La Voz del Interior @lavozcomar: Del La Salle al mundo, un cordobés impulsado por el espíritu emprendedor juvenil

Del La Salle al mundo, un cordobés impulsado por el espíritu emprendedor juvenil

El día que la profesora Violeta le presentó el programa Compañía Junior Achievement a Leonardo Martellotto, por entonces estudiante del La Salle, algo cambió en aquel adolescente. Y es que cuando se generan las condiciones correctas, reflexiona ahora, el espíritu emprendedor de los jóvenes se hace lugar donde sea.

Junior Achievement es una organización nacida en 1919 en Estados Unidos, para sembrar el espíritu emprendedor en niños, adolescentes y jóvenes de hasta 23 años.

Desde el año pasado, Martellotto es chief development officer (CDO) de Junior Achievement Worldwide (JA Worldwide), la cabeza de esta organización a nivel global, y su tarea ahora es desarrollarla en distintos puntos del planeta. La condición que puso es hacerlo desde Córdoba, aunque tenga que viajar permanentemente.

Días atrás, participó de los 30 años de Junior Achievement Córdoba, de cuya historia también fue parte.

–Estabas en el último año del secundario. ¿Qué te atrajo de Junior Achievement?

–Yo iba al Manuel Belgrano, pero en sexto año me cambié al La Salle, porque allí estaban muchos de mis amigos y el Belgrano tenía un año más. Era 1998, y una docente que se llama Violeta nos dijo: “Tengo algo para ofrecerles, que está por fuera de lo que ustedes hacen en la escuela”. Y ahí nos nombró la Compañía Junior Achievement, el programa estrella de la que nace esta organización en junio de 1919. Imaginate, nos pedían algo fuera de lo común, que nos pusiéramos en el centro del proceso, en la toma de decisiones, que trabajáramos fuera de la escuela, que eligiéramos un presidente, qué rol va a tener cada uno en una organización, un producto, salir a vender, etcétera. En ese momento, la única preocupación nuestra era salir el fin de semana, el viaje a Bariloche y pasarla bien.

–El programa te invita a crear una empresa, ¿no?

–Sí. Era la primera vez que nos planteaban hacer algo más trascendental que sólo ir al cole. Al principio, no entendíamos bien a qué nos iba a llevar. Pero nos metimos, nos empezamos a copar y a sentir dueños de ese proyecto.

Martellotto fue director de Junior Achievement Córdoba hasta 2008. (Ramiro Pereyra / La Voz)

–¿Qué proyecto hicieron?

–Nosotros teníamos que pensar cómo íbamos a hacer plata. En lugar de hacer un producto, como se hace en muchos colegios, decidimos hacer un seminario, una conferencia para jóvenes sobre temas que en ese momento eran recontracalientes: marketing e internet. Yo no tenía ni e-mail en ese momento.

–¿Y cómo les fue?

–¡Vendimos 800 entradas! Recorrimos todas las escuelas de la zona, logramos que otros colegios se prendieran, convertimos la capilla del La Salle en un centro de conferencias. Conseguimos sponsor, logramos todo en canje y tuvimos inversores iniciales, devolvimos el capital multiplicado por ocho. ¡Fue sentir que estábamos haciendo cosas importantes, te empodera!

–Supongo que eso te atrapó para siempre.

–Algo así. Yo terminé la secundaria. Empecé el cursillo para ingresar a Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Y en enero me llamaron de Junior Achievement y me dijeron: “Tenemos una pasantía acá en la oficina, tendrías que comprometerte todos los días cuatro horas, pero no te pagamos nada”. Mis viejos me dijeron que me comprometa con el laburo, pero sin dejar la facultad.

–Aceptaste, supongo.

–Habían convocado a los 10 mejores del año anterior. Yo fui el único que se presentó. Hoy pienso: ‘Che, ¡qué lindo eso de estar en la parada del tren para uno decidir si te subís o no!’. Así empecé un proceso muy lindo de dar al 110% sin estar especulando, porque sé que en algún momento va a volver. Esa sensación de estar hambriento por aprender; estar en Junior era la posibilidad de hablar con empresarios, porque se estaba organizando el segundo Foro Internacional de Emprendedores (FIE). Yo me encargaba de juntar fondos; era el tiempo de fax, mandé 300 en una semana. Así hice mi camino como voluntario por tres o cuatro años, hasta que llegó la crisis de 2001.

–¿Por qué? ¿Qué pasó?

–En 2002 se fueron todos, quedamos cuatro –Edgardo Donato (uno de los fundadores y director ejecutivo) y tres más– sin cobrar sueldo por seis meses. Fue vivir la crisis al máximo, porque había que pedirle a un empresario que apoyara la educación cuando estaba fundido. Pero así y todo seguían afirmando que la educación era la forma de salir, y eso me fue generando un compromiso con la idea de que la educación realmente es transformadora para una sociedad que estaba en la peor de sus crisis.

