El Cucú de Carlos Paz cumple 65 años, y no se jubila
Todos los días del año, salvo lluvia torrencial, alguien pasa por el reloj Cucú de Villa Carlos Paz y se toma una fotografía. Eso se multiplicó por miles y miles con la llegada de los celulares con cámara y en temporada alta es muy común pasar por la esquina del bulevar Sarmiento y avenida Uruguay y ver a cientos de personas enfocando hacia la puertita de la casa de madera de la que cada media hora se asoma el pájaro más famoso del valle de Punilla.
Este 25 de mayo, uno de los íconos turísticos más visitados de Córdoba cumple 65 años y lo celebrará con su pueblo y los descendientes de quienes lo pensaron como una posibilidad de atraer a más turistas para ese sector de la ciudad.
Eldor Bertorello es un gran buscador de las historias de esta ciudad, que hoy es una de las más habitadas de la provincia pero que por aquellos años era apenas una villa con familias que se habían asentado en busca del buen aire y la tranquilidad serrana. Eldor asegura que la idea del Cucú surgió de un grupo de vecinos de la comisión de Fomento y Turismo. “Querían hacer algo para que los visitantes vayan a esa zona más postergada a la que le llamaban ‘la otra banda’ del río”, cuenta.
Por entonces, a mediados de la década de 1950, había un grupo importante de alemanes que se había asentado en Carlos Paz después de la Segunda Guerra. La mayor parte trabajaba en la Fábrica de Aviones de Córdoba o en la industria automotriz. Entre ellos estaban Carl Plock y Ulrich Schnaak , que decidieron abrir una fábrica de relojes en Villa Carlos Paz. En 1957, desde una comisión vecinal los invitaron a construir un reloj de gran tamaño y aceptaron el desafío.
“Lo hicieron y los mismos vecinos de la comisión de Fomento y Turismo juntaron plata con rifas y actividades. Hubo mucha gente que donó materiales o trabajo”, afirma Bertorello, quien rescata que el espíritu de la época era el del empuje con sentido comunitario para una localidad en la que estaba todo por hacerse.
Testimonios
En un libro, el germano Plock brindó detalles sobre la construcción: “Como apoyo (zócalo) pensé en una especie de pirámide sin punta, sobre la cual apoyaba la casita con su esfera de números. En total tendría una altura de 7,50 metros. Lamentablemente no conocía (si es que había alguno) un reloj de tamaño semejante, sino hubiera sido más fácil, incluso hacerlo más alto”, señala en su libro Así fue mi vida: dos guerras mundiales y después Argentina”.
El ingeniero explicó: “Se había pensado un hoyo de 5 metros debajo de la construcción, para que la maquinaria funcionara con las pesas. El martinete con la sonidera y los movimientos del Cucú los hice funcionar con un motor eléctrico de medio HP”.
Y siguió el detalle: “Toda esta maquinaria se construyó manualmente en mi taller. Las ruedas dentadas tenían 60 y 70 cm de diámetro y las fresaron en Córdoba. El Cucú lo tallé yo mismo, tenía más o menos un metro de largo. Las cifras del cuadrante de las horas las realicé en el taller de carpintería de Inoccente Persello. Para el mecanismo de per
sión evalúe varios sistemas optando finalmente por uno autorregulable. Como gong para las campanadas colgamos un pedazo de riel contra cual pegaba un martillo, las pipas de los fuelles para el sonido las realizamos a escala de acuerdo a los relojes”.
Fue el 25 de mayo de 1958 cuando el pueblo de Carlos Paz inauguró el que sería con el tiempo uno de sus sitios más visitados por miles y miles de turistas. Además, se constituyó en un emblema cordobés.
Bertorello recuerda que ese día no hubo discursos de autoridades si no que un vecino, don Leandro Serna, el más locuaz, fue el que hizo uso de la palabra en una sencilla ceremonia.
Nadie imaginaba entonces que ese pájara volaría tan alto y durante tanto tiempo.
El cuidador
Detrás de la casita del Cucú está la puerta por la que casi todos los días entra el actual cuidador del reloj, Jorge Alberto Quinteros.
“Empecé a trabajar el 3 de enero de 1994, hace casi 30 años. Trabajé con el señor Falcon como ayudante de la fotografía y llegué a conocer a Plock, que construyó el Cucú y a su empleado, Hugo Rivero, de quien aprendí todo lo que sé”, cuenta Jorge a La Voz.
Jorge es quien le da cuerda al reloj cada seis días y quien mantiene bien aceitado el mecanismo que cumple 65 años en funcionamiento. Y que en estilo, maquinaria y funcionamiento es igual a cuando nació.
La Voz estuvo en el interior de la “casita” donde funciona la máquina que hace marchar al reloj y la parte eléctrica que activa cada salida del pajarito para la foto más buscada.
Allí adentro todo está como era entonces, hace 65 años, y como lo describió su creador al detallar el modo en que lo construyó.
“Trabajé toda la vida aquí como fotógrafo y después quedé a cargo del mantenimiento del reloj”, afirma Quinteros, actual cuidador para el municipio.
Recuerda, por ejemplo, las dos oportunidades en que, durante sus años de trabajo, el Cucú sufrió robos o atentados. De ambas, salió indemne. Y sigue andando.
Hoy, la ciudad se vestirá de fiesta con un desfile patrio por el 25 de mayo. De paso, celebrará los 65 del Cucú, sin jubilarlo. Ni mucho menos.
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