Día del Maestro: Verónica y el desafío diario de enseñar en una escuela rural
Verónica Tessio es docente de la escuela rural “Nicolás Avellaneda”, y lleva dedicadas tres décadas a la educación en su pueblo natal, Colonia Valtelina, en el corazón del departamento San Justo. De sus 35 años en el colegio, 10 los lleva como directiva. Con los desafíos propios del ámbito rural, su vocación y esfuerzo son un pilar en la comunidad.
Verónica nació, creció y vive aún hoy en la pequeña localidad rural que alberga a unos 160 habitantes. En ese lugar, lejos del bullicio urbano, a unos 250 kilómetros de la capital cordobesa, la vida discurre con la calma que solo el campo puede ofrecer. Sin embargo, para quienes, como Tessio, dedicaron su vida a la educación, la rutina está lejos de ser tranquila.
La historia de la educación en esta comunidad está marcada por la misma escuela donde Verónica ejerce como directora y docente. La escuela primaria, fundada en 1953, cumplió hace poco 71 años, mientras que el nivel secundario celebró su vigésimo aniversario. Ambas fechas coinciden con las fiestas patronales de la localidad, celebración que reafirma el vínculo entre la escuela y el pueblo.
Alumna y docente
La infancia de Verónica transcurrió en las aulas de esa misma escuela. A falta de jardines de infantes, los niños asistían como oyentes durante los seis meses previos al ingreso a primer grado, compartiendo aula con los estudiantes más grandes. “Nos daba clase la directora, que tenía grado a cargo”, rememora Tessio. Allí, junto a otros pequeños, aprendió las primeras letras y números que más tarde marcarían su destino.
Desde muy joven, Verónica supo que su vocación era enseñar. Nunca tuvo dudas sobre su futuro. “No recuerdo que me haya gustado alguna otra carrera en mi vida que no fuera ser docente”, dice con convicción.
Su amor por la enseñanza, sin embargo, no nació solo de su experiencia como alumna, sino también de la admiración que sentía por Ana Arcando de Bianciotti, una docente de la misma escuela que dejó una huella imborrable en su vida. “Siempre me espejé en ella, la aprecio muchísimo y le debo mucho”, expresa Tessio con gratitud.
A lo largo de los años, Verónica fue asumiendo más responsabilidades, ascendiendo a la Dirección. Pero la vida de una directora rural no es fácil, y mucho menos cuando, además, se debe cumplir con tareas de aula. “La directora de una escuela rural siempre tiene grados a cargo. En este momento tengo tres grados: cuarto, quinto y sexto”, detalla.
Esta doble carga no solo demanda más tiempo, sino que también genera un conflicto interno para la docente. “A veces siento que debo pedir disculpas a mis alumnos por no haberlos atendido como se merecen”, confiesa, refiriéndose a las obligaciones administrativas que la apartan del aula para cumplir también su rol como directora.
En las escuelas rurales, los recursos escasean, y la burocracia, lejos de ser una excepción, es una constante. Verónica lo sabe bien: los informes, planillas y trámites a menudo la obligan a dejar su clase por algunos momentos que, muchas veces, se extienden más de lo deseado.
Pero las dificultades no terminan allí. La conectividad en la zona es deficiente, lo que limita enormemente las posibilidades educativas de los alumnos. “Nos exigen que entreguemos la quinta hora de cultura digital, pero no tenemos dispositivos como para poder desarrollarla”, explica Tessio, resaltando la falta de computadoras en la escuela, una situación que se agrava ante la presión de las nuevas exigencias curriculares.
El acceso a internet, que en muchas escuelas urbanas es algo cotidiano, en Colonia Valtelina es un lujo que rara vez se puede disfrutar de un servicio de calidad. Y sin embargo, con lo poco que tienen, Verónica y sus colegas hacen todo lo posible por brindar educación.
El aislamiento geográfico de Valtelina también se refleja en las dificultades que enfrentan los docentes que deben viajar desde otras localidades. Lo mismo pasa con la falta de suplentes. “No siempre tenemos docentes que vengan a cubrirnos, porque nadie quiere pagar $ 24 mil o $ 25 mil por día que cobra un remis para venir hasta Valtelina”, expresa.
Mi escuela; nuestra escuela
A pesar de las dificultades, la escuela de Valtelina sigue siendo un faro de esperanza en la comunidad. Para muchos de los niños y jóvenes de la zona, es el único lugar donde pueden socializar, aprender y acceder a recursos que no tienen en sus hogares, como internet, la biblioteca o materiales educativos. “La escuela es el primer lugar donde los chicos y adolescentes de zonas rurales interactúan con pares, desarrollando habilidades sociales”, explica Tessio, resaltando el papel clave de la escuela en la vida de sus estudiantes.
Verónica también destaca la importancia de los eventos y actividades comunitarias que organiza la escuela, como la Maratón de Lectura, la Feria de Ciencias y las festividades patrias. Estos encuentros fortalecen el vínculo entre la institución y las familias. “La escuela es un lugar de puertas abiertas en donde fomentamos la participación”, afirma, orgullosa del trabajo colaborativo.
Después de 30 años en las aulas, Verónica sigue enfrentando cada obstáculo con la misma pasión y entrega que la llevaron a elegir esta carrera. Su sentido de pertenencia a la escuela es tan profundo que la considera como su hogar.
“Amo mi escuela como si fuera mi casa, la cuido, la mantengo todo lo mejor que puedo”, asegura la docente, y sus palabras reflejan un amor incondicional por la educación y por los niños que, día a día, llenan de vida ese pequeño rincón del mundo.
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