El libro Mitologías fascistas: cuando la política se opone a la razón
El mito, diría Hans-Georg Gadamer, apenas nos otorga la posibilidad de ser testigos de un destino extraordinario, irrepetible e incluso incomprobable. Por eso, por su distancia con la realidad que vivenciamos a diario, debiera ser incompatible con la política, cuyo objetivo es analizar a fondo esa realidad, desmenuzarla y buscar el modo de transformarla.
Sin embargo, como bien analiza Federico Finchelstein en Mitologías fascistas. Historia y política de la irracionalidad en Borges, Freud y Schmitt, “el mito lo era todo para el fascismo”, al que se puede definir, de hecho, como “una filosofía política que asigna un valor mítico absoluto a la violencia y la guerra en el ámbito político”.
En otras palabras, para el fascismo, sin mito no hay política. Necesita del relato mítico para hacer política, al que valora más que los crudos datos que arroja la realidad. Siempre es complejo explicar la realidad y la solución política más viable para las cuestiones acuciantes que allí se detectan; en cambio, el mito siempre “ofrece una respuesta simple y directa para los problemas y las ansiedades del presente”. Siempre resulta intrincado explicar los procesos históricos que se coligaron para generar las tensiones sociales que nos toca solucionar; por ello, suele preferirse una “memoria falsa” del pasado, un mito fácil de entender y de aceptar por gran parte de la sociedad.
Comprender el mecanismo que hace posible esta manipulación política tanto del pasado como del presente hoy se ha tornado imprescindible porque, en más de un sentido, el populismo bien podría ser definido como el “fascismo posible” para nuestro tiempo.
Finchelstein, especialista en la materia, con varios libros sobre fascismo y populismo en su haber, resume aquí las visiones críticas de dos contemporáneos del fascismo. Por un lado, Sigmund Freud, quien analizó los mitos fundaciones del fascismo en, por ejemplo, Moisés y la religión monoteísta, entendió al psicoanálisis como una práctica antifascista y calificó al líder fascista como “un narcisista extremo que desea que se lo ame por fuera de los límites de la ley”.
Por otro, Jorge Luis Borges, quien supo abordar al fascismo con “profunda ironía” y llegó a presentarlo casi como el reverso de la literatura: si la ficción requiere que el lector deje en suspenso su incredulidad para creer en las alternativas del relato, y de ese modo percibir como verdadero algo que no lo es, el fascismo exige lo mismo para reemplazar “el mundo real por ideología” y convertir “la verdad en mentiras”.
En la vereda opuesta se ubica Carl Schmitt, quien contribuyó a la teoría fascista del mito al vincularlo con lo teológico y lo histórico.
Así, Finchelstein nos enseña que el análisis y la razón son las herramientas ideales para contrarrestar cualquier discurso fascista.
- Mitologías fascistas. Historia política de la irracionalidad en Borges, Freud y Schmitt. De Federico Finchelstein. Editorial Taurus. 192 páginas. $ 11.699
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