La Voz del Interior @lavozcomar: El riesgo de la pretendida perfección

El riesgo de la pretendida perfección

Desde hace muchos años, el consumismo y la inmediatez se transformaron en los factores que explican la aceleración del logro de objetivos que otrora requerían de un proceso más prolongado y, seguramente, de mayores sacrificios. Pero lo mágico no existe y todo proyecto duradero requiere de un proceso.

Un caso típico es la competencia salvaje por ser los más bellos, los más esculturales y los más competitivos en un mercado salvaje como es el del espectáculo.

Existen infinidad de tratamientos estéticos realizados por especialistas bien formados y experimentados, quienes logran resultados increíbles, pero siempre ajustados a la ciencia y a la técnica que la formación en la especialidad les da.

Nada de esto exime de un riesgo como el de cualquier cirugía, a pesar de que estas sean realizadas por manos experimentadas. Pero este riesgo se incrementa cuando los procedimientos son realizados por médicos sin formación ni especialidad; quizá excelentes en lo suyo, pero transgresores, al fin, en este campo científico, en el que se valen de métodos y de tratamientos no convencionales y sumamente riesgosos, que pueden conllevar daños irreversibles o, incluso, conducir al paciente a la muerte.

Un peligro mayor

Más grave aún es que estos tratamientos sean realizados no sólo por médicos no especialistas, sino por arriesgados y ambiciosos usurpadores de títulos, quienes sin ser médicos –ni siquiera profesionales– realizan procedimientos que exponen la vida de los pacientes, sin conocimiento de fisiopatología ni del riesgo al que someten a estos pacientes –o, mejor llamados, “clientes”–.

Vuelve a la palestra este tema debido a la resonante muerte de la modelo Silvina Luna, que no es más que una muestra de la infinidad de casos desgraciados y mortales que vienen ocurriendo, como mencionamos, de manos inexpertas y hasta no médicas que ven esto sólo como una importante generación de ingresos.

Es peor aun si en sus incursiones dan con famosos que no sufren complicaciones y, mediante el denominado “boca en boca”, van diseminando este peligro y publicitándolo sin tener conciencia del riesgo al que exponen a sus allegados.

Es así que, en el facilismo y la mezquindad de estos usurpadores, se llega no sólo a colocar sin idoneidad sustancias aprobadas por la comunidad médica y los organismos de contralor, sino también a abaratar costos al insertar equivalentes industriales de menor precio, pero al mismo tiempo de menor garantía y seguridad.

Los riesgos de la inyección de productos estéticos –en ocasiones, no autorizados– son, en primera instancia, la posibilidad de una embolia cerebral o pulmonar, producto de la migración de lo mal inyectado a través del torrente sanguíneo, con impacto en órganos vitales y teniendo como consecuencia la muerte.

Ejemplo de ello fue el caso de Solange Magnano, modelo sanfrancisqueña elegida Miss Argentina en 1994 y exitosa en Europa, quien en noviembre de 2009 fue sometida a un tratamiento que consistió en la inyección glútea del mal llamado “metacrilato”, que le costó la vida en pocos días.

Tomar conciencia

La otra manera de provocar daño es –como ocurrió con Silvina Luna e infinidad de pacientes anónimas– la colocación de polimetilsiloxano (comúnmente utilizado para la fijación de prótesis traumatológicas) mezclado con alginato de calcio (utilizado frecuentemente en amalgamas dentales). En otros casos, se utiliza metacrilato de metilo en forma líquida, lo cual facilita la dispersión en las grasas.

Estas aplicaciones, prohibidas desde hace 20 años, producen rabdomiolisis, con la migración de calcio a la sangre, que el organismo reconoce como una hipocalcemia o reacciona como en enfermedades autoinmunes, produciendo osteoporosis e hipercalcemia, por la liberación de calcio hacia la sangre. Se producen gránulos que impactan y sedimentan en órganos nobles, como el cerebro, los pulmones y, principalmente, los riñones, con la generación de una insuficiencia renal aguda, al principio, y crónica después. Eso lleva a un daño irreversible en los pacientes, sólo solucionado, en principio, con diálisis y, posteriormente, con trasplante.

El proceso conlleva un calvario para la persona, por un padecimiento doloroso y con modificaciones fisiológicas invalidantes que la mayoría de las veces llevan a la muerte.

Este es el costo de la belleza y de la competencia a cualquier precio, aspiración en la que muchas veces se ignora que el sacrificio es el de la vida misma en manos inexpertas y –por qué no decirlo– criminales. Es preciso que se tome conciencia del riesgo al que se está expuesto y exigir las certificaciones de quienes intervengan en estos actos, denunciando a quienes no sean idóneos, y más aún a quienes no sean médicos.

* Médico forense, especialista en Medicina legal; especialista en criminología, toxicología y psiquiatría; vocal del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba

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