Desobediencia fatídica: la extraña coincidencia entre Esequiel Barco y Manuel Belgrano en Tucumán
El 12 de septiembre de 1812, el general Manuel Belgrano tomó la decisión desobedecer la orden del Primer Triunvirato (Bernardino Rivadavia se lo ordenó cubriéndose la boca) de replegarse hasta Córdoba con lo que quedaba del Ejército del Norte y se paró de manos contra los realistas en Tucumán derrotando a las tropas de Pío Tristán en un triunfo que fue decisivo para la Revolución de Mayo.
212 años después, el 14 de febrero de 2024, también en Tucumán, el delantero de River Esequiel Barco tomó la decisión de desobedecer al técnico Martín Demichelis y decidió patear por segunda vez el penal que en el primer intento le había atajado el arquero Devecchi y terminó mandando la pelota por sobre el arco con destino desconocido (fue encontrada al día siguiente flotando en el espejo de agua del dique El Cadillal distante 22 kilómetros del estadio José Fierro).
Por su victoria en Tucumán (y luego en Salta), el Triunvirato premió al general Belgrano con 40 mil pesos fuertes que el prócer destinó a la construcción de cuatro escuelas y siguió por un tiempo más al frente del Ejército del Norte. En cambio, por sus penales fallidos, Barco se comió una fuerte lavada de cabeza en el vestuario y lo sacaron del equipo en el segundo tiempo.
Por esas cosas del destino, y con dos siglos de diferencia, Tucumán fue lugar de dos desobediencias célebres con resultados opuestos: una salió bien y quedó grabada en la historia grande del país; la otra salió para los tomates y es motivo de enojo y discusiones entre hinchas millonarios y panelistas de programas deportivos.
Por supuesto que con el diario del lunes hubo algunos funcionarios del Primer Triunvirato que salieron a decir a los medios que nunca habían dudado en la capacidad del general Belgrano, que nadie le había indicado retroceder hasta Córdoba, que todo había sido un malentendido, que confiaban ciegamente en el triunfo del prócer y que no había ninguna danza de nombres ni contactos con representantes para encontrarle un general de reemplazo. Incluso la historia señala que aparecieron pasacalles en Buenos Aires con la leyenda “Perdón Belgrano”.
“Si los acontecimientos en Tucumán hubieran salido al revés la guerra por la independencia se hubiera complicado y Belgrano tal vez hubiera sido sometido a un consejo de guerra pero River hoy estaría festejando y Barco sería reconocido por su coraje y determinación por haber convertido el penal bajo circunstancias ambientales adversas incluida la negativa del DT que temía que pusiera la pelota en órbita”, especula el historiador riverplatense Patricio Leghorn.
Pero las cosas salieron como salieron el general Belgrano fue reconocido hasta por sus detractores y Barco quedó envuelto en una polémica de alcance nacional en la que se espera la participación presidencial de un momento a otro. “Creo que si a los hinchas millonarios les dan a elegir entre una victoria sobre los realistas y una sobre Atlético Tucumán la cosa va a estar dividida”, finaliza el erudito.
Pero dejando de lado la ucronía, es decir la especulación sobre cuál habría sido el devenir de la historia si determinados hechos no hubieran ocurrido como ocurrieron, la discusión sobre el caso conocido como “la desobediencia de Barco” se centró en el grado de obediencia que debe tener un jugador respecto de las instrucciones y órdenes que da un director técnico bajo la concepción de que si cada jugador hace lo que le pinta en un partido todo terminaría en un estado de caos con jugadores corriendo cada uno por su lado y con discusiones tipo consorcio cada vez que hay que patear un tiro libre o un penal.
“La cuestión a dilucidar es si el caso Barco constituye un hecho aislado o si por el contrario es el emergente de una relajación de la disciplina en el fútbol, un fenómeno temido por dirigentes y sobre todo por los directores técnicos que podrían perder el control de los equipos”, señala el analista internacional de fútbol Carlos Hat-Trick.
Según el especialista es urgente la aplicación de principios prusianos de disciplina en los equipos con castigos ejemplares para los insurrectos como hacerles escribir 6500 veces en un pizarrón frases del tipo: “No debo desobedecer a mi técnico cuando me dice que no debo patear de nuevo un penal después de haber ejecutado de manera poco eficiente el primero”.
Según Hat-Trick cumplir con esta probation le demandaría a un jugador rebelde unos tres días, tiempo suficiente como para que nunca incurra en un nuevo acto de sublevación ante la directiva del entrenador a cargo. Hay desobediencias brillantes que quedan en la historia y otras que no salen tan bien o terminan en desastres, lo que convierte a estos actos de atrevimiento en una de las actividades más riesgosas de la humanidad.
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