De Córdoba a Porto Alegre, con el amor por las películas como bandera y lenguaje universal
Entre el 10 y el 15 de diciembre del año que se fue, un proyecto con base en Córdoba pudo experimentar lo que se siente cuando una idea se convierte en algo tan grande que crece más allá de sus límites naturales.
Luego de cinco ediciones en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, la Semana Mundial de la Cinefilia tuvo su primera versión –las segunda de 2024- fuera de Córdoba. Y más allá también. El evento, que no es otra cosa que una excusa para reunir a amantes de las películas en torno al séptimo arte y sus debates virtualmente infinitos, cruzó las fronteras de Argentina y se realizó en Porto Alegre, Brasil.
El hecho fue más que significativo para este proyecto ideado entre la revista de crítica especializada La vida útil y el equipo humano que da vida al Cineclub del bulevar San Juan. Martín Campos, miembro de ambos colectivos, lo ratifica con la emoción de un relato atravesado por un viaje que implicó dos días de ida y otros tantos de vuelta. Todo para recorrer los casi 1.500 kilómetros que separan Córdoba de la ciudad brasileña.
“Cada año nos proponemos hacer más grande el desafío, con la premisa de que nunca se pierda el encanto que trae la sorpresa, lo inesperado”, introduce sobre una travesía que incluyó dos autos y una copia en fílmico aportada por el Museo del Cine, otra de las instituciones cercanas al evento.
“Después de cinco ediciones en el Hugo del Carril, donde en familia y con toda la gente que le pone el cuerpo a ese lugar milagroso logramos hacer crecer el festival hasta casi el límite de sus posibilidades, que aparezca esta oportunidad de exportarlo es otra comprobación de que el esfuerzo que le hemos dedicado ha sido fructífero”, señala luego. También, destaca con orgullo: “Podemos decir que es un evento que ha cautivado a personas en nuestro país y el exterior”.
La dimensión humana (y lingüística)
Todo surgió a partir la llegada de Leonardo Bomfim, programador de la Cinemateca Capitólio portoalegrense, a la más reciente Semana Mundial de la Cinefilia realizada en febrero de 2024. Según cuenta Campos, en ese encuentro, y en uno posterior que tuvo lugar a partir del ciclo Noir Criollo, el germen de la quijotada surgió como las mejores ideas. “Hay que llevar esto a Brasil”, sentenció Bomfim entre cervezas y amigos.
Meses más tarde, y con fondos estatales que permitieron cubrir buena parte de los gastos de la travesía argentina, la Semana Mundial de la Cinefilia recaló en la institución que hace las veces de Cineclub Municipal en la principal ciudad del estado de Río Grande do Sul.
En ese sentido, Ramiro Sonzini –también integrante de La vida útil y otro de los miembros de la comitiva cordobesa presente en Porto Alegre– destaca la potencia de este encuentro de entre pares. Un acceso directo a una realidad en principio distante, pero con muchos puntos de contacto con el espíritu “pequeño y artesanal” de este encuentro que se parece más a una juntada entre amigos que a un megafestival de cine.
“Me parece que el hecho de que haya nacido en una ciudad con una dimensión más humana como Córdoba tiene algo que ver, y que esta primera edición extranjera haya sido en una ciudad como Porto Alegre, que es grande pero no tanto en comparación con Río de Janeiro o San Pablo, me parece que no es casual”, apunta a modo de hipótesis. Según el programador, “hay algo de este espíritu de escala humana que hace al éxito del evento”.
“Nos permitió constatar que algo que creíamos que era posible en Córdoba porque hay un profundo trabajo de educación cinéfila que nos llevó a tener un público muy fiel, podía funcionar en otras ciudades, en otros cines, con otro público, incluso en otro idioma”, señala. Y allí aparece otra de las experiencias distintivas que tuvo esta extensión brasilera de la Semana Mundial de la Cinefilia.
Más allá de la cercanía entre Brasil y Argentina, más aún con un estado gaúcho como Rio Grande do Sul, el tema de la lengua “fue bastante llamativo”, según Campos, para quien “el cine como lenguaje universal todo lo puede”.
“Además de que hicimos ver a los espectadores alguna película en español sin subtítulo, algunos de nosotros también tuvimos que ver muchas películas subtituladas al portugués y otras habladas en portugués sin subtítulo alguno. Por supuesto era un esfuerzo extra, incluso diría todo un desafío, pero sumamente fructífero”, destaca.
“A pesar de que ninguno de los argentinos sabía portugués y muy pocos de los brasileños sabía español como para hablar de corrido, a fuerza de tener muchas ganas de entendernos y de hablar despacio y lento empezó a ocurrir que nos entendíamos”, completa Sonzini. “El espíritu de las cosas que se decían se comprendía y de a poco, con paciencia, se iban creando conversaciones y se armaba un relato que avanzaba a lo largo de los días”.
Combustible para la llama
Esas conversaciones e intercambios, la razón misma de la cinefilia compartida grupalmente, también derivó en nuevos aportes y preguntas para los viajeros argentinos. Sobre todo, en relación con las diferentes historias del cine que conviven en un mismo continente.
“Hay todo un universo de películas y directores y elementos que para nosotros son absolutamente ignotas y para ellos absolutamente centrales”, alumbra Sonzini. “Esto se ve muy claramente cuando hablamos de cine brasileño, que para nosotros es un universo desconocido y para ellos mucho más familiar, y donde de repente encontramos un montón de películas increíbles, alucinantes, muy estimulantes”, subraya luego.
Campos destaca “varios acercamientos insospechados al cine de Brasil, que ahora no podemos esperar para seguir explorando” y pone como ejemplo una de las actividades distintivas de la Semana Mundial de Porto Alegre: el Proyecto Raros, habitual espacio que proyecta películas durante toda la madrugada.
Luego, reflexiona en torno a lo que vendrá: “Es difícil saber por qué caminos continuaremos en este contexto tan adverso para los esfuerzos culturales, pero es seguro que hemos encontrado en este viaje a Porto Alegre un combustible muy intenso para nuestra llama cinéfila”.
“Ha sido muy reconfortante poder viajar y escuchar cosas tan elogiosas hacia nuestra dedicación y la del Cineclub. Pero sobre todo nos genera el deseo de seguir creciendo, que esta comunidad ahora internacional pueda acercarnos cada vez más amistades y más miradas ingeniosas”, apunta finalmente.
“Yo me quedaría con esa imagen final del último día, cuando después de una semana de proyecciones y 30 películas, y bajo una lluvia torrencial, nos sacamos una foto todos los que habíamos quedado”, suma a su turno Sonzini. “Esa foto terminó siendo un poco la ilustración de una nueva comunidad que se había generado. Cuando ocurre algo así, cuando se crean estas comunidades efímeras pero intensas alrededor del hecho de ver películas, creo que podemos estar tranquilos de que el objetivo de la Semana de la Cinefilia fue conseguido”, dice a modo de balance.
La edición 2025 del evento cordobés puede ser una muy buena oportunidad para seguir potenciando ese contagio. Por lo pronto, no tiene fecha confirmada para su nuevo desembarco en el Cineclub Municipal (no será en febrero, eso sí) pero no hay dudas de que tarde o temprano llegará la definición. Luego de esta reciente experiencia en Porto Alegre, es difícil no creer que el amor por las películas es capaz de vencer cualquier obstáculo.
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