La Voz del Interior @lavozcomar: Del crepuscular Biden al amanecer de Harris

Del crepuscular Biden al amanecer de Harris

“Los gigantes también se desvanecen”, escribió la viuda de Ben Bradlee en un artículo destinado a la actual primera dama. Y es posible que ese relato conmovedor de la declinación intelectual de un titán del periodismo haya convencido a Jill Biden de que, en lo que resta de campaña electoral, su marido sólo podía acumular confusiones, olvidos, caídas y otras situaciones bochornosas, porque las lagunas mentales en las que se sumerge incrementarán sus irrupciones.

Desde que empezó a hacer política en Delaware, Joseph Robinette Biden sólo aportó victorias al Partido Demócrata. Habría opacado el mérito de haber sacado a Donald Trump de la Casa Blanca y le daría a ese millonario ultraconservador el placer de la revancha, si sus señales de senilidad y la dificultad de imaginarlo en condiciones de gobernar cuatro años más facilitaran una victoria republicana.

Para proteger al avejentado presidente, era crucial sumar la decisiva voz de su esposa al coro que le pedía dejar la candidatura. Jill se había empecinado en que siguiera en campaña, pero, al parecer, su voz finalmente se sumó al coro.

La consecuencia es que al abrirle el paso como segura candidata, Kamala Harris largó con una potencia que, de mantenerse, le permitirá vencer a Trump en la carrera hacia el Despacho Oval.

Cuando Jill dejó de apoyar su empecinamiento, el demócrata que derrotó a Trump hace cuatro años entendió que, para impedir que reconquiste la presidencia, su último gran aporte al Partido Demócrata y a la democracia liberal de su país era renunciar a la candidatura.

Lo hizo y automáticamente se desató el viento de cola que podría cortar lo que parecía una marcha triunfal irreversible del magnate neoyorquino. Kamala Harris se mostró por primera vez como aspirante presidencial. En esa función, de inmediato mostró una energía que inquietó a los trumpistas y entusiasmó a los progresistas.

El paso al costado de Biden dio pista a una corredora veloz que pronto embistió contra el lado oscuro del rival: “Como fiscal general de California, enfrenté a una de las mayores universidades privadas que estafó a estudiantes… Trump creó una universidad que estafó a estudiantes… Me especialicé en casos de abuso sexual… Trump fue acusado de múltiples abusos sexuales… Enfrenté a grandes bancos que cometieron fraude… Trump cometió 34 fraudes” empresariales.

Es larga la lista de delitos de los que el candidato republicano fue acusado, y en algunos casos condenado, y que Harris había combatido. El ampuloso magnate ya no tiene la elección asegurada.

Biden protagonizó la crónica de una renuncia anunciada. La sorpresa fue la fuerza con que arrancó Harris.

Desde el naufragio en el debate, la posibilidad de cambiar al candidato demócrata creció velozmente.

Después vinieron lapsus como llamar “Putin” a Zelenski, a lo que siguió ese paradójico disparo que hirió levemente a Trump pero liquidó las chances de Biden. Una foto de esas que se vuelven icónicas, como la de los marines levantando en 1945 la bandera de las barras con estrellas en la isla japonesa de Iwo Jima, mostró a un Trump desafiante. Con sangre en la mejilla y el puño levantado, exhibiendo fuerza y coraje, o dando esa impresión, pareció la contracara de un rival titubeante y con señales de senilidad.

El tiro de gracia fue olvidar el nombre de su secretario de Defensa Lloyd Austin y, en la búsqueda de salir del paso, empeorar el papelón llamándolo “ese hombre negro”.

Después del desfile de figuras partidarias y celebridades de Hollywood que pedían que abandone la postulación, al empujoncito que faltaba se lo dio la viuda de Ben Bradlee.

Un artículo fundamental

En el artículo, que en realidad le habla a Jill Biden, Sally Quinn describe cómo el legendario periodista que dirigió The Washington Post comenzó a evidenciar deterioro cognitivo a los 85 años.

Las primeras señales eran esporádicas y breves. Pero en ocasiones públicas, como entrevistas o conferencias, empezó a tener lapsus y desvaríos el periodista que había protagonizado hitos como la publicación de documentos clasificados del Pentágono altamente comprometedores y también el resonante caso Watergate.

Explica Sally que aquellas primeras señales parecían accidentales, porque pronto volvía la portentosa lucidez de Bradlee. A ella le costaba entender que el crepúsculo era irreversible.

Los estados de lucidez predominaban sobre los lapsus en los que se perdía, pero esos naufragios fueron haciéndose más frecuentes, hasta volverse constantes. Y Bradlee pasó malos momentos participando en actividades con la aprobación de su mujer. Hasta que ella comprendió que era una batalla perdida y que su esposo ya no debía exponerse en situaciones que exhibieran su adelantada decrepitud.

La primera dama entendió el mensaje de la viuda de Ben Bradlee y sumó su voz al coro que pedía al presidente dejar la candidatura.

Jill Biden tendría que agradecerle a Sally Quinn. Fue ella quien le hizo ver que “los gigantes también se desvanecen”.

* Periodista y politólogo

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