Dosis de esperanza
En tiempos complicados y convulsionados como los que estamos viviendo en nuestro país y en el mundo, se necesita recuperar la esperanza que ha sostenido siempre a la humanidad en los momentos más difíciles. Necesitamos también una dosis que refuerce la esperanza.
Según el catecismo de la Iglesia Católica (1818), la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de toda persona; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón a la espera de la felicidad plena y eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce al gozo de la caridad.
El pasado 27 de marzo se celebró el Día Mundial de la Esperanza. Se cumplieron dos años de aquel acontecimiento que nos conmovió a todos. En una plaza de San Pedro desolada y oscura, el papa Francisco se dirigía al mundo con la bendición urbi et orbi. Los gobernantes habían aislado buena parte de sus países para evitar la propagación del Covid-19. El mundo en shock esperaba expectante las palabras y la oración del Santo Padre.
Entre otras palabras, Francisco nos decía: “En esta barca, estamos todos, todos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que nos encontramos en la misma barca, todos frágiles y desorientados. Descubrimos que no podemos seguir cada uno por su cuenta, sino sólo juntos. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y de olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos. ¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”.
Lo que en aquel entonces expresó el Papa vale también hoy para un mundo lleno de guerras y discordias.
Ese momento extraordinario de oración en tiempos de pandemia ha inspirado el Día Mundial de la Esperanza. Es una iniciativa en conjunto de varias instituciones, entre ellas el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) y el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, junto con Cáritas de América latina y del Caribe.
El Día Mundial de la Esperanza es una invitación abierta a todos para recorrer juntos, más allá de las diferencias, un camino de construcción en acciones concretas. La colaboración interreligiosa por la paz y por la justicia ya es la mejor dosis de esperanza para nuestra humanidad herida.
* Sacerdote católico, miembro del Comipaz
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