Diana en las pantallas: la princesa triste y eterna
Septiembre llega con dos nuevas “Lady Di” al universo de las pantallas. Una de ellas es la que interpretará Kristen Stewart para el cine en Spencer, la nueva película del chileno Pedro Larraín recientemente presentada en Cannes. La otra es la de Elizabeth Debicki, que nos mostrará a la princesa adulta en la quinta temporada de The Crown (Netflix), luego de la introducción de Emma Corrin, quien exhibió sus años mozos y que seguramente se llevará el premio Emmy a la mejor actuación dramática el próximo domingo.
Estas dos “Dianas” ficcionales se suman a los ya varios documentales que tienen a la princesa del pueblo, como se la conoció, como protagonista. Desde su muerte, en 1997, hubo varios intentos por darle vida en el cine y en la tevé, pero nunca con mucho éxito.
No fue sino hasta el fenómeno Meghan Markle y los posteriores desvaríos antirrealeza del príncipe Harry que el interés por la vida de Diana resurgió con fuerza. Hoy Diana de Gales vuelve para un público que tal vez jamás la conoció en vida, que nunca la vio bailar con Travolta en esa gala ni pasearse en yates o llenar las tapas de revista con sus obras de bien en África.
Traerla de vuelta quizás surge desde ese sentido de oportunidad. O quizás sea porque este año ella hubiera cumplido 60. O quizás tenga que ver con la desmitificación de los temas de salud mental y la necesidad de exponerlos, y si es con Oprah Winfrey, mejor. Quién sabe. Tal vez sea un signo de los tiempos que deja entrever la debacle lenta pero sostenida de la realeza parasitaria, plasmada en una necesidad de experimentar su humanidad, su ser imperfecto.
Pero definitivamente el revival ocurre porque después de tanto tiempo sigue siendo “el” personaje trágico por excelencia: bella pero engañada, y muerta muy joven escapando de los paparazzi.
Existe hoy una necesidad de mostrar a esa mujer tras bambalinas, la que todos sospechábamos que escondía solo tristeza detrás de esa sonrisa eterna que mostraba a los fotógrafos. La vida de Lady Di no era un colchón de rosas y está bien que se sepa.
25 años después de su muerte, Diana vuelve a fascinarnos, simplemente porque es la materialización de ese refrán popular que expresa que no todo lo que brilla es oro. Y, también hay que decirlo, no importa cuántas ficciones haya, siempre el punto de vista será el de ella. Porque para que todo esto tenga sentido, debe haber villanos alrededor. Y si son príncipes, mejor.
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