El avance de la pobreza
La pobreza en Argentina engloba, en promedio, al 40,6 por ciento de los ciudadanos. Es la cifra que informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) para el primer semestre del año.
Es casi idéntica a la de 2020 para el mismo periodo, que luego se ubicó en el 42 por ciento.
Pasado el efecto de la cuarentena, la pobreza parece estabilizarse alrededor del 40 por ciento.
Para analizar la cuestión con cierta perspectiva, observemos la serie estadística que se generó a partir de 2016, cuando se normalizó el Indec: entonces, la pobreza rondó el 32 por ciento; alcanzó un piso en el segundo semestre de 2017 del 25 por ciento, y luego volvió a subir para ubicarse, desde el primer semestre del año pasado, por encima del 40 por ciento.
Como siempre ocurre, hay conglomerados urbanos que arrojan números que están por encima del promedio nacional.
Los casos más dramáticos son Concordia (56,1 por ciento), Gran Resistencia (51,9 por ciento), Gran Santa Fe (50,5 por ciento), y La Banda, en Santiago del Estero (50,2 por ciento), entre otros.
Un escalón por debajo de ese grupo se encuentra el Gran Córdoba, donde la pobreza alcanza al 46,6 por ciento de los habitantes. Más de 700 mil personas.
Nuestra pobreza, como se mide sólo por ingresos, está estrechamente vinculada con dos variables socioeconómicas: la inflación y la precariedad laboral.
La crisis que se abrió en 2018, y aún continúa, combina una alta inflación, con el consiguiente aumento de la canasta básica, y un deterioro del mercado laboral, con una significativa caída del poder adquisitivo de los salarios. El resultado está a la vista: más pobreza.
El gran problema del mercado laboral argentino no es tanto el desempleo como la informalidad.
Para quienes trabajan en negro, son cuentapropistas o viven de changas, los aumentos de las paritarias no rigen.
Por el contrario, cuando se restringe la actividad económica, ellos son los primeros que sienten el cimbronazo en sus bolsillos.
Y si a esa merma en los ingresos se suma la inflación, el impacto se multiplica: la brecha entre el dinero que hace falta para superar la línea de la pobreza y lo que se obtiene se agiganta mes a mes.
Este sería el caso de los miles de cordobeses que cayeron en la pobreza. Como en la provincia hay una baja proporción de empleo público en relación con la cantidad de habitantes, y en el sector privado la informalidad es muy alta, cada vez son más quienes no pueden mantener sus ingresos a la par de la inflación.
El primer paso para frenar el crecimiento de la pobreza es bajar la inflación.
Aunque mucha gente siguiera ganando poco por un tiempo, no necesitaría constantemente más dinero para cubrir sus gastos.
El segundo paso es expandir la actividad económica con incentivos para crear puestos de trabajo. El Gobierno, sin embargo, se obstina en emitir y en aumentar el déficit fiscal, lo que acelera la inflación y agrava el problema social.
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