El “riesgo” Milei: el alto precio de sanear la economía
Aunque en otra dimensión de la realidad, el aislamiento de Israel por las muertes causadas por su ofensiva sobre Gaza puede aportar una clave sobre el riesgo social y político de la embestida que lanzó Javier Milei contra el déficit fiscal que devora a la economía argentina.
El economista que logró un respaldo abrumador en las urnas fue el primer candidato que en campaña electoral prometió un durísimo ajuste. Pero aseguraba que el peso de ese ajuste caería sobre “la casta” política. Esa nomenclatura de burócratas que viven del Estado y son la causa de la decadencia económica, política y social de Argentina.
El grueso de la gran masa de votantes que depositó a Milei en la Casa Rosada lo veía diferente. Él no pone cara de bueno ni miente ni actúa personajes correctos y sensibles. No se saca fotos besando bebés, sino acariciando perros. No abraza abuelas ante las cámaras ni exhibe el mate y el termo sobre el escritorio para hacerse pasar por “uno más”, integrante de las desventuradas clases medias y bajas del país.
En síntesis, a Milei lo votaron porque lo ven auténtico en un escenario colmado de hipócritas y simuladores. Pero lo votaron para que al ajuste imprescindible lo pague una “casta” privilegiada plagada de corruptos y obsecuentes.
En el orden nacional y en todos los órdenes gubernamentales del país, se pueden encontrar personajes de visible mediocridad que deben sus cargos a vínculos oscuros y a trabajos sucios, como recaudar mediante la corrupción, para repartir hacia los costados y hacia arriba en la estructura del poder.
La visibilidad de esos personajes acrecienta la indignación que causan la mentira y la falta de compromiso con la palabra del grueso de la dirigencia política, sumadas al fracaso de los modelos que no logran inversión y crecimiento genuinos.
Esa indignación finalmente estalla buscando afuera del sistema lo que se diferencie de la burocracia política y sirva para canalizar el desprecio que causa la corrupción, la hipocresía, la palabra sin valor y la mediocridad en gobiernos de sociedades laceradas por la pobreza y el deterioro de los sistemas públicos de salud, educación y seguridad.
Naturalizar la corrupción y la falsedad hicieron que una sociedad asqueada de sus políticos apoyara al que se mostró diferente. La diferencia de Milei está en que no posa ni finge ni miente. Eso pesó más que sus pronunciamientos absurdos, la violencia que irradiaba su intolerancia hacia quien lo contradijera, su conservadurismo recalcitrante y el extremismo de las teorías económicas que proponía como columna vertebral de su programa de gobierno.
Los peligros latentes
El giro hacia la moderación y el pragmatismo llegó después de cataratas de insultos vociferados con el rostro desencajado. La ola de votos se explica en el calamitoso gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. También en el desprecio que genera una “chantocracia” política que abusa del charlatanismo, las poses, la simulación y los mediocres que construyen poder mediante la corrupción.
Es cierto que Milei prometió ajuste con mayor vehemencia que la de Eduardo Angeloz cuando enfrentó el “salariazo” de Carlos Menem con el “lápiz rojo” de Ricardo López Murphy. Y es probable que el ajuste anunciado desgarre aún más a las clases media, media baja y baja. Que las empobrezca todavía más. Que les complique la realidad más de lo que ya la tienen complicada.
Si la suspensión de la obra pública y otros recortes anunciados al mismo tiempo que encarecen la vida provocan cierres masivos de negocios y empresas, un mar de gente será empujada a la desesperación. El tiempo que pasará hasta que la economía vuelva a emerger, curada de los tumores cancerosos que la devoran por dentro, será un puerto demasiado remoto para llegar sin naufragios.
Si hay naufragios masivos, el de Javier Milei no habrá sido un buen plan, sino uno más de los intentos de refundación económica saneada de populismos calamitosos que naufragan antes de llegar a puerto.
El éxito de una operación no está sólo en extraer la totalidad de un tumor maligno, sino en que el paciente sobreviva. De poco sirve un cuerpo liberado de tumores si la extracción causó tanto dolor y sangrías que hizo colapsar el corazón.
El dolor debe ser soportable para las clases medias y bajas. Lo que debe colapsar es “la casta” a la que prometió extirpar Milei. Y resulta indispensable que destruirla no tenga el precio que está teniendo la destrucción de Hamas en Gaza.
Que el cálculo de Benjamin Netanyahu en vidas de civiles y destrucción de sus hogares, hospitales y escuelas no fue el más acertado, sino, por el contrario, funcional a la organización terrorista, se lo están señalando Estados Unidos, Europa y la votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
* Periodista y politólogo
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