–Son experiencias transformadoras…

–Me acuerdo de un programa que dictamos en Sumampa (Santiago del Estero) para trabajar con un secundario los viernes a la tarde. El pueblo era un grupo de casas, pero yo les hice la misma propuesta que me habían hecho a mí. Estos chicos se dieron cuenta de que ninguna casa tenía número. Si el cartero se moría o dejaba de trabajar, nadie iba a recibir más correos. Así que decidieron vender números para casas. Fueron a la Comuna, pidieron toda la nomenclatura, convirtieron un lugar con espinillos en una plaza, y cortaron en rodajas los espinillos y con eso hicieron los números. Cuando hay ganas y creatividad, y se generan las condiciones necesarias, el espíritu emprendedor encuentra oportunidades donde sea.

–¿Y qué pasó con ellos?

–¡Los chicos la rompieron! Al presidente de la empresa que formaron le decían Largo, como el mayordomo de la familia Adams. No hablaba, pero lideró esa compañía, y los chicos estaban felices. Meses después, acá en Córdoba, tocan el timbre, preguntan por mí… y era Largo. Había logrado el apoyo de todo el pueblo para venir a estudiar a Córdoba, porque gracias al programa se había dado cuenta de que podía hacer cosas mucho más importantes. Yo tenía 24 años y ahí vi el efecto multiplicador que tiene este programa, porque a esa persona le cambié la vida.

–Supongo que eso profundizó tu compromiso con Junior Achievement.

–Sí, porque después de eso, Edgardo Donato, que era el fundador y mi modelo por seguir, viene y me dice: “Yo me voy y quiero que vos seas el director”. Le dije: “No, vos estás mal, ¿qué tomaste, Edgardo?”. Y me dijo: “Yo voy a convencer al board de que con tus 24 años podés ser el director”. Hay un momento importante y es cuando los otros confían en vos, incluso más de lo que vos confiás en vos mismo, algo que implementamos en muchos de nuestros programas, para que el joven crea en sí mismo.

–¿Cómo es eso?

–En nuestros programas trabajamos la autoeficacia, que es cuando uno cree que sus sueños se pueden convertir en planes, y sus planes y sus acciones se convierten en resultados. Muchas veces eso no arranca de uno mismo, sino que los otros te transmiten esa creencia. Otra de las cosas que hacemos es practicar el optimismo, algo que en este país cuesta; sabemos que estamos embarrados por décadas, pero el optimista piensa que puede cambiar las cosas, tiene la herramienta, la actitud y el estado mental para hacer algo para cambiarlo. También los modelos, ver a otros ejercer esas habilidades que hacen que se contagie. Y, finalmente, el reconocimiento, cuando hacés la entrega de las utilidades a los accionistas, entendés que lograste algo, y eso genera un efecto multiplicador.

Martelotto pasó por JA Americas y estuvo al frente durante casi una década. (Ramiro Pereyra / La Voz)

–Y Donato hizo todo eso en vos.

–Claro, porque en 2004 reunió al consejo administrativo, donde estaba Sergio Roggio, Beatriz Ostermeyer de Rébola y otros empresarios que para mí eran los Elon Musk. Ahí me dijeron que confiaban en mí y que ponían todo en mis manos. Para mí, me estaban poniendo un saco gigante, por todos los miedos que tenía.

–¿Cuál era tu miedo?

–Manejar un equipo. Hasta entonces, tenía uno o dos en mi área; ahora tenía gente más grande que yo. Y sobre todo, si iba tener esa mirada más holística que implica manejar una organización, hablar con un ministro de Educación.

–Más allá de tu compromiso, algo vieron en vos, supongo.

–Uno de esos puntos fue que sabía inglés. Había un evento de Junior Achievement en Atlanta, en Estados Unidos, que reunía a delegados de todo el mundo. Donato me dijo: “Vos que sabés inglés lo vas a aprovechar mucho más, andá y representanos”. Porque en ese momento estábamos organizando el FIE, que se hacía en México, y lo trajimos a Córdoba. Yo con apenas 22 años me encontré con los líderes de Asia-Pacífico, de Medio Oriente y Norte de África y de distintos países. Eso fue transformador, porque toda esa exposición permitió armar un evento diverso; trajimos chicos de Dubai, Cuba y Líbano, y eso es importante porque donde se conocen chicos de distintos países lo que estamos haciendo es evitar futuras guerras. Pero también nos hizo pensar que desde Córdoba puedo hacer cosas por el mundo. Eso fue clave para lo que vino después.

–¿Por qué?

