El gran viaje de Iván Singh, el guitarrista cordobés que juega en las grandes ligas del blues en Chicago
El cordobés Iván Singh está haciendo historia en Chicago, la cuna del blues, el género que él viene tocando casi desde que tiene memoria. El guitarrista y cantante consiguió, a sus 31 años, su pase a las grandes ligas apadrinado por leyendas como el mismísimo Buddy Guy, en cuyo club toca habitualmente.
Tras cinco años sin volver a la Argentina, y con aventuras dignas de un trotamundos, Singh estuvo este verano en Córdoba para tocar en La Casita del Blues dentro del Cosquín Rock, y en el Bebop Club de Buenos Aires.
Antes de volver a Chicago, pasó por VOS para hablar del “sueño americano” que, tras mucho esfuerzo, empezó a hacerse realidad para él.
Un “latin blues man”
Sombrero, camisa abierta con el pecho al aire, jeans rotos y botas con cuero de víbora blancas (en juego con la correa de su viola). Así llega Singh a la Redacción, acompañado de su novia norteamericana y de sus guitarras.
Una, su fiel compañera: la “batata”, ni más ni menos que una vieja lata de dulce de batata reconvertida en guitarra de cuatro cuerdas, con una afinación especial. Esa es su marca de presentación, aunque desde hace un año también es guitarrista de Gibson, usando una impactante Flying V.
Pero el viaje de Iván comenzó hace cinco años en Suecia, donde había conseguido una visa de Work & Travel. Aquel país no era un buen lugar para tocar blues.
“Tenía que ir hasta Dinamarca, o sea, a otro país, todos los jueves para tocar. Agarraba la bicicleta, cruzaba todo un campo, la dejaba en la estación de trenes, cruzaba de Malmö a Copenhague, y tocaba en un club de blues que se llamaba Mojo. Ganaba unos mangos, y me volvía, otra vez en tren y en bicicleta”.
Después fue a España, donde se quedó un año y medio, y luego recaló en Londres, donde lo agarró la pandemia. “Yo la verdad me quería volver a Argentina. Ya me estaba quedando sin plata, pero no se podía volar de Londres acá. Entonces un amigo me dice de ir a México, a un lugar que todavía lo tengo en mi corazón que se llama Puerto Escondido, en Oaxaca. Me quedaban unos 600 euros, no tenía un mango para Europa, pero con esa plata en México tiraba bien”.
El salto a Estados Unidos y los golpes de suerte
Ahí lo vio tocar un productor yanqui que lo invitó a un festival en Nueva York. Él aprovechó esa chance para desempolvar unos contactos que tenía de dos veces anteriores que había ido a Chicago, la cuna del blues. Habló con la gente del Tony de Rosas Lounge (“todavía sigo tocando ahí, pero ahora hacemos sold out”), un club de culto que este año cumple 40 años de historia.
“El encargado me dijo: ‘Venite, no te puedo ofrecer mucho, pero podés dormir en el piso de arriba. Te compro un poco de peanut butter (manteca de maní) y pollo para que tires, y tocás. Te puedo poner con las leyendas como opener (telonero)”.
Se iba a quedar por una semana, pero le ofrecieron quedarse un mes para hacer más shows. “Yo veía que cada showcito ahí me rendía 10 veces más que en México”.
La suerte volvió a estar de su lado. En uno de esos shows conoció a Johnny Slim, que es el MC (maestro de ceremonia) de Buddy Guy. “Me dijo ‘vamos a reabrir el Legends, el club de Buddy Guy. ¿Por qué no te venís el miércoles?’”.
Y ahí fue la primera vez que pudo tocar con el icónico guitarrista, sin saber que Buddy iba a estar ahí. “Me dicen ¿podés tocar un par de temas hasta que llegue la banda? Y sí, el tipo cuando no está de gira va a su club. Se sienta en una esquina, toma su coñac y observa. Y bueno, yo estaba tocando una nota y lo miraba buscando aprobación. En una de esas veo que se para y yo pensaba que se iba a ir. Pero después veo que el tipo estaba en realidad caminando al escenario, se subió y cantó unos blues con nosotros. Y ahí fue como un clic para mí”.
