La Voz del Interior @lavozcomar: El propósito de aprender

El propósito de aprender

Sin un mapa, es difícil llegar a ningún lado. Y es aún más difícil si no sabemos bien adónde vamos. Ni sabemos cómo leer ese mapa. No hablo del GPS del auto o del celular. Hablo de saber exactamente hacia dónde llevamos a los chicos en cada ciclo lectivo.

El personal docente trabaja duro en redactar objetivos, proponer proyectos y actividades para cumplir con las políticas educativas del ministerio o del gobierno de turno. Sin embargo, los chicos saben cada vez menos o están más atrasados en los contenidos que deberían alcanzar en cada grado. Y ya no podemos seguir echando la culpa a la pandemia.

Es necesario recordar el propósito de cualquier aprendizaje: modificar nuestra propia base de datos. Esa que todos tenemos maravillosamente diseñada en nuestro cerebro.

Cada dato –aprendizaje– que hacemos desde el primer minuto de vida es guardado por cerebro, que lo recupera cuando lo necesita. Y de a poco vamos agregando nuevos conocimientos, al principio rudimentarios; basta mirar a cualquier bebé o niño de 3 años para maravillarnos de cómo es capaz de lograr diariamente pequeñas conquistas. Y eso se observa en todos los niños, incluso en aquellos con capacidades diferentes.

Por eso es tan importante la estimulación temprana en todos los niños. Porque aprender no es saber. Primero se aprende, luego se trabaja en ello, luego se recuerda –a veces bien, a veces mal–, se practica un poco más y finalmente, cuando hacemos nuestro un concepto, un movimiento físico, ya sea en deporte o en música, entonces lo sabemos. En cualquier área de conocimiento o expresión artística, es el mismo proceso.

La importancia de la lectura

Algo pasa cuando en todo el mundo se miden los niveles educativos de los chicos y esas mediciones siguen devolviendo datos que no satisfacen a nadie. Ni a las autoridades, ni a los padres, ni a las maestras. A los chicos, mejor no preguntarles, porque en cualquier idioma van a contestar que se aburren en la escuela y que no aprendieron nada. Entonces, ¿a quién echamos la culpa de ese desfase? ¿Al celular? ¿A la tablet? ¿A la televisión? ¿A los deportes o las actividades extracurriculares? No. Debemos echarnos la culpa a nosotros mismos: padres, maestros y hacedores de políticas.

Nosotros, como padres, tenemos la responsabilidad no sólo de dejar al chico en la puerta de la escuela y pasarlo a buscar. Eso funcionaba en otra época. Pero ahora el chico está bombardeado de estimulantes visuales, gráficos, que no sabe procesar solo.

La base sigue siendo la enseñanza de la lectura. Si el chico aprende a leer, puede llegar a entender. Pero si no sabe o no entiende lo que lee, pierde conexiones, no puede hacer transferencias de conocimientos en las distintas áreas de su cerebro, no puede inferir o deducir. Sus ojos y su cerebro deben procesar imágenes y mensajes que no siempre puede interpretar.

La solución es tan simple que a veces duele que se la ignore a propósito: la lectura.

Leer nos permite aprehender conceptos de elementos tangibles e intangibles. Leer nos despierta nuestros sentidos, porque nuestros ojos nos muestran palabras que en nuestra mente toman distintas formas y colores. Nos hace sentir un frío en la espalda, gozo, alegría, miedo. Nos permite preguntarnos –si la historia es buena– cómo terminará, qué pasará con los personajes, por qué alguien actúa de determinada manera, dónde sucede la historia, y cuál es la moraleja que debemos recordar.

La lectura nos permite aprender las otras áreas de estudio: la matemática (si no se sabe leer los números y los signos, no se podrán hacer las operaciones necesarias y nunca se llegará al resultado correcto), la geografía (de dónde vienen los nombres de las provincias, los ríos, las regiones), la biología (aprender cada parte de nuestro cuerpo, nuestros órganos, las funciones de ellos, reconocer los nombre de las plantas autóctonas, etcétera), la música (otro idioma en sí misma, con reglas que nos permiten interpretar y hasta componer, si la sabemos leer).

La lectura es el mapa que necesitamos en cada etapa del aprendizaje. Nos ayuda a entender; a responder preguntas que ni siquiera sabíamos que tendríamos; a proyectar hacia el futuro. Y debemos enseñar a los chicos de hoy que a veces el GPS automáticamente nos indica un camino –uno solo– que alguien alimentó en su sistema, pero que nosotros también debemos ser capaces de usar nuestro cerebro, nuestro propio sistema de datos, para llegar a destino sin ayuda de un aparato. Que debemos observar, escuchar a otros, que quizá hay más de un camino para llegar a un lugar determinado. Que eso de la inteligencia artificial es interesante, fascinante y hasta útil, pero que todavía los seres humanos podemos pensar genuinamente con nuestros propios sentidos (y no artificialmente).

* Licenciada en Sociología

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