La Voz del Interior @lavozcomar: El verdadero sentido de morir con dignidad

El verdadero sentido de morir con dignidad

Nos encontramos a diario con la expresión “muerte digna”, que a todas luces es equívoca y que, por tanto, puede dar lugar a interpretaciones diversas y distintas. O que, justamente por su ambigüedad, puede subsumir pensamientos disímiles bajo un mismo principio o concepto.

El error radica justamente en adjetivar la muerte con una característica propia de la naturaleza del ser humano, algo que lo constituye y es parte de su esencia: la dignidad. Vocablo que también ha sido afectado por una polisemia atribuida y que en realidad no tiene, por cuanto es precisa su significación.

La dignidad (del latín dignitas) nos refiere a la libertad, a la autonomía, a un valor intrínseco y supremo que tiene cada ser humano por el solo hecho de serlo. A ser merecedor de respeto cualquiera sea la condición en la que se encuentre la persona o su raza, religión, etcétera. Dignus, valioso por el solo hecho de serlo, de “ser” humano.

El filósofo griego Epicuro decía: “La muerte, temida como el más horrible de los males, no es en realidad nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando esta llega, nosotros no somos”.

En consecuencia, la muerte no es “digna”, nunca. Digno es el hombre mientras vive. Es un sinsentido hablar de muerte digna.

El planteo no radica en una cuestión semántica. La ambigüedad de la expresión sumada a la popularización de su utilización para definir el tránsito o proceso hacia la muerte, y la muerte en sí, nos han puesto –tanto a quienes bregamos por los cuidados paliativos como a quienes sustentan la eutanasia– en un plano de igualdad, entiéndase a través de la errónea adjetivación de la palabra muerte.

Leo y escucho tanto a unos como a otros muchas veces referirse con esta frase a formas tan distintas de enfrentar los últimos momentos de la vida de una persona que padece una enfermedad incurable. Los paliativistas, claramente, se rigen por las siguientes premisas, entre otras: asegurar la vida pero aceptar la muerte como algo inexorable, y no acelerar ni posponer la muerte. Los segundos, como la misma definición de eutanasia lo indica, aceleran la muerte.

Por otro lado, también es necesario aclarar que el propio término eutanasia alude a una situación que, en principio, parece deseable. Del griego eu (bueno) y thanatos (muerte). Parece, entonces, que la propuesta es en consecuencia una buena muerte.

Hay quienes para los cuidados paliativos proponen el vocablo ortotanasia, del griego orthos (recto y ajustado a la razón), como una muerte aceptada sin el empleo de medios extraordinarios para el sostenimiento de la vida y con síntomas aliviados.

Pero hay que poner de manifiesto el elemento trascendental que nos diferencia. Los cuidados paliativos tienden a paliar los síntomas, a aliviar el dolor, tienden a mejorar la calidad de vida, a dignificar al paciente con una enfermedad amenazante para su vida. La eutanasia, es cierto, elimina los dolores y aflicciones con un método simple y efectivo, la muerte, y, por lógica consecuencia, también termina con la vida.

Una experiencia de voluntariado

Con base en lo antes expresado, creo que es más acertado hablar de morir “con” dignidad que hablar de “muerte digna”.

El médico y humanista gallego Domingo García Sabell decía: “Morir con dignidad significa sencillamente irse de esta vida no en la soledad aséptica del hospital, intubado, inyectado, perfundido (…), sino en el hogar entre los seres queridos (…). Y lo que es tan decisivo: entregado a la serena conciencia de lo que se aproxima (…). O hundido en el coma, pero teniendo junto a nuestra mano –¿y quién sabe lo que el comatoso siente?– la mano que en la existencia nos acompañó y dio sentido a nuestro ciclo vital. Esta es la muerte con dignidad”.

El vivir hasta el final acompañado se plantea como principio fundamental en los cuidados paliativos. El paciente que se pueda expresar dirá sus últimas palabras, decidirá sobre su fin, expresará deseos a un receptor que por el solo hecho de acompañar contribuirá a la dignificación de la persona en su tránsito hacia la muerte.

El modelo paliativista está basado en la dignificación del ser humano hasta el último instante de su vida, sin acelerar ni posponer la muerte, recurriendo a la asistencia activa y total de la unidad paciente-familia, apoyado por un equipo multiprofesional.

En lo personal y habiendo vivenciado un proceso de voluntariado en La Casa de la Bondad de Fundación Manos Abiertas, me gustaría destacar la importancia del voluntario en este tránsito y últimos momentos del enfermo y su familia, entendiendo al voluntario como aquel que contribuye en forma esencial a la dignificación del ser humano con su sola participación, ocupando el lugar –sin reemplazar– de los afectos ausentes. La medida exacta de su importancia es que el enfermo no muera solo.

Además, el voluntario, que abreva de los beneficios del tratamiento de los cuidados paliativos y la aceptación de la muerte como algo natural, se convierte en el agente replicador y diseminador de estas prácticas y conceptos en la sociedad, formando un basamento en el tejido social que toma el modo de movimiento inconsciente y colectivo sobre aspectos positivos alrededor de la enfermedad, del dolor y de la muerte.

Como sociedad, debemos legislar para dignificar y fomentar la vida, no la muerte, que como tal no requiere sino de una única premisa: su aceptación.

* Abogado

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