Creer o no creer, esa es la cuestión
El pasado miércoles apuré mis muy humildes compras navideñas para ver el discurso televisado de Javier Milei. El discurso del Presidente resultó ser una grabación anodina, funcionarial. Pero, pese a ello, es probable que sea, por las medidas económicas adoptadas, el punto inicial de una de las refundaciones más importantes del Estado argentino en las últimas décadas.
Nadie sabe a ciencia cierta qué recorrido tendrán estos cambios. Sabemos quiénes están en contra y sabemos quiénes no. Pero desconocemos cuánto tiempo dispondrá Milei de sus apoyos. De ahí quizá esa apelación bíblica a la “fuerza del cielo” que el Presidente tomó de nuevo prestada a los macabeos. Sea como sea, el cambio de derrotero es real, copernicano, un salto a un terreno desconocido que, visto el resultado de las elecciones, para la mayoría parecía impostergable.
Acostumbrados a leer el presente en movimiento, filósofos e historiadores son quienes pueden ir algo más allá de esos paralelismos al uso que hoy se hacen con la desregulación peronista que hizo Carlos Menem en la década de 1990. A algunos de ellos les parece plausible pensar que quizá no estamos ante un fenómeno temporal que tenga como última escatología un helicóptero que salga de la Casa Rosada.
Tal vez es un cambio de rasante de larga duración, si es que Milei puede aguantar los primeros compases del proyecto, los más débiles. Para eso, un buen número de argentinos deberá tener el aguante de mantener abierta esta ventana de oportunidad, si realmente creen en ello.
Pero aguantar no será nada fácil. Ni para el argentino de a pie ni para las ideologías que pretenden seducirlo. Entre estas últimas, la que llamamos “izquierda” deberá refugiarse en la filosofía de la resistencia, que en Argentina todavía goza de una mala salud de hierro. Veremos qué rol puede dar un peronismo agotado y una izquierda que solo podrá escoger entre la radicalización o la pasteurización.
La “derecha” tampoco lo tiene menos fácil, porque deberá aprender a dibujar y a sostener proyectos de Nación en el tiempo. Un Estado mediocre puede ser frívolo, pero uno que quiera ser serio y jugar en la Liga de las Naciones deberá ser más honesto y sincero. Quizá dentro de esa honestidad se debería explicar que la esfera de competencias adonde ya mismo se dirige Argentina –llámenla Occidente– ofrece un cierto orgullo existencial porque lógicamente la competencia da soberanía, pero no se debería ocultar que el precio de la participación en ese remolino general de la competencia pueda volver a ser una posición dependiente de la rueda de la fortuna global.
Y esa dependencia tiene peajes previsibles, desde una excesiva especialización externa a una tendencia a la desigualdad interna.
Aclarémoslo: es lógico que haya resistencias y que no se quiera que la cacareada libertad sólo la gocen los zorros que merodean dentro y fuera del corral argentino. Patriotismo también es eso y mucho más. Si Milei quiere prolongarse en el tiempo –y no sólo ser el mercenario de la motosierra– deberá dejarse rodear de personas más creativas e inteligentes; y mucho más inteligentes que la casta que lo rodea y ahora se la ve adherida a este gobierno que quiere salvar el Estado, achicándolo.
Las medidas económicas del nuevo gobierno son una nueva gestión de caos. Maquiavelo puede ayudar a Milei en el tránsito, y en positivo. Debe pensar de qué manera la virtù puede vencer a Fortuna, la diosa de los esclavos. Porque el problema de Argentina no es la rueda de la fortuna, sino una mentalidad que siempre ha ocultado su fracaso tras ella.
Esperemos que el mismo uso de la motosierra lo eduque pronto y aprenda a distinguir las ramas del tronco. Dudo de que no perciba, ya que la cadena erizada de su podadora necesita de ungüentos de humanidad y trazos de misericordia. Se quiera o no, Milei habita en un país donde sinceramente se piensa que la vida de los pobres no puede ser cada día más cara, y la vida de los ricos, más barata.
Si realmente se considera un liberal, debería saber que el contrato es el axioma más preciado del capitalismo, una geometría proyectiva de la obligación, un cálculo interiorizado de futuro. Y él y los ciudadanos tienen un contrato firmado con Argentina. Creer o no creer en eso, esa es la cuestión.
* Historiador y docente
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