La Voz del Interior @lavozcomar: El fenómeno de los clubes de lectura: un fuego que no se apaga

El fenómeno de los clubes de lectura: un fuego que no se apaga

Un domingo de junio de 2024. Tres mujeres preparan un paraíso breve en un hogar. Hay velas encendidas, hay vino y comida. Leerán y conversarán sobre El corazón del daño, de María Negroni, un libro que empieza con una advertencia: “La literatura es la prueba de que la vida no alcanza, dijo Pessoa. Puede ser. Más probable es que la vida y la literatura, siendo ambas insuficientes, alumbren a veces –como una linterna mágica– la textura y el espesor de las cosas, la asombrada complejidad que somos”.

Entonces, Sol Aliverti, Laura Ascenzi y Violeta Brodsky dispondrán el espacio para el goce y a medida que avance el encuentro la imagen remitirá a una fotografía del pasado: personas sentadas alrededor del fuego –el fuego que enciende el lenguaje– para hablar de un libro. Cada 15 días el ritual se repetirá.

El club de lectura se llama “Paraísos breves” y Sol Aliverti, periodista y escritora, cuenta que surgió como necesidad de compartir un espacio donde la lectura y el disfrute fueran el eje gravitatorio de un encuentro.

“Con Violeta y Laura compartimos el oficio de la comunicación en diferentes ámbitos, pero nos unía, sobre todo, el placer por la lectura como núcleo de una experiencia estética, intelectual y gozosa, y nos interesaba la ampliación de esa experiencia. ¿Qué sucede cuando esa experiencia que es individual se comparte con otros? La idea de leer y de poner en común a la lectura en una mesa redonda, donde además podemos compartir la comida, se nos figuraba a las tres como un paraíso. Si es cierto que fuimos expulsadas de ese paraíso, entonces leer es una forma de retornar”, dice Sol.

El grupo de lectura tiene una cualidad ancestral, comenta Aliverti, y se remonta al comienzo de los tiempos cuando contarnos historias nos aunaba como comunidad. Bajo esa luz, consideraron que era necesario volver a esas rondas, a esos gestos, que van desde el placer por la lectura y una mesa compartida, hasta crear comunidad.

Por momentos, el siglo 21 parece un páramo en el que resurge la necesidad de encuentro y, sobre todo, la urgencia de la discusión de ideas. ¿Dónde está el origen de lo que hoy llamamos clubes de lectura o grupos de lectura? ¿Dónde encontramos ese fuego atávico? Un fuego que ilumina y que, a diferencia de los talleres de escritura, arde exclusivamente en el acto de leer, pensar y hablar con otros sobre lo leído.

En el contexto sudamericano y rioplatense, dice el historiador y novelista Federico Sartori, una de las causas de la Revolución de Mayo hace anclaje en las ideas de la Ilustración que llegan con la circulación de libros. A partir de allí, en el Río de la Plata y en el actual territorio argentino, aparece esta necesidad de lecturas compartidas, no solamente desde el placer, sino también como transformadoras de la realidad social y política.

El auge de los clubes de lectura. Ilustración de Leicia Gotlibowski para el suplemento Cultura.

Construir, sostener y compartir

“Nos reunimos una vez por semana, durante una hora y media, para leer en voz alta diversos textos (poemas, cuentos, crónicas, fragmentos de novelas, etcétera) y charlar sobre lo que detone esa lectura. Ese sería el punto de partida, pero el espíritu es estar atentos a lo que sucede, no trabajar con un plan estricto sino con una inclinación que nos permita reorientar la cosa e ir hacia donde reclama ese momento específico. A veces hablamos mucho, a veces poco, a veces sólo de literatura, a veces de la vida. Creo que esa disponibilidad de ir hacia donde nos lleve el encuentro es parte del hueso del taller. Por otra parte, construir y sostener y compartir un espacio que se mueve con una lógica distinta es algo que me parece importante y que, si la cosa funciona, puede convertirse en un refugio en tiempos tan duros”, dice la escritora Eugenia Almeida.

¿Qué leen en el grupo que propone? Los primeros que se le vienen a la mente son Italo Calvino, Christian Kupchik, Selva Almada, Laura López Morales, Alejandra Kamiya, Isidoro Blaisten, Elena Anníbali, Liliana Colanzi, George Simenon, María Gainza, Patricio Pron, Rosario Castellanos, Jorge Gutiérrez Reyna, Cristina Rivera Garza, Fabio Morábito, Sergio Ramírez, Alice Munro.

Para algunos de los talleristas, Almeida destaca que el taller es un modo de conocer nuevos autores. Para otros, es un modo de asegurarse el momento de lectura. Este último punto coincide con lo que observa el escritor Martín Cristal en su grupo y que confirma con una breve encuesta que hace al inicio del año.

Al grupo llegan personas que por diversas razones se alejan de la lectura y cuando van a la librería no saben qué agarrar: han perdido sus referencias y entonces buscan –y finalmente encuentran– una orientación. Hace 10 años que lleva adelante “Pura Lectura” (en Librería del Palacio) y comprueba que las personas vuelven a reconectarse con la literatura. Hay votación grupal para decidir lecturas, hay discusión de ideas, hay comunidad, hay ritmo.

