La Voz del Interior @lavozcomar: El ignoto inventor de hábitos

El ignoto inventor de hábitos

Son muchos los padres y madres que reaccionan con frustración, desánimo y hasta perplejidad ante hijos que los miran extrañados cuando se les pide bañarse, cepillarse los dientes, abrigarse de acuerdo al clima o, simplemente, comer sentados alrededor de una mesa.

Frustración por sentir que no sirvió lo enseñado; desánimo por tener que reiterar los beneficios de la higiene, y perplejidad ante la nula iniciativa de los mayorcitos.

Contarles historias, siempre fascinantes para los chicos, quizás ayude en este aspecto de la crianza.

Historia como la de Abu l-Hasan Ali ibn Nafi, personaje vinculado al origen de hábitos domésticos.

Conocido como Ziryab (“mirlo” en árabe) por su color de piel, marcadamente oscuro, el carácter refinado y la dulzura de su voz, nació en Mosul, Califato abasí, en 790.

Desde temprana edad desarrolló sobresalientes habilidades artísticas que, en poco tiempo, lo instalaron en la corte del califa Abderahman II, en Al-Andalús.

Allí brilló como músico creativo e innovador, aunque su legado perdura en usos cotidianos, según el historiador argelino Ahmed Mohamed al-Maqqari, autor de una monumental obra literaria sobre la época.

Ziryab revolucionó las costumbres alimentarias modificando un hábito que se remontaba a la antigua Roma de servir la comida en bandejas apoyadas directamente sobre las mesas para hacerlo en platos individuales y sobre manteles.

No satisfecho con ello, Mirlo dividió el menú en tres platos sucesivos: la sopa, el principal y el postre. Para las sopas propuso cucharas de madera; pinchos para las carnes, y habilitó las manos sólo para “pasteles de nueces, almendras y miel, frutas perfumadas con vainilla y demás delicias”.

Asegura al-Maqqari que Ziryab buscaba “establecer el orden evitando la mezcolanza de manjares”.

Para las bebidas impuso copas de cristal, más adecuadas que las de metal para conservar los sabores.

(Bastaría con explicar a los chicos el origen remoto del orden alimentario para que, tal vez, se sintieran en deuda histórica).

Mirlo abordó además la higiene corporal. Sugería baños diarios y el uso de lociones desodorantes. Incluso ideó una pasta de dientes “de agradable sabor” a partir de una mezcla de hierbas.

(Incontables docentes de primaria, cuyos alumnos anuncian su pubertad esparciendo potentes aromas en el aula, celebrarían estos inventos del joven revolucionario).

Fue en pleno siglo VIII cuando Ziryab inició la moda de vestir diferentes atuendos acordes al clima, rompiendo la monotonía vigente.

(De reinstalarse, podrían evitarse las sofocaciones y picores que causan algunos uniformes escolares durante los meses cálidos; o el frío en las piernas durante el invierno).

Otra idea fue lavar el cabello con sal y aceites perfumados, y realizar “nuevos peinados cortos y el afeitado de la barba en varones en crecimiento”. Todo, para combatir los incesantes piojos.

(Dato de extrema utilidad para muchos adolescentes cuando preguntan: “¿Otra vez el pelo?”).

Gran sorpresa produjo Mirlo al recuperar el ajedrez como juego táctico y estratégico.

Prohibido por anteriores califas ortodoxos por “distraer de la lectura sagrada”, el joven Ziryab convenció al nuevo gobernante de sus beneficios intelectuales, y de inmediato fue nombrado maestro.

(No pocos chicos y chicas actuales descubren cuánta concentración e inteligencia consiguen con juegos como el ajedrez; algunos, hasta postergan pantallas).

La historia de Ziryab podría seducir (como todos los cuentos) a recuperar hábitos sencillos perdidos u olvidados.

Y les ayudaría a comprender un principio de justicia con sus mayores: no todo lo que se les pide es capricho, sino historia pura.

* Médico

https://www.lavoz.com.ar/opinion/el-ignoto-inventor-de-habitos/


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