Desde el Vaticano, Ángel Rossi a La Voz: “Es triste ver la pobreza en una tierra que podría estar mejor”
El obispo de Córdoba, Ángel Rossi, enfrentó este jueves una extensa fila de periodistas que querían conocer su visión del mundo y de la Iglesia Católica, a horas de ser nombrado cardenal por el papa Francisco, el sábado en el Consistorio que se realizará en la Plaza San Pedro, en El Vaticano.
Junto a otros 20 obispos de todo el mundo, entre ellos el también cordobés como él Víctor Manuel “Tucho” Fernández y el bonaerense Luis Dri, Rossi pasará a integrar el Colegio Cardenalicio, que se encarga, entro otras tareas, de la designación de los pontífices.
Hombre cercano a Francisco desde los primeros años de su carrera sacerdotal, Rossi escaló en la jerarquía eclesiástica hasta llegar al Arzobispado cordobés, y, ahora, al grupo de obispos que eligen a los pontífices. Por supuesto, también él podría ser designado.
Este momento encuentra a Rossi “movilizado”, con las sensaciones a flor de piel, aunque sus palabras reflejan serenidad. “Todo esto es nuevo para mí, es desafiante. Es un compromiso serio, y también es gratificante por la confianza y el apoyo de la gente. En eso soy un agradecido”.
–Ha venido mucha gente de Córdoba, de Argentina, prácticamente siguiéndolo a usted. ¿Por qué cree que pasó eso?
–Bueno, quizás dentro de lo que uno puede siempre ha tratado de estar cerca de la gente, tanto afectivamente como también tratando de servir. Posiblemente va por ese lado.
–Muchos lo consideran directamente un amigo.
–Bueno, me alegro sinceramente porque, digamos, si hay algo que yo valoro es la amistad y nuestro vínculo quizás más fuerte es la amistad. Los filósofos antiguos decían que la amistad es una dimensión del amor incluso superior al amor conyugal. Ojalá también los pobres, los enfermos, los solitos también nos sientan amigos.
–Cada uno tiene su perfil.
–Sí, digamos… Mi vida y mi servicio normalmente ha sido más de cerca, más pastoral, más con la gente, sin desmerecer lo otro. Siempre me ha tocado estar con gente y con el pueblo, gracias a Dios. Hay cosas para las cuales uno tiene que hacer esfuerzos, para otras no. Estar con la gente y acompañar y tratar de dar una manito es realmente donde uno se siente más cómodo.
–Recientemente se realizaron dos misas de desagravio al Papa Francisco ante ataques que sufriera de parte del candidato a Presidente por La Libertad Avanza, Javier Milei. ¿Cómo analizó esa situación?
–Con dolor. Es triste que sea ese el lenguaje. Y después, es ofensivo que maltraten a alguien que gran parte del mundo quiere. Pero el desafío es que la respuesta no esté a la misma altura. Entiendo la reacción de las misas que han habido. Yo siempre digo que el que rebaja al prójimo, es bajo. Precisamente para eso lo rebaja, para intentar ponerlo a la misma altura.
–Le está diciendo “bajo” a Milei.
–Al que sea. Al Papa también lo rebaja gente de la propia Iglesia. Lo digo por Milei o por mí. Por el que sea: El que rebaja, es bajo.
–¿Usted cree que la Iglesia a lo largo de los tiempos y en la actualidad está haciendo el esfuerzo por mantenerse cerca o por acercarse más al pueblo?
–Yo creo que hay de todo, yo creo que hay un crecimiento en esto, comenzando por el Papa Francisco en sus palabras y en su actitud. El Papa cuando fue elegido Papa… cuando sale, él dice que lo primero que sintió interiormente su corazón fue una palabra que lo sintió como exigencia, que fue cercanía. Esa cercanía significa escuchar, esa cercanía significa el mirar a la cara, esa cercanía significa poner nombre a la gente, esa cercanía significa no pasar de largo sin mirar, en fin, va desde lo más sencillo hasta las decisiones grandes. Bueno, yo creo que en eso se ha crecido o al menos es uno de los núcleos el mensaje del Papa Francisco. Así que al menos a modo de exigencia y a modo de mensaje, en todo caso, desde el Papa Francisco se ha crecido. O en todo caso, queda al descubierto los que no lo viven así, los que suponen que los cargos eclesiales son honoríficos. La Iglesia tiene, como toda organización, gente así también. Se reconoce que algunos sectores son como menos proclives a esa cercanía. En la medida que nos acerquemos al mensaje del Evangelio, la gente se sentirá más cómoda y más escuchada
–Por eso creo Manos Abiertas usted. ¿Cómo fue ese momento que decidió impulsar esto?
