Desafíos virales, desafíos a la vida
Los “desafíos” o retos virales no son novedad; surgieron con la misma aparición de internet y crecieron al amparo de la adicción a redes sociales.
Su propuesta siempre fue sencilla: invitar a personas a realizar una acción específica y compartirla en línea.
Los primeros eran desafíos inocentes: bailes, canto, desafíos deportivos y hasta de conciencia social.
Luego aparecieron los que tentaban (a adolescentes) a realizar acciones temerarias, con consecuencias inmediatas: lesiones, intoxicaciones y muertes, algunas por suicidio.
Tal vez el reto más famoso fue “Momo”, imagen de una mujer de aspecto tenebroso que invitaba a conectarse por Whatsapp. Momo respondía con imágenes y propuestas violentas que incitaban a agresiones. Nadie pudo aclarar la intención de aquel “juego”, más allá de robar datos de los usuarios.
En la misma línea surgió la “Ballena azul”, que consistía en superar pruebas de riesgo creciente, hasta desafiar al participante a cometer suicidio.
Nada detuvo por entonces a no pocos chicos y chicas –muchos sin la edad requerida para abrir una cuenta en TikTok o Instagram–, cada vez más atrapados en las redes.
Su proverbial percepción de inmortalidad los protegía; o tal vez predominaba su necesidad por sentirse integrado/a y adquirir popularidad en una sociedad cada vez más transparente.
Ser mirado aliviaba en parte una novedosa “soledad acompañada”.
Entre los desafíos actuales –la mayoría en TikTok–, uno propone consumir pastillas de clonazepam (psicofármaco ansiolítico y anticonvulsivante) y filmarse. Gana quien logra permanecer más tiempo despierto.
Por el “desafío del desmayo”, fallecieron varios chicos. Consiste en presionar el pecho o el cuello para interrumpir la respiración hasta perder la conciencia. El ganador es quien más tiempo resiste consciente.
La “cicatriz francesa” invita a causarse moretones en los pómulos mediante pellizcos fuertes. “Abecedario del diablo”, a rascar el dorso de la mano mientras se pronuncian palabras con cada letra del abecedario (triunfa quien sangra antes).
No todos los desafíos virales circulan en nuestro medio, aun cuando las plataformas son globales. Por ejemplo, sólo en países escandinavos es conocido “Pescado apestoso”, reto que propone filmarse comiendo pescado podrido. La popularidad sube cuanto mayores son las reacciones (náuseas, vómitos, gestos) subidas a redes.
Enumerarlos aquí sólo pretende alertar sobre a qué se exponen los adolescentes e interponer a tiempo diálogo y acompañamiento que los libere de la necesidad de exhibirse.
El reto más temido por los adultos propone a los chicos ausentarse del hogar para crear alarma. El “juego” suma puntos si circulan mensajes de búsqueda en redes sociales; más, si se inicia una búsqueda física, y el máximo, si se publica una alerta de desaparecido.
Según la interpretación neurocientífica, los desafíos virales tienen arraigo entre adolescentes ya que la corteza frontal del cerebro no se encuentra totalmente desarrollada, por lo que predominan los impulsos por sobre la conciencia de potenciales daños.
Claro que es imposible ignorar el uso desmedido de las redes sociales y su influencia en la constitución de subjetividades. La adicción, que incluye dependencia, abstinencia y compulsión, lleva a asumir riesgos a fin de ser aceptado, de no quedar afuera.
No son todos los adolescentes quienes necesitan tal reconocimiento, pero para muchos “huérfanos de padres vivos”, la dictadura de los likes parece superar la pulsión de vida de la que nunca deberían alejarse.
Ingresá al área de denuncias de Con Vos en la Web (https://www.argentina.gob.ar/justicia/convosenlaweb) o buscá la fiscalía más cercana a tu domicilio para hacer la denuncia y presentar las pruebas.
* Médico pediatra
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