Daniel, el cordobés que apadrina a chicos y a chicas de un barrio popular para que jueguen al hockey
Cae la tarde en inmediaciones del club Universitario, en el barrio Alto Alberdi, de la ciudad de Córdoba, y la fisonomía se transforma. De repente, decenas de chicos y de chicas, de distintas edades, ingresan al predio luego de sortear el molinete de entrada. Por dos horas se entregarán de lleno a practicar su deporte favorito.
En la cancha de hockey, adolescentes de 15 años disputan un partido para entrar en calor. Del grupo forman parte Jeremías y Juan, dos chicos provenientes de Villa El Tropezón, que por intermedio de una iniciativa social que comenzó hace unos años en la parroquia San Juan Bosco y Santo Domingo Savio, y el esfuerzo desinteresado de Daniel Maidana, hoy son parte del club de Alto Alberdi.
“Hace siete años que llevamos adelante esta actividad. A estos chicos los conocí cuando se acercaron a unas actividades que organizaba la Federación Cordobesa de Hockey”, cuenta Maidana a La Voz. Y prosigue: “Intentamos apadrinar a los que veíamos con potencial para que pudieran federarse, jugar e integrarse a un grupo de pares”.
En ese entonces, Daniel no formaba parte de la comisión directiva del club, pero conocía a distintos referentes. Los habló y le dieron el visto bueno para que algunos chicos de barrios populares se sumaran a Universitario sin pagar nada.
Juan y Jeremías empezaron a dar sus primeros pasos con el hockey en “Casa Oratorio”, en la parroquia don Bosco, un proyecto social vigente que tiene multiplicidad de actividades, entre ellas, ese deporte.
Romina Gómez es estudiante de Trabajo Social, exjugadora de hockey y voluntaria en la iglesia desde hace una década. Vio crecer a los chicos, pero también a Guadalupe y a Rocío, otras de las chicas que forman parte de las categorías séptima y octava del femenino de hockey de la “U” y que se fueron incorporando progresivamente.
La joven fue un nexo clave cuando Daniel se contactó con ella y le hizo la propuesta de integrar a algunos de los asistentes de la parroquia a Universitario.
“Primero, fue un llamado y pensé que iba a quedar ahí como nos había pasado con otras instituciones. Pero luego vi el entusiasmo de Daniel. Para nosotros, es un héroe”, dice Romina. Y describe: “Los primeros en integrarse fueron Martín y Axel. Hoy son mayores de 18 años. Estuvieron un año y medio practicando el deporte. En Universitario los contuvieron, se sintieron parte de un grupo, con todo lo que eso implica”.
Actualmente, los entrenamientos de hockey masculino y femenino son tres días por semana. Los varones se ejercitan en las instalaciones de Alto Alberdi, y las chicas, en la cancha que el club posee en el complejo Siete Soles desde 2010.
Crecer a la par
Daniel se emociona cuando habla de la labor que llevan adelante de la mano del club. No se trata sólo de brindar una oportunidad a pibes y a pibas de barrios humildes, sino también mostrarles que hay otras realidades posibles y que con esfuerzo y sacrificio pueden salir adelante.
“Tengo un recuerdo grabado en mi corazón. Siempre que terminamos un partido, hay un ‘tercer tiempo’, como nosotros lo llamamos, donde el grupo comparte una comida. Una vez le pregunté a un chico si había comido y su respuesta fue: ‘Como por tres cenas’, y eso me conmovió profundamente”, explica el hombre. Y confiesa: “Son cosas que te sacuden y que te hacen seguir todos los días con más fuerza para seguir transformando realidades”.
En todos estos años, los chicos y las chicas de El Tropezón han ido a todos los entrenamientos y participaron en distintos partidos. Incluso, llegaron a viajar a otras provincias con Universitario, algo que nunca habían hecho.
“Sus familias los acompañan, eso es muy positivo”, dice Romina, quien tiene un contacto directo con ellos a través de la labor de la parroquia.
Además, el club hace un acompañamiento para que Juan, Jeremías, Guadalupe y Rocío puedan asistir al colegio y cumplir con sus actividades académicas.
Consultado sobre cómo juntan los fondos para sostener toda la actividad social, Daniel explica que es “todo a pulmón”, a través de donaciones de privados para que se puedan hacer los viajes y comprar los elementos que se necesitan para practicar el deporte.
“Siempre contamos con el apoyo de los padres, en mayor o menor medida. Eso es muy valorable”, destaca Maidana. Y prosigue: “Por ejemplo, Lucas es un papá que trae a su hija al club. Lo conocí acá y él me propuso muchas ideas para seguir fortaleciendo esta iniciativa”.
El año pasado, la parroquia San Juan Bosco y Santo Domingo Savio sufrió un robo y se llevaron muchos de los elementos que los chicos y las chicas usan para jugar al hockey en la “U”.
Fueron los propios adolescentes quienes salieron por el barrio a buscar los elementos que les habían sustraído.
Integración y sueños a futuro
Hoy son cuatro los adolescentes que están integrados al club, pero el objetivo es que a futuro puedan ser más. En la ciudad de Córdoba, Maidana no conoce otra institución deportiva que esté llevando una actividad similar con el hockey.
“No conozco otra institución que lo esté llevando adelante como la ‘U’”, precisa Maidana. Y completa: “Sí hay clubes que integran a personas que tienen alguna discapacidad, por ejemplo. En Universitario ahora también se están integrando a jóvenes judicializados”.
Guadalupe cursa segundo año del secundario y cuenta que se “siente bien” jugando al hockey en el club. Describe que fue bien recibida por sus compañeras, que tiene vínculo con todas y que nota un cambio en su persona desde que inició con la actividad. Lo mismo le sucede a Rocío, que está en el último grado del primario.
Como en todo vínculo, no sólo salen fortalecidos quienes practican el deporte, sino también los que llevan adelante la acción. Tanto Daniel como Romina se sienten productivos y útiles.
“Unos años atrás, traía a mis hijos a jugar al hockey. Hoy ellos crecieron, yo me jubilé, pero me sigue apasionado este deporte y ayudar a otros. Por eso sigo con mucho entusiasmo”, resume Daniel.
Para Romina, Maidana es un nexo clave en toda esta iniciativa solidaria. “Para todo lo que necesitamos, él siempre está”, cuenta.
Jeremías y Juan crecieron en Villa El Tropezón y ahí forjaron una amistad. Hoy, además de estar integrados en la “U”, sueñan con un futuro ligado al deporte. A uno le gustaría ser entrenador, en tanto el otro dice en voz alta que le gustaría integrar el seleccionado de hockey.
Entre bocha y bocha, los adolescentes se entrenan, comparten y proyectan un posible camino.
Colaborar con el “hockey social”
Las personas que quieran colaborar con dinero para sostener parte de la actividad solidaria que se lleva adelante pueden comunicarse con el club. “Todo se hace vía transferencia a través de la cuenta de Universitario. El dinero que ingresa se destina a una cuenta específica para la parroquia Don Bosco”, explica Maidana.
En tanto, las personas que tengan palos u otros elementos de hockey y quieran donarlos pueden hacerlo a través de la parroquia o el club.
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