–Bueno, quizás inspirado en figuras que lo hicieron, sin pretender compararse. Figuras como la Madre Teresa, como el Cura Brochero. Son todas figuras que nos han dado ejemplo de cercanía a la fragilidad. Y bueno, de alguna manera uno, desde la propia misión y vocación, sin ser lo único, uno considera que es lo más importante. En aquel momento fue ver necesidades concretas en los barrios donde estábamos trabajando y sumar el apoyo de muchos laicos, que de alguna manera sin ellos no sería posible. Manos abiertas es un voluntariado. O sea que no es una institución eclesial, sino que es laical. En donde por supuesto hay una inspiración cristiana, pero de ninguna manera es exclusiva, ni de ninguna manera es condición. Hay gente de otra religión, hay gente que se declara incluso agnóstica o atea y tiene su espacio de servicio. Quizás porque lo principal en este caso es el hombre, el ser humano, y el ser humano en su necesidad. Sea soledad, sea hambre, sea frío, sea enfermo, lo que sea. Y bueno, yo creo que de alguna manera, y eso no hace falta ser muy genial para descubrirlo, está el desafío de hacerse cargo. Verlo es un hecho, es salir a la calle. Realmente.
–¿Manos Abiertas trata de llenar ese espacio vacío que no ocupan otros?
–Como se dice: si no podemos lo ideal, hagamos lo posible. En algunos lugares esa necesidad ha sido la de los enfermos terminales finales que no tenían donde caerse muertos. Hospedajes para hombres en situación de calle. Visitar a gente solita en la ciudad. Ir a las cárceles a visitar a los que no tienen visitas. O sea, como dice el Padre Pedro Arrupe, que fue el jefe de los jesuitas hace años: tenía una frase que a mí siempre me ha chuzado, me ha inspirado y me ha puesto a prueba: “Allí donde hay más dolor, allí está siempre nuestro sitio”.
–Argentina tiene el 40 por ciento de la población sumida en la pobreza.
–Sí, es triste que sea nuestra tierra, donde podríamos estar bastante mejor. Siempre yo recuerdo algunos datos, que incluso son viejos, capaz que hoy podrían ser todavía más graves. Argentina tiene capacidad alimentaria, creo que se dice, para terminar con el hambre en toda el África y en la Argentina. Y pasamos penuria los dos. Y el otro dato, que no es de Argentina por supuesto, es global, es con el 10% de lo que se gasta en la carrera armamentista se termina el hambre del mundo. Por lo tanto, tristemente, es saber que esta guerra que estamos viviendo no es tanto por la necesidad de reivindicación de espacios, sino que, y el Papa lo dice, tiene mucho más de negocio que de defensa de la propia alimentación.
–¿Usted se define como un optimista?
–No hay que perder la esperanza. Sería ingenuo suponer que la cosa está bárbara, pero la esperanza no nos puede faltar. No nos está permitido el desencanto consentido. No hay que meter el desencanto en el corazón y porque eso nos quita fuerzas.
–Es difícil en el país de la crisis sobre crisis.
–Sí, no es fácil. En eso nuestro pueblo sencillo tiene esa paciencia y una sabiduría como para seguir empujando y par creer que a pesar de todo podemos salir. La pobreza duele, es muy injusta, y es interpelante para revisar nuestro modo de vida. A veces uno puede estar atendiendo a los pobres pero sin vivir en austeridad.
–A la Iglesia la suelen criticar por una supuesta exaltación del pobrismo.
–Sí, la corren por ese lado para no hacerse cargo. Con eso se liberan de hacerse cargo de los pobres, los caricaturizan. Como si fuera algo negativo hacerse cargo de los pobres.
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