio, lo considera un potencial aliado y celebra su crecimiento. El expresidente supo valorar anticipadamente el fenómeno Milei y jamás lo consideró un enemigo de su propio partido.

Distracción

El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, eligió hacerse el distraído acerca del resultado electoral. No tanto por su exigua cosecha de votos a nivel nacional, lo que era altamente previsible, sino respecto de la lectura política del resultado de las Paso, tanto en Córdoba como en el país.

Sostuvo que el escrutinio revelaba cuán acertada fue su postura, en tanto el ganador no formaba parte de ninguno de los extremos de la grieta. Curiosa interpretación. El triunfador se identifica, precisamente, por su posición extrema, que es mucho más dura que la de los halcones de Juntos por el Cambio.

Al revés de lo que dice el mandatario local, el electorado dejó a un lado las posiciones moderadas. Larreta es un buen ejemplo de ello y también lo es el propio Schiaretti, que en Córdoba apenas pudo superar el 25% de los votos, guarismo que habitualmente obtiene su sector cuando se trata de elecciones nacionales. Por el momento, la avenida del medio es apenas una angosta vereda con escasos transeúntes.

Como fuere, quedan dos meses para saber si los cambios, que inevitablemente llegarán, se realizarán con una motosierra o con un bisturí.

* Analista político

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