Días de gloria para el Gobierno nacional
El Gobierno vive días de gloria y entusiasmo. Entiende que todo va por el camino correcto y que los resultados que se van obteniendo, sobre todo el índice de inflación decreciente, lo indican con claridad.
Hechos como el desplazamiento del jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Fernando Mengo, robustecen el apoyo popular, en tanto muestran un compromiso firme contra el uso abusivo de los bienes públicos en beneficio personal.
Esos privilegios fastidian al común de la gente, y su supresión le permite vislumbrar una inusual cuota de honestidad que acepta de buena gana como compensación a los padecimientos que sufre por el ajuste económico en marcha.
Gradualismo y “shock”
Una curiosidad determinante del éxito en la lucha contra la inflación consiste en que toda la estructura estratégica se asienta no en la libertad económica que se proclama, sino en una medida intervencionista, más propia de “zurdos” que de libertarios: el cepo cambiario.
El gradualista y timorato Mauricio Macri lo eliminó en la primera semana de su gobierno, mientras el bravío y frontal Milei promete hacerlo recién el año que viene, sin fecha precisa, pero se intuye que será después de los comicios de medio término.
Parece que el Presidente no confía demasiado en los resultados de la aplicación de la receta económica que proclama. No cree que la libertad cambiaria, al menos por el momento, sería beneficiosa para la economía y, sobre todo, para la estabilidad de su Gobierno.
¿Qué teme Javier Milei? Que, en caso de liberar el dólar, este escale de manera brusca y que impacte en el nivel de precios. Es un miedo razonable, pues eso implicaría el abatimiento de la principal bandera de su gestión: el control de la inflación, que también se sostiene, claro está, en la reducción del gasto público y en la caída del nivel de actividad económica.
El retraso cambiario continúa creciendo en la medida que las minúsculas devaluaciones mensuales no llegan a compensar la tasa de inflación. Si el tipo de cambio hubiese acompañado la inflación, los valores deberían rondar los $ 1.700 y los $ 1.900 para el dólar oficial y el dólar libre, respectivamente. Ambos calculados desde el final del gobierno de Macri, en diciembre de 2019.
El retraso es notable y distorsiona los precios relativos. Abarata las importaciones y complica las exportaciones. Incluso roza la rentabilidad del sector agropecuario, siempre protegido por la fertilidad natural, pero en los últimos tiempos perjudicado por los precios internacionales y, sobre todo, por el tipo de cambio artificial.
Un poco de historia
No es la primera vez que se utiliza el retraso cambiario como instrumento antiinflacionario. Un repaso nos indica que eso ocurrió durante el peronismo, con José Gelbard; en la dictadura militar, con José Martínez de Hoz y su tablita (muy similar al sistema actual); más tarde, con el Plan Austral de junio de 1985, en tiempos de Raúl Alfonsín; después con la convertibilidad, durante el gobierno de Carlos Menem. Y siempre terminó mal. Se acumula presión y sobreviene un estallido de diversa intensidad, aunque siempre traumático.
¿Por qué ahora debería ser distinto? Hay quienes señalan que en los próximos años Argentina tendrá superávit comercial gracias a la creciente exportación de combustibles. Esa abundancia de dólares, se piensa, permitirá sostener el tipo de cambio bajo. Pero este retraso trae muchas complicaciones, en tanto se trata de un valor artificial, no establecido por el mercado, sino por los funcionarios. (Resulta increíble que esto tenga que ser señalado durante un gobierno libertario).
Es insólito que el presidente Milei se jacte de que las jubilaciones y los salarios argentinos hayan crecido en dólares. Lo dijo como muestra presuntamente irrefutable de mejora económica. Pero no es más que la contracara del retraso cambiario.
Argentina se encarece en dólares y esto perjudica la producción industrial nacional, en tanto dificulta sus exportaciones, el turismo receptivo y empieza a incomodar al campo.
Milei sabe que allí tiene un problema, pero posterga su solución hasta después de los comicios de 2025, porque tiene la firme sospecha de que la remoción del cepo supondrá un salto inflacionario y eso afectará sus chances electorales.
Patear las soluciones para el futuro y gozar del presente venturoso es una de las características del populismo.
Rectificaciones
No se puede menos que aplaudir la capacidad de rectificación que muestra el Gobierno en algunos temas relevantes. Tal el caso de las relaciones diplomáticas y comerciales con Brasil y China. Tras las ligerezas ideologizadas propaladas durante la campaña electoral, el realismo ganó, como pudo verse en la reunión del G-20. En buena hora.
Eso nos hace pensar que en un futuro incierto corregirá las torpezas que está cometiendo por estos días. El rechazo a la vicepresidenta, faltas de respeto incluidas, es una de ellas.
Sobre el permanente ataque a la prensa y a los periodistas, no nos hacemos tantas ilusiones, porque forma parte de una intolerancia general hacia toda opinión que no coincida con sus puntos de vista. Quienes disienten con él están pagados por oscuros intereses, o reclaman fondos públicos para sostenerse o son “zurdos” enemigos de la patria.
En esto, Milei se parece mucho a Cristina Kirchner. Prefiere ser entrevistado por periodistas amables, que no lo incomoden con preguntas punzantes. Ignoramos si estos periodistas reciben algún beneficio material por parte del Estado. Pero está claro que ellos cuentan con la exclusiva posibilidad de entrevistas a las figuras más prominentes del Gobierno.
Curiosa forma de entender la libertad, esta que no acepta la opinión disidente.
* Analista político
https://www.lavoz.com.ar/opinion/dias-de-gloria-para-el-gobierno-nacional/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/dias-de-gloria-para-el-gobierno-nacional/