–Estuve cinco años como director. A los 28 años decidí dejar, porque creo en los ciclos; y cuando uno se relaja, empieza a ser injusto con la organización. Ese 2008 me llamó Linda Rimer, que era la presidenta para Américas y Asia Pacífico; nos habíamos conocido en el evento de Atlanta y me invitó a ser director de operaciones de Junior Achievement Americas. Yo no me quería ir de Córdoba. Así que ella me dijo: “Te mando el contrato, una laptop y empezás a trabajar”. Significaba trabajar para 25 países, Canadá, Latinoamérica y el Caribe, pero a distancia, cuando todavía no existía el trabajo remoto.

–Un lindo desafío.

–Hicimos buenos proyectos en el Caribe con la Agencia de Desarrollo estadounidense. Tres o cuatro años después, cuando yo tenía 33 años, me pasó lo mismo que con Donato. Me dijo Linda: “Me retiro, tengo más de 60 y voy a ofrecerle a la Junta que vos seas el próximo presidente”. Ahí mismo le dije: “Estás loca, ¿qué te pasa?”.

–¿Y qué dijo el board mundial?

–Dijo que tenía dudas. Estas grandes corporaciones miran mucho el currículo. Yo había estudiado en la UNC, pero no tenía una maestría, así que los papeles no me jugaban a favor. Pero como tenía buenos vínculos en la Junta que salió en mi defensa, me aceptaron a prueba durante un año. Estuve nueve años, creamos un centro de operaciones regional; elevamos la recaudación de medio millón a U$S 6 millones; y, sobre todo, logramos alinear a los países con una estrategia conjunta.

–¿Están en todos los países de América?

–En casi todos, con la excepción de Bolivia, Cuba, las Guayanas; y en Nicaragua nos sacaron la licencia por todo lo que está pasando. Estados Unidos es una plaza aparte; es donde empezó todo y hay 120 oficinas, con cinco oficinas en Florida y seis en California.

–¿Dependen entonces de la filial de Estados Unidos?

–No. Todas las regiones del planeta están coordinadas por Junior Achievement Worldwide. Su director ejecutivo y presidente es Asheesh Advani, un emprendedor de origen indio pero formado en Estados Unidos, que vino con la idea de que Junior Achievement deje de ser una organización “gringa” con operaciones internacionales para ser una organización global. Rehízo el board (consejo directivo) con representación cultural y geográfica de las seis regiones del mundo en la que estamos: Estados Unidos, Américas, Asia Pacífico, África, Medio Oriente y norte de África y Europa. La sede central está en Boston, en Estados Unidos.

–Y ahora estás ahí.

–Volvió a pasar lo mismo. Me convocó, pero me pidió mudarme a Florida, y de nuevo le dije. “De Córdoba es difícil que me saquen”. “Vos demostrame que desde Córdoba podés hacer el trabajo”, me dijo, pero me aclaró que no estaba preparado, así que les propuse: “Mi sueño siempre fue estudiar en Harvard”. Y eso que uno de joven tanto soñaba se hizo realidad, soy egresado del Program for Leadership Development, que es la alternativa de Harvard a la Executive MBA. Hoy soy Chief Development Officer (CDO) de Junior y estoy a cargo de todas las alianzas globales y de recaudar fondos. El año pasado, llegamos a 17 millones de jóvenes con experiencias educativas en el mundo.

–Desde Córdoba.

–Eso es lo lindo, que no me tuve que mudar de mi ciudad, de mi lugar, donde están mis afectos, donde mis hijas tienen a sus cuatro abuelos a 20 minutos y donde mi mujer puede emprender. Desde acá, mi trabajo tiene impacto global. Junior Achievement fue nominado por tercer año consecutivo para el premio Nobel de la Paz, y eso es porque la gente se da cuenta de que la educación está conectada no sólo con el desarrollo económico, sino también a la paz. Una de las maneras de llegar a la paz muy concreta y muy clara es empoderando a los jóvenes, porque ese joven que ahora cree en sí mismo y puede valerse en la vida por sí mismo, en vez de emigrar o ponerle a alguien una pistola en la cabeza, puede hacer algo de otra manera, y eso para mí es muy transformador.

Junior Achievement acaba de cumplir 30 años. (Ramiro Pereyra / La Voz)

Ejecutivo global, pero desde Córdoba

Nombre. Leonardo Martellotto (44)

Casado con. Milagros.

Hijas. Camila (11) y Catalina (9).

Le gusta. Es corredor de triatlón. Ha participado de la competencia Half Ironman 70.3.

Cargo. Es Chief Development Officer (CDO).

Organización. Junior Achievement Worldwide (JA Worldwide).

Un dato. “En el exterior, todos se dan cuenta de que soy cordobés porque hablo inglés con tonada”, dice.

Web. junior.org.ar/cordoba/.

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