Explica Cristal: “Lo más importante que cambia a lo largo del año es que la mayoría de los lectores va dejando a un lado algunas supersticiones respecto de la lectura. Esto de que si empezás un libro lo tenés que seguir sí o sí, que no lo podés abandonar aunque no te esté gustando, que no podés opinar de un libro si no lo leíste completo, que no se pueden leer dos libros a la vez, que un libro de un autor clásico te tiene que gustar sí o sí, que algo le tenés que encontrar. A medida que la gente va incorporando herramientas de lectura, contrasta su parecer con el de otras personas, y ve que los modos de leer son diversos, a partir de ese ejercicio la gente se va soltando y se va animando a leer más desprejuiciadamente”.

Leen narrativa contemporánea y se sumergen en océanos diversos mediante recortes: policiales nórdicos, premios nóbeles, literatura no realista, autoras latinoamericanas, coreanas, y la lista sigue.

El auge de los clubes de lectura. Ilustración de Leicia Gotlibowski para el suplemento Cultura.

Te cambia la vida para siempre

“A principios del siglo 20 surgen en Córdoba numerosos círculos vinculados con la difusión de ideas y, en el caso literario, dos de los más famosos son el Ateneo de Córdoba (de la Universidad de Córdoba, epicentro de la circulación de ideas) y el Ateneo del Monserrat, que permiten una circulación de libros de manera transversal, donde se construye un saber social”, dice Federico Sartori.

Sartori nos trae la historia del molinero friulano acusado de hereje por traer ideas contrarias a la fe –recogida por el historiador Carlo Ginzburg en El queso y los gusanos–, que gracias a la imprenta puede alcanzar la lectura.

“De ese modo, este molinero puede empezar a cambiar su propia mentalidad, y su modo de interpretar la realidad. Y lo agarran intentando compartir esas ideas nuevas que pueblan su mente. Se transforma en una verdadera revelación. A todos nos ha pasado con algún autor que te cambia la vida para siempre o que te salva, por qué no, que al leerlo podés comprender el mundo de otra manera, como una epifanía”, dice Sartori.

Y hablando de épocas anteriores hay una figura que rescata el escritor Javier Quintá (en el grupo de lectura que lleva adelante en Bardos con Sebastián Paladini) un nómade lector que viaja en busca de lecturas.

Dice Quintá: “Creo que tiene que ver con el origen de la escritura, con el origen del poeta Bardo, el orador, pero también con estos caballeros que salían en busca de conocimientos y de libros en medio del desierto. Pensamos en el club de lectura con una dinámica mensual de cuatro encuentros ya sea para conocer un autor o para desarrollar una temática”.

Empezaron con David Foster Wallace y desarrollaron el curso en una plataforma donde se comparte material para abordar al autor y encuentros por Zoom de una hora donde conversan y guian la lectura grupal. “Leímos a Yasunari Kawabata y luego hicimos el eje temático La pareja está en crisis”, dice Quintá. También leyeron a Alejandro Zambra, a Claire Keegan, a Martín Kohan. Próximamente, el nómade lector irá tras Roberto Bolaño.

Como diría el psicoanalista e investigador Guido Coll (quien lleva adelante un grupo de trabajo y lectura sobre las referencias literarias en Lacan en la secretaría de extensión de la UNC) poner en común la propia experiencia con el lenguaje es el lazo social más exquisito, más logrado. Guido dirá: A veces uno necesita del otro para dar ese paso, ese empuje, donde se pone en juego la sustancia del lenguaje.

Leer en comunidad para poner en juego la sustancia del lenguaje. El lazo más exquisito.

Algunos clubes de lectura

“Pura lectura”, grupo de lectrores. Coordina Martín Cristal. Modalidad presencial, los días martes de 18 a 20, en Librería del Palacio (Ituzaingó 882, Nueva Córdoba). Cupo limitado. Más información en puralectura.wordpress.com, a través de Facebook e Instagram, en @libreriadelpalacio. Por Whatsapp, al 3512000058.

Club de lectura “Bardos”. Coordina Javier Quintá. En julio: “Encuentros con la literatura Latinoamericana #1 Roberto Bolaño. Inicia el 2 de julio. Cuatro encuentros por Zoom, de 19 a 20. Lunes 8 y martes 16, 23 y 30 de julio. Las clases se graban para quienes no puedan asistir. Más información en somosbardo.com o al mail info@somosbardo.com

Club de lectura “Paraísos breves”. La apuesta se renueva mes a mes con un libro y una temática nueva que se envía antes del encuentro, junto con algunas propuestas de lectura. Incluye copa de vino + appetizer. Coordinan Sol Aliverti, Laura Ascenzi y Violeta Brodsky. Más información en el Instagram paraisosbreves.

Taller Psicoanálisis y Literatura. Coordinado por Guido Coll. Información en psicoanalisisyliteratura.unc@gmail.com y en Instagram en psicoanalisisyliteratura.unc.

Taller de lectura coordinado por Eugenia Almeida. No hay vacantes para este año. Para consultas o lista de espera para 2025, escribir a eugeniaalmeida72@gmail.com.

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