De los acrónimos Aspo y Paso a la variante Olivos
Un acrónimo es una sigla que permite pronunciar un conjunto de palabras como si fueran una sola. Vayan como ejemplo: Paso, Aspo, Dispo, incluso ovni.
En este mundo maravilloso, podemos advertir que Aspo y Paso están, además, constituidas por las mismas letras.
Pero si nos permitimos una comparación, podemos comprobar algunas paradojas:
A, en Aspo, es aislamiento, y en Paso, abiertas
S, en Aspo, es social, y en Paso, simultáneas.
P, en Aspo, es preventiva, y en Paso, primarias.
O, en Aspo y en Paso, significa lo mismo: obligatorio/as.
De algún modo, estos dos acrónimos pueden sintetizar lo que ocurre, ocurre (¿y ocurrirá?) en nuestra sociedad. Ellos revelan de modo doloroso cómo, en algunos casos, las letras son usadas según el portador y reflejan que las libertades y las obligaciones mutan según quien las ejerce o debe cumplirlas.
La “variante Olivos” no es un concepto epidemiológico referido a un virus pandémico, pero es una muestra de una postura endémica de esta sociedad, que tiene una anomia creciente y llega a exhibirse –desde hace décadas– de manera casi grosera por funcionarios que debieran cumplir la ley en forma rigurosa.
Es probable que alguien haya confundido Aspo con Paso y por eso interpretó que la A significaba, como en Paso, abiertas.
Y en ese punto “aislamiento” pasó a ser “aisla-miento”. Es mejor no ingresar a la gramática del Instituto Cervantes para no agregar amargura a estos tiempos, porque nos encontraremos con palabras compuestas o parasintéticas. Y los argentinos escapamos más de lo debido de las buenas reglas. No sumemos las gramaticales.
Dejémoslo ahí, como una paradoja que nos ha proporcionado la variante Olivos, que circula –roguemos– de manera acotada y esperemos que no se reproduzca y se vuelva reiterativa.
La variante Olivos no puede inscribirse en Aspo, porque fue abierta, simultánea y primaria. Y respecto de la obligatoriedad, dejemos ese ítem a los tontos, según alguna libre interpretación de la realidad de los funcionarios y a la luz de lo que este azar epidémico ha generado.
En definitiva, Aspo se transformó en Paso, por una decisión deliberada, con la pequeña digresión de la obligatoriedad, aunque cualquier bien pensado puede decir que los asistentes se sintieron “obligados” a aceptar la invitación, dado el origen del convite.
En medio de una tragedia que nos ha golpeado con tanta dureza por la imprevisión y por la falta de gestión eficiente, entre otras causas, uno puede evadirse y pensar en Quino y la entrañable Mafalda. No es un dislate. Imaginemos a la madre de la niña llamándola a tomar la “sopa” –que por honrosa casualidad tiene las mismas cuatro letras– y a Mafalda, con su coherencia inflexible, respondiendo “Paso”, tras lo cual la mamá le diría con energía: “Tomá la sopa o viene el Aspo”.
Y con la solvencia ética que la caracteriza, Mafalda tomaría la sopa, porque respetaba el Aspo.
* Docente universitaria
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