La Voz del Interior @lavozcomar: Ecos del Sinaí

Ecos del Sinaí

Nadie sabe con certeza qué fue lo que sucedió hace un poco más de 3.300 años en el monte Sinaí. La enorme masa de esclavos israelitas que habían dejado la opresión egipcia dos meses atrás pudo escuchar en primera persona del plural el inconmensurable sonido de la voz divina. La revelación se daba –por única vez en la historia– de modo masivo, ante un escenario único conformado por un pueblo novel, sediento de esperanza y de ley.

Algunos afirman que su contenido lo constituyeron los Diez Mandamientos. Otros suponen que solamente escucharon por boca del Creador los dos primeros, que son los únicos relatados desde un peculiar “yo”. Los cabalistas, por su parte, aseguran que el único sonido que finalmente se percibió fue el de la letra “alef”, letra con la que comienza la primera palabra del decálogo hebreo: “Anoji” (“Yo soy”). Una letra que curiosamente es muda.

Al finalizar ese texto bíblico, en el capítulo 20 del Éxodo, el versículo 18 señala un fenómeno extraño que hoy se denomina como “sinestesia” y que implica una especial sensibilidad de los sentidos para combinarse de un modo inédito. La Torá dice: “Todo el pueblo veía las voces, y las llamas, y el sonido de la trompeta, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se quedaron a lo lejos”.

Esa unidad de percepción en la que lo que a primera vista parece estar disperso y separado, pero se presenta a todas luces en un solo paquete (esa locución adverbial no es inocente…), es una pequeña muestra de lo que implicó ese instante sublime.

Nada existe en singular. Y nadie existe en singular. En todo caso habrá identidades individuales, pero el pliegue que concentra lo particular de mi ser es apenas un límite poroso y lábil que me conecta inexorablemente con todo el resto del universo, que, por si fuera poco, está teñido de una maravillosa y perceptible luz divina que a la vez lo contiene y me contiene.

Este secreto a voces lo celebramos a partir de esta noche en el pueblo judío con la festividad de Shavuot (Pentecostés), y una vez más nos posamos en aquel monte a fin de calibrar cada uno de nuestros sentidos para encontrar “sinestésicamente” en los mandamientos el enlace perfecto entre el amor y la ley.

Que ninguno falte.

* Rabino, integrante del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)

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