En Argentina hay 50 volcanes activos: cuál es su impacto en la atmósfera y el clima
Para la mayoría de nosotros, los volcanes están asociados a películas de catástrofes que suceden siempre muy lejos, en la otra mitad del mundo. Pero lo cierto es que en Argentina hay actualmente medio centenar de volcanes activos que, no obstante y según los expertos, no entrañan ningún peligro al menos inmediato.
El geólogo Iván Petrinovic, experto en volcanes e investigador del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (CicTerra) del Conicet, estuvo días atrás en Córdoba y afirmó que Argentina tiene 50 volcanes activos, compartidos territorialmente con Chile, que hicieron erupciones al menos alguna vez en los últimos 10 mil años.
Y resaltó que el país es “un cenicero”, ya que suele recibir las cenizas de las erupciones que ocurren en los Andes. “Esto es porque los vientos de altura son siempre de oeste a este, entonces, todo volcán chileno que haga una gran erupción impacta en un 99% en nuestro territorio”, remarcó Petrinovic.
Los volcanes son monitoreados por ambos países para anticiparse a una erupción y permitir una evacuación anticipada de las poblaciones. “Argentina comenzó hace 10 años (monitorea, entre otros, el Copahue, el Lanin y el Domuyo en Neuquén) y Chile es el que tiene la mayor vigilancia después de Japón”, argumentó.
En nuestro país, la mayoría de los volcanes se distribuye en una cadena volcánica que arranca en Perú y sigue por Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja. “Hay dos grandes zonas volcánicas. Una en el noroeste y parte del centro del país, y tras una ‘zona de silencio’ hasta el sur de Mendoza, luego reaparecen volcanes activos en la Patagonia, hasta Tierra del Fuego”, fundamentó.
Uno de las erupciones más grandes de los volcanes en la cadena montañosa de los Andes se dio en 1.650 con el volcán Huaynaputina, en Perú que impactó en el clima con un oscurecimiento local y regional. “Lo asimilan con Pompeya por la cantidad de pueblos que afectó. Arequipa estuvo seis días de oscuridad absoluta por las cenizas”, añadió el experto en vulcanología.
La otra erupción que afectó a pobladores de Chile y de Argentina fue la del Calbuco, ocurrida en el país trasandino en 2015.
En Córdoba
En la provincia de Córdoba existen dos campos volcánicos bien definidos: el de las sierras de Pocho, ubicado al este de Salsacate, y el de Sierra de los Cóndores.
Los volcanes datan de millones de años y algunos habrían sido imponentes en otras épocas. Hoy, las huellas de aquellos impactos están muy bien conservadas.
“La Sierra de los Cóndores es de la época de los dinosaurios, tiene 70 millones de años, de la era del Cretácico. Es una línea de volcanismos que se establece desde el sur de Córdoba hasta Bolivia, pasando por Tucumán y Salta”, afirmó el geólogo.
Inclusive, en el Camino del Cuadrado casi toda la divisoria de agua es de rocas volcánicas de esa edad. Igual a la de Los Cóndores. También en la zona alta de la Estancia del Rosario, en La Cumbre, se ven aún conos iguales a los de Islandia. Este campo volcánico está muy bien preservado”, detalló Petrinovic.
En el caso del campo volcánico de Pocho, tiene aproximadamente cuatro millones de años. “A escala humana, es mucho. Tuvo una erupción muy grande, entre la escala de 7 u 8, cada vez tenemos más indicios de eso. Debe haber devastado la región. La capa de cenizas que largó se reconoce prácticamente en toda Córdoba”, explicó.
Las marcas de aquel evento se encuentran en los sedimentos de Taninga. “Localmente fue una explosión muy fuerte casi una súper erupción”, agregó Petrinovic.
Según el experto, en la actualidad “es muy poco probable estadísticamente que haya erupciones en Córdoba porque no tiene condiciones no es una cadena andina”.
Una erupción volcánica es la salida mas o menos explosiva del magma desde el interior de la Tierra a la superficie. El magma es la mezcla de elementos sólidos (cristales minerales), líquidos y gases (derivados del azufre y el carbono) que emergen de forma abrupta.
Vulcanología
El geólogo Iván Petrinovic explicó que las cenizas volcánicas producto de las erupciones pueden llegar hasta la tropopausa (la zona de transición entre la troposfera y la estratosfera). Y que allí impactan sobre la atmósfera en forma de granos finos, compuestos de vidrio volcánico. Esas partículas refractan la luz solar aumentando la oscuridad y bajando la temperatura del planeta.
“No podemos impedir una erupción, pero sí eliminar los factores de riesgo”, manifestó el experto, quien viene estudiando estos fenómenos desde hace más de 10 años.
La vulcanología es una ciencia nueva, de no más de 50 años. Los registros con los que se cuenta pertenecen a los siglos 18 y 19. “Por ejemplo: en 1783 se produjo la erupción del volcán Laki, en Islandia, que oscureció a Europa durante un largo tiempo. Su fuerza fue tal que produjo una fisura en forma de cráteres en ebullición continúa”, destacó.
Ese gran impacto dejó “un nublado permanente” que trastocó la vida de los habitantes, arruinó cosechas, produjo sequías, hambrunas, muertes, y bajó la temperatura media anual entre cuatro o cinco grados.
También agregó que otra de las consecuencias de las erupciones volcánicas son las emisiones de toneladas de azufre que impactan en la disminución de la capa de ozono, lo que es perjudicial para la salud porque esta capa es la que evita el paso de rayos ultravioletas dañinos para nuestra piel.
Petrinovic agregó que otras de las erupciones más violentas fueron las de Tambora, en 1815, la más prolongada del último milenio, y la de Krakatoa en 1883, en Indonesia. Ambas ocasionaron estragos en el clima y en la salud de las personas.
A su vez, el investigador planteó que la relación de cercanía de los humanos con los volcanes es casi filosófica. “Hay una fascinación por vivir pegado a algún volcán. Es el caso de Nápoles que está al pie del volcán Monte Vesubio, que ya hizo una erupción muy grande en 1943, y tapó a Pompeya y Herculano”.
A pesar de estos impactos, “cada desastre natural se acomoda geológicamente muy velozmente, sobre todo en los climas tropicales”, contó el experto.
De acuerdo al especialista, en el mundo se dan entre 40 a 50 erupciones pequeñas por día. Y se miden en escala que van del 0 al 8, de menos graves a más graves. La de Krakatoa fue de nivel 6 y afectó toda actividad humana. “Son súper erupciones. La última de tal dimensión fue la de Toba, en Indonesia, hace 74 mil años, y solo sabemos que casi extingue al hombre”, agregó.
En las últimas décadas, la vulcanología incorporó grandes avances tecnológicos que permitieron mitigar desastres naturales. “Hay mucha tecnología en la vigilancia de volcanes que pueden hacer erupción, lo que permite estar mejor preparados”, expresó Petrinovic.
Para el investigador, las erupciones tienen múltiples aplicaciones positivas. “No todo es devastación y muerte”, aseguró. Una de ellas, es el aporte en la economía de los países. Por ejemplo: Islandia, uno de los países con mayor actividad volcánica, promueve el “turismo volcánico” y utiliza la energía geotérmica.
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