El Rigi, un puente entre dos desastres
El pasado 7 de noviembre, debatimos en el Concejo Deliberante de la ciudad de Córdoba la adhesión a la ley provincial 10.997, que a su vez ratifica el Régimen de Incentivos para las Grandes Inversiones (Rigi), contemplado en la Ley Bases que sancionó el Congreso por propuesta del presidente Javier Milei.
Estoy convencido de que el Rigi es un grave retroceso. En este sentido, fundamenté mi voto en contra de esta medida, impulsada por el peronismo provincial y por otros ediles que, de buena fe –aunque equivocados, a mi juicio–, creen que este paso traerá beneficios. Es el caso de la mayoría de los concejales de mi bloque, el de la Unión Cívica Radical. Corresponde destacar la labor de la presidenta de mi bancada, que permitió el disenso democrático propio de la tradición de mi partido.
Es cierto que la Argentina viene sufriendo hace décadas una burocracia pesada y corrupta que funciona como una máquina de impedir el desenvolvimiento del sector privado. Sin embargo, también lo es que la receta actual, la de anular el rol del Estado, es la otra cara del mismo desastre.
Error de concepto
Muchos creen que el Rigi conectará la Argentina decadente con una moderna y reactivada. Esto es un grave error. El Rigi es, en verdad, un puente entre dos pantanos, que garantizará y profundizará la tendencia mundial que desvela a las mentes más brillantes: la enorme desigualdad.
La prestigiosa organización no gubernamental Oxfam elaboró a comienzos de este año, junto con decenas de otras organizaciones, un informe titulado “Desigualdad SA”.
Allí se expusieron cifras escandalosas que dan cuenta hasta qué punto el orden global se ha desequilibrado.
Grandes multinacionales, dominadas por milmillonarios, despliegan sus tentáculos por todos los continentes y en los más variados rubros. Su lógica hipercapitalista choca con cualquier pretensión de justicia social y de cuidado del ambiente, por citar sólo las más delicadas de las agendas.
Allí se recomienda robustecer los mecanismos de los estados que permiten controlar y distribuir las riquezas. Y se alerta sobre un peligro crucial: si bien la desigualdad no es nueva, ahora corremos el riesgo que las sociedades normalicen su condición, merced a la potencia –y la violencia, en muchos casos– del discurso mediático que blinda y justifica los intereses de los poderosos.
En nuestra realidad, lo vemos con nitidez al abrir las redes sociales y observar, por caso, cómo el oficialismo nacional maneja su ejército de troles o cómo operan seudoperiodistas de ciertos medios (como lo hicieran antes los del programa 6, 7, 8).
El régimen cordobés
En este estado de cosas, quienes vienen manejando Córdoba hace 25 años aprovecharon el momento y sacaron su propio Rigi, un esquema que profundiza el nacional y lo torna aún más perverso, al dar excesivas atribuciones al Ejecutivo provincial.
Los tipos que le levantaron estatuas a Juan Bautista Bustos, que se presentan como “federales” en el ámbito nacional, aprobaron el instrumento más unitario de la historia reciente del país.
Es que el Rigi tira por tierra cualquier disposición que en las provincias y en los municipios que lo ratifiquen limiten o restrinjan sus disposiciones, amén de los demás beneficios increíbles y a 30 años que se concedieron. Córdoba viene sufriendo terribles desastres ambientales, producto de las pésimas administraciones peronistas que han favorecido a los grandes empresarios en desmedro de las mayorías.
Ahora, encima, la letra del Rigi les da derechos a esos poderosos sobre recursos que pueden ser esenciales, como el agua. ¿Tendremos en nuestra Córdoba, afiebrada ya por incendios, pérdida de bosque nativo, cambio climático, contaminación de sus ríos y lagos, conflictos como el de Jáchal con Barrick Gold, por la contaminación de su río con mercurio?
Pienso en la pérdida del cinturón verde de la ciudad, en la deformación de su geografía gracias a las concesiones a los desarrollistas, a las canteras que hundieron a las barriadas de las seccionales Quinta y Sexta. La ganancia de los sectores privilegiados fue la pérdida directa de cientos de miles, quienes están afuera de ese juego. ¿Qué nos deparará el futuro con el Rigi?
Una última valoración: este esquema agravará el ya perverso juego institucional de Córdoba. Las características feudales de cooptación de la Justicia, la prensa, los partidos, los gremios, los colegios profesionales, se fortalecerán con el Rigi.
El gran empresario necesita estrecharle la mano a un político. Ambos aprovecharán el nuevo sistema y cada uno sacará sus ganancias. Ese político, en Córdoba, tiene una mano, pero varios rostros: Juan Schiaretti, Martín Llaryora, Daniel Passerini. Los unitarios de acá.
* Concejal de la ciudad de Córdoba (UCR)
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