Hoy puede decir que aquel fue un momento decisivo en su vida. “El mánager del club me dijo: ‘A Buddy le gustó lo que hiciste, queremos algo así, fresco, está bueno la batata, sos latino’. Ahí fue como un (chasquea sus dedos en el aire) american dream. Porque ahí empezó todo, viste”.
El equipo de Buddy Guy lo empezó a ayudar a gestionar su estadía legal en Estados Unidos, con cartas que avalaban su trabajo y ratificaban que querían contratarlo.
“Incluso conseguí el apoyo de Dave Guerrero, que es un artista increíble, por el cual conocí a Gary Clark Jr., y de John Primer (fue guitarrista de Muddy Waters) y de Billy Branch. Todos ellos, sin realmente conocerme mucho porque me habían visto en un show y yo, con el mejor respeto que podía en esa situación que es un poco desesperante, les pedí si me podían dar una mano”.
–¿Por qué diste tanta vuelta para ir a probar suerte allá, y buscaste por otros lados antes?
–Siempre deseé estar en Estados Unidos tocando, pero… el psiquis es muy raro. Yo en algún punto, inconsciente o conscientemente, nunca me sentí suficiente para ese mercado. Y pensaba que Europa iba a ser más fácil para mí y de última, pivotear, ir a aprender y volver. Yo pensaba que al ser negrito, latino, y tocar con una lata de dulce de batata con cuerdas, no estaba al nivel de eso. En realidad fue absolutamente lo contrario: todo eso fue lo que a mí me dio la oportunidad de poder destacarme al lado de artistas que tenían todo lo otro. Entonces, yo cantaba y por ahí decía los verbos al revés, y a la gente le encantaba. Cada vez que digo, y sigue sucediendo, algo en español, hay aplausos y gritos.
–¿Qué publico te va a ver allá?
–En el club de Buddy toco habitualmente una vez al mes. Al principio tocaba todas las semanas. Ellos tienen varios formatos: el acústico, el opener y el headliner. Al comienzo sólo hacía acústicos y opener de buenos artistas, como John Primer, Billy Branch, de gente con la que podía matchear también el público. Y me empezó a ir bien y ya hace un año que hago sólo como headliner. Hago un sábado al mes y nos va muy bien, metemos mucha gente. Van muchos afroamericanos, latinos y chicas. Armé mi banda con siete músicos, e hicimos el openning para el mismísimo Buddy Guy dos días antes de que me viniera para acá.
Comprendió el “business”
Singh entendió el negocio y las distintas etapas que tiene que cumplir un músico para tener una carrera exitosa en la industria norteamericana. Así armó un show que “empieza pagando respeto, como dicen allá” a la raíz bluesera, pero desde un lado que él autodenomina como hoochie coochie latin boy, y después lo lleva a lo latino.
–Vos el toque lo tenías desde que estabas acá, pero ahora veo que ganaste otro peso en escena. Estás con otra actitud, más seguro. ¿Los trucos ya los tenías, pero ahora hacés un “show de magia” completo?
–Sí, yo digo que es el showcase de Estados Unidos. Es un mercado complejo donde tocar bien es fundamental y lo principal, y a partir de ahí, es ver qué tenés vos para dar. Ahí viene cómo te ves, que lo importante es que seas llamativo, o bien porque seas lindo, seas raro, tengas un sombrero o lo que sea; después tenés que poder cantar y hacer un buen show, y el último pasito que ya te puede poner en la primera A es que además puedas escribir buenas canciones. Yo como que entendí ese A-B-C-D-E, de cómo trabajar en Estados Unidos.
