¿El fin de los cementerios tradicionales? Decae el uso y cada vez menos gente paga las tasas
Los cementerios municipales tradicionales, repletos de construcciones y de pasillos, remiten a una imagen más ligada al pasado que al presente. Y menos, al futuro. La aparición de los cementerios parque y el creciente uso de los servicios de cremación han diversificado la oferta de opciones.
En ese marco, para los municipios de las ciudades y pueblos los viejos cementerios suman desafíos y problemas.
Numerosas municipalidades vienen reclamando, y cada vez más, el pago de tasas pendientes por panteones y nichos en sus cementerios. La mora crece con el tiempo: a veces, corresponden a contribuyentes o familias que no viven en ese lugar o que no les interesa seguir pagando por el mantenimiento y los servicios de sitios de entierro de familiares ya lejanos. La situación de crisis económica seguramente hace también su aporte.
Si no se paga, corresponde el cese del servicio. Las intimaciones son cada vez más. Pero no parecen solucionar demasiado.
Un cambio cultural impacta fuerte en la relación con nuestros muertos: para las nuevas generaciones, un cementerio ya no tiene el mismo valor simbólico que para las anteriores. Una opción, para quien deja de pagar, es vender el panteón. Pero algo que era más frecuente hasta décadas atrás, ya no resulta sencillo: la demanda casi se extinguió, por las mismas razones del cambio cultural. Así, el deterioro de las necrópolis de cemento se va acentuando.
Por ejemplo: el caso de Jesús María
En Jesús María, el director de Recursos Tributarios del municipio, Pablo Fassi, confirma que se da una tendencia al olvido de los restos familiares en el cementerio. “Se ha ido diluyendo la responsabilidad en las generaciones más jóvenes. Muchos quizás ni siquiera saben que su familia tenía un nicho o panteón, que pagaba para su manutención a cargo del municipio”, señala.
“Hasta nos resulta incómodo encarar la gestión de la cobranza y muchísimo más difícil el cambio de titularidad porque la mayoría desconoce que cada espacio tiene una escritura o un boleto de compraventa”, añade Fassi.
En Jesús María se observan dos fenómenos más: frente a la muerte, la mayoría de los deudos prefiere el cementerio parque antes que el tradicional. Alcanza un dato: entre enero de 2021 y septiembre de 2023 las inhumaciones en el cementerio histórico fueron 58 contra 321 en el cementerio parque. El segundo es que hay muchísimas más cremaciones. Incluso se trasladan con frecuencia restos del cementerio al crematorio.
Como respuesta a ese fenómeno, la parroquia de Jesús María habilitó desde 2014 un cinerario, un espacio al ingreso del templo que tiene como misión recibir las cenizas de los difuntos. El párroco Mario Sánchez señala que realizan, en promedio, una ceremonia por semana para recibir las cenizas de entre uno y tres feligreses.
En San Francisco
Gustavo Rosso, propietario de una empresa fúnebre y socio del crematorio de San Francisco, apunta que actualmente casi el 30% de los servicios son por cremación. “A medida que pasan los años esa tendencia aumenta, y cada vez más se llevan las cenizas a destinos particulares que no son cementerios. Esto se acentuó tras la pandemia”, indica.
Para Rosso, el cambio de paradigma pasa por “cómo ahora la gente percibe la muerte”. Y acota: “Unos 40 años atrás la muerte se honraba mediante el tipo de mausoleo y con velatorios largos. Eso se fue modificando, y no tiene que ver con el amor por la persona fallecida”.
Rosso saca cuentas: el servicio de sepelio más cremación es más costoso que el tradicional, pero se paga por única vez a diferencia de un nicho en el cementerio que cobra una tasa municipal permanente.
En el municipio de San Francisco afirman que en caso de deudas de más de tres años por la tasa de su cementerio, una ordenanza les permite, mediante notificación fehaciente, exhumar restos y trasladarlos a un osario o fosa.
Como en Río Tercero
En el municipio de Río Tercero, el área de Cementerio precisa que en la actualidad son 7.546 los vecinos que abonan la tasa por nichos o panteones pero que “apenas paga en regla el 25%”. Y ese porcentaje va descendiendo con el tiempo.
Hace un par de años, el municipio realizó una intimación masiva a morosos de esa tasa. No pocos casos eran por deudas “de hasta 30 o 35 años”. Tras las intimaciones apenas se puso al día “el 10%”. Para el resto, se decidió “poner los restos en el osario”, el lugar del cementerio donde se entierran los que se retiran de nichos y panteones.
En Río Tercero, desde hace dos décadas se sumó la “oferta” del cementerio parque que creó la Cooperativa de Obras y Servicios, que hoy recibe la mayor parte de los difuntos. A la vez, se viene registrando un traslado de restos desde el cementerio municipal hacia ese otro predio. La entidad cooperativa tiene dos vías de cobro: a perpetuidad (un solo pago) o un abono mensual de mantenimiento, mes a mes y permanente.
Similar, en Alta Gracia
El cementerio municipal de Alta Gracia cuenta con unos 20 mil difuntos, en una ciudad que superaría los 55 mil habitantes. Walter Villarreal, su encargado, admite el cambio que se percibe y cómo impacta en el pago de la tasa para sostener el lugar. “Hay muchos que siguen pagando: es la gente mayor. Entre los más jóvenes se ve que buscan más la cremación”, explica.
“La gente más joven suele decir que a 25 años no saben si van a pagar, por eso no eligen nichos o panteones”, agrega.
En tierra, la concesión del espacio a diez años cuesta hoy a partir de los 13.500 pesos. En nicho, a 25 años, sale entre 12 mil y 17 mil pesos. Y la parcela en el cementerio parque a perpetuidad es de 106 mil pesos. Luego, la tasa anual de mantenimiento ronda los 2.800 pesos.
En Pilar y Río Segundo
Un empleado municipal de Pilar reconoce que muchas familias dejaron de pagar los nichos o panteones, por lo que debieron intimarlos.
“Muchos sacan los restos de sus familiares y los creman para dejar los panteones vacíos, devolvérselos al municipio y no tener que seguir pagando”, expone. Otros dejaron directamente de pagar y de cuidarlos, y entraron esos espacios en estado de abandono. “Es como si ya no importara”, señala.
El costo de la tasa anual es de entre seis mil y diez mil pesos. El cementerio de Pilar alberga los restos de unas 10 mil personas.
En su vecina Río Segundo, en cambio, el municipio dejó de cobrar la tasa por cementerio hace algunos años, por decisión del intendente actual, Dario Chesta. “Fue casi por una cuestión de humanidad. Un montón de personas no pagaba y debíamos dejarle notificaciones en los nichos o panteones”, relata una empleada municipal.
* Claudio Minoldo, Mariela Martínez, María Luz Cortez, Nicolás Albera y Augusto Laros
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