En pandemia, hubo meses con más divorcios que matrimonios en Córdoba
De mayo a octubre de 2020, en los meses con mayor impacto del aislamiento, los divorcios en la provincia fueron 1.252, superando a los matrimonios que fueron 1.049. El dato es parte del Boletín Estadístico elaborado por el Registro Civil de la provincia. El informe detalla además que el total de matrimonios de enero a diciembre fue de 3.954, mientras que los divorcios fueron 2.432.
En el departamento Capital, ambos trámites tuvieron una caída interanual cercana al 44%. Mientras que el principal factor que demoró los matrimonios fue la imposibilidad de realizar las fiestas, en el caso de los divorcios, el cierre de las oficinas de tribunales entre marzo y junio habría impedido el avance de las rupturas.
Sin embargo, tanto para la realización de matrimonios como para el registro de los divorcios, la Dirección General de Registro Civil de Córdoba desarrolló un plan orientado a asistir a las oficinas municipales de registro civil, buscando promover la descentralización y evitar los desplazamientos del interior a Córdoba para realizar trámites.
Andrés Guzmán, secretario de Registros Públicos de Córdoba, indica que esto permitió evitar la presencialidad y favoreció el uso de medios digitales de atención como las videollamadas o redes sociales. “Si bien la pandemia fue un desafío sobre todo en la actividad registral, gracias a los medios digitales logramos continuar con la atención al público y afianzando la descentralización”, afirmó.
Los divorcios de la pandemia
Luciana Ulla, abogada especialista en familia, sostiene que la pandemia influyó muchísimo en las causas de divorcio en esta etapa. “Incluso se produjeron rupturas de uniones convivenciales de 15 o 20 años”, afirma. La letrada estima que durante la pandemia, la carga simultánea de las tareas de cuidado y el teletrabajo mayoritariamente recayó sobre las mujeres. “Esta recarga de responsabilidades en la mujer y la convivencia forzada todo el día en el hogar generó también situaciones de violencia y seguramente impactó sobre el número de femicidios”, indica.
“Cuando me vienen a ver, las personas nunca están contentas porque afrontan la ruptura de una relación, el fracaso de un proyecto común. Pero nunca antes me había sucedido que mis representados me dijeran explícitamente que estaban mal y que necesitaban contención. Casi todos estaban en tratamientos con psicólogos”, afirma Ulla.
La abogada comenta también que los conflictos estuvieron marcados por las etapas de la cuarentena. “Al principio no había tanta litigiosidad, las consultas giraban en torno a la cuota alimentaria que necesitaban para afrontar el aislamiento quienes estaban a cargo de los hijos. Pero luego empezaron a pesar más los conflictos en torno al régimen de cuidado personal de los hijos, y a las disputas para poder ver o tener contacto virtual con los niños”, sostiene.
Ulla comentó que un poco más adelante, cuando comenzaron a atender en tribunales, se vieron más consultas para disolución de vínculos. “Estallaron las convivencias de personas que habían estado encerradas juntas mucho tiempo y no se aguantaban más, y esto pasó en todas las clases sociales, pero sobre todo en clase media y media alta”, explica.
Más allá del coronavirus
Graciela Santiago, licenciada en Psicología y especialista en terapia de parejas, sostiene que durante esta etapa hubo muchas consultas de parejas, tanto de las que ya tenían la decisión de separarse como de quienes intentaban salvar la relación. “Fue una situación inédita, de mucha incertidumbre, que repercutió en los vínculos, las tareas, los hijos y la casa; a muchas parejas las hizo estallar”, sostiene la profesional.
Sin embargo, la psicóloga reconoce que hace bastante tiempo se percibe una tendencia cada vez mayor a no institucionalizar los vínculos. Las parejas prefieren convivir primero antes de legalizar y la edad para ser padres se está corriendo cada vez más. “Eso tiene que ver con cuestiones de expectativas, como la obtención de un buen empleo, la finalización de la carrera o la realización de un viaje. Son jóvenes que no quieren resignar esos objetivos en función del matrimonio”, indica.
También depende de la experiencia que tuvieron en sus propias familias. Si fueron disfuncionales, los jóvenes tienen miedo de repetir esas historias. Los hijos de familias más tradicionales o con situaciones de tirantez y violencia, no lo quieren trasladar a sus hijos.
Graciela sostiene que en los matrimonios ya instituidos, el tema de la convivencia es muy difícil. “En relación a la división de las tareas del hogar, a diferencia de otras épocas, ambos trabajan y mucho”, afirma. Además, insiste en que “hay que trabajar mucho en el vínculo, y hay que tener mucha tolerancia y flexibilidad”. Según la terapeuta, las peleas tuvieron mucho que ver con la distribución de roles y tareas. Una de las cosas que rebalsó fue quién ayudaba a los chicos con el Zoom de la escuela. “Eso fue tremendo”, indica.
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