Iván dice que en la guitarra se siente como pez en el agua, y que mientras menos piensa, mejor toca. “Hace mucho que yo ya hice el ejercicio de no ver más el mástil. Siempre estoy o mirando para arriba o muy concentrado en mi cabeza, pero no lo veo en el mástil, lo estoy viendo delante de mí, como si fueran dibujitos”.
Lo que sí hizo fue enfocarse mucho en aprender a cantar, por más que él sabe que siempre será “un guitarrista que canta”. “Todo eso terminó de matchear el producto en vivo, ahora mi gran trabajo es poder proyectar eso en álbumes”, dice.
Mucho tuvo que ver en esa maduración su relación con Buddy Guy, el gran guitarrista que lo ha apadrinado. Como para dar una idea de la relevancia de Guy, él es el ídolo de Keith Richard, de los Rolling Stones. “Yo siempre lo trato con mucha delicadeza, respeto y amor. Cumplió 87 años ahora. Lo vi tocar muchísimo en toda su expresión, y vi cómo él maneja el show. Absorbí mucho de ahí”.
Su viaje por la India
El año pasado, el cordobés volvió a tener una increíble señal del destino, cuando fue elegido para formar parte de la delegación de Chicago que encabezaba Buddy Guy en el Festival de Blues de Bombay, en la India, en febrero de 2023.
Fue un encuentro musical en el que participaron otras leyendas vivas, como Taj Mahal. El año anterior había estado Joss Stone, y otras veces habían viajado Susan Tedeschi, Derek Trucks y ZZ Top.
“Antes de ir yo pensaba que no iba a haber forma, era un festival al que fueron todos mis ídolos…, pero sucedió”.
En la India vivió una explosión, además porque él tiene raíces hindúes por su apellido. La edición de aquel país de la revista Rolling Stone le hizo una extensa entrevista, y tocó con su banda completa ante 10 mil personas, además de tocar también como invitado de Buddy Guy juntos sobre el escenario.
Eso también le abrió nuevamente las puertas a Europa, adonde fue a tocar tres veces durante 2023.
“Después de eso pude comprarme mi primer Mustang, porque espero que vengan varios (risas)”. Por lo pronto, ahora también se pudo comprar y customizar una Harley Davidson.
La lección de vida de Buddy Guy
Hay una muy buena anécdota de la primera vez que Buddy Guy lo invitó a su casa, y cómo una lección de cocina se transformó en lección de vida.
Mientras él quería preguntarle de las guitarras, y él le estaba enseñando a hacer un gumbo, que es una comida tradicional de Luisiana, le empezó a preguntar los pasos, a ver si había aprendido.
“´¿Cuánta sal y cuántas especias le puse?’, me pregunta, y le digo: ‘No sé, yo te vi como que agarraste y le tiraste así a la mano’. Me dice: ´Bien, vos le tenés que poner lo que a vos te parezca, lo que vos sientas. Lo mejor que te puede pasar es que encuentres tu propio sabor´. Ahí me miró y me dijo ‘Yo siempre quise sonar como B. B. King, y lo mejor que me pasó es que soné como Buddy Guy´, y ahí yo entendí el clic de que tenés que ser vos, contar tu propia historia y nombrarte desde tu lugar”.
Eso le dio una confianza extra. “Es lo que me inspira también a poder pararme al lado de mis ídolos y tocar, porque, obvio que me recontracago, pero si vengo de tan lejos, y represento toda la historia que yo mamé al principio, que es Pappo, Botafogo, Manal, Skay, todo el rock y la guitarra argentinos, y los puedo poner en un escenario al lado de las leyendas propias de la historia de la guitarra, como Buddy Guy y Taj Mahal… siento que es como dice el blues: ‘I’m a man and I’m ready’ (soy un hombre y estoy listo). Chicago y Estados Unidos me terminaron de formar, y yo me terminé de encontrar allá”.
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