El salario justo y la distribución del ingreso
Mucho se ha discutido sobre el salario justo. Y muchas veces se lo ha definido mal. ¿Cuál es el salario justo? ¿El que alcanza para una subsistencia digna? ¿Y por qué no para “vivir” dignamente, que no es lo mismo? Porque no es lo mismo “sobrevivir” que “vivir”.
Entonces, nos representamos las necesidades según las aspiraciones de cada uno y lo que cuesta alcanzarlas para comer, vestirse, obtener una vivienda, educar a los hijos, la lógica recreación, y cuán lejos están esos objetivos de ser logrados por la mayoría de los argentinos.
Es aquí donde los políticos no encuentran el norte para orientar la brújula que guíe sus decisiones a fin de que exista realmente, y por fin, un “salario justo”. Que aunque no sea igual para todos, permita a los más bajos de la escala social “vivir dignamente” y satisfacer sus justas necesidades.
Debemos darnos cuenta de que un buen y mejor salario no dependerá nunca del voluntarismo político, sino de la realidad económica. Sí, pero… ¿cómo logarlo? Debemos adelantar que está al alcance de la mano, no sin esfuerzo y con verdadera justicia, la única que existe, que es “dar a cada uno lo que es suyo”, como la definió Ulpiano.
No son pocos quienes creen que la competitividad de un sistema económico depende de los bajos salarios que se paguen, lo que favorece la acumulación del capital que permite el crecimiento, y ello es un concepto equivocado. Pensemos los sueldos que se pagan en Estados Unidos, en Europa, en Japón y ahora en China, en la parte liberada, para darnos cuenta de que el concepto de que hay que pagar menos y poco al trabajador para poder competir y crecer es tan falso como irreal.
Los factores económicos que permiten mejores salarios, el crecimiento económico y la distribución del ingreso no dependen de los políticos, de los gobernantes ni de los gremialistas, sino que sucederá “a pesar de ellos”. Las cosas están tan bien hechas por las leyes naturales que el salario justo y la justa distribución se logran sin necesidad de leyes del Congreso y controles, porque el dirigismo antinatural siempre ha fracasado y seguirá fracasando.
Comportamiento de costos por mayor producción
Está comprobado –por ley empírica de la economía y por desarrollo del análisis– que a mayor producción, bajan todos los costos. Porque no es lo mismo producir mil automóviles, por ejemplo, que un millón de automóviles. Porque se aprovechan los costos fijos, la capacidad instalada y los insumos en mayor cantidad de bienes finales producidos. Pero para producir más, con esa cantidad creciente, hace falta tomar cada vez más obreros, especializados y no especializados, y sucederá lo que siempre ocurre: subirán los salarios en la medida que el crecimiento se acerque a la línea del “pleno empleo”.
Como se puede advertir, las curvas de ambos costos son inversas: si bajan todos los costos por aumento de la capacidad instalada y la productividad, aumentarán al mismo tiempo, y en simultáneo, la ocupación y los salarios, más allá del supuesto egoísmo de algún empresario; porque si este no paga más, no conseguirá empleados, que optarán por otro empleador, con lo cual se logrará la justa distribución del ingreso y la anhelada igualdad social.
¿Cómo lograrlo?
Esto, que parece una utopía, puede ser una realidad. Por las condiciones naturales y especiales de la Argentina, que tanto tiene y donde tanto queda por hacer, sin conflictos con el mundo y alejada de los escenarios bélicos de la Tierra.
Lo primero que debemos aceptar es que no debemos depender del “hacer” de los políticos, sino de “dejar hacer” a la gente. Porque la suma de los talentos y de las iniciativas de los habitantes de un país, por más humildes que estos sean, será siempre superior al más brillante e inteligente de los burócratas.
Para ello hay que aplicar “un desajuste” a los sectores productivos, bajando los impuestos, incluyendo los que gravan el consumo, no gastando el Estado de más, no endeudando más al país ni emitiendo moneda para financiar el déficit.
Eso significará una reformulación completa del Estado, tanto del Estado nacional como los de las provincias y los municipios, incluyendo el servicio exterior y las empresas públicas. ¿Qué le deben pedir entonces los sectores y fuerzas de trabajo productivo al gobierno? Lo mismo que le pidió Diógenes a Alejandro Magno, que le tapaba casualmente el sol cuando este le ofreció darle lo que le pidiera: ¡Que no le haga sombra!
* Abogado especializado en economía
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