La Voz del Interior @lavozcomar: Creer o confiar en la ciencia

Creer o confiar en la ciencia

El título, casi un oxímoron, combina expresiones con significado diverso, que la pandemia puso sobre el tapete. Así como el lego puede “creer” que ciencia es todo lo que parece ciencia, el conocedor “confía” en la ciencia como saber limitado y transitorio, hijo de la evidencia.

El acto de “creer” se asocia a dogma y pseudociencia; ofrece respuestas inasibles, como la traducción de imágenes en fenómenos emocionales o la lectura de la mente. También se asocia al cientificismo cuando promete soluciones sobre bases falsas, como células madre en una loción o pomada con colágeno como nutriente capilar.

Por su parte, “confiar” en la ciencia emparenta con rigurosa evaluación causal, progresiva y con respuesta provisoria. Pero en la confusión, los mercaderes ofrecen servicios o productos “científicos” porque lo que suena a ciencia se vende mejor, aunque infiltre la sociedad con ideas distorsionadas.

Qué se opina sobre la ciencia

Una reciente encuesta sobre más de 71 mil personas de 67 países indicó que la población confía en la ciencia en una proporción de 3,6 sobre 5. En este ranking, Argentina y México estuvieron por encima de Estados Unidos, Europa y de otros países latinoamericanos. A nivel planetario, hay más confianza desde las ideologías “de izquierda”, pero en 41 países ‒incluido Argentina‒ la confianza no mostró sesgo ideológico.

Y lo más importante: para la mayoría de los encuestados, los científicos deberían mejorar su comunicación con la sociedad e involucrarse en formular políticas científicas, ya que la información es crucial para tomar decisiones basadas en evidencias. También mostró discrepancia en las prioridades de la investigación percibida y la deseada por la población.

Otra encuesta reciente de la revista Nature sobre más de 32 mil personas de 28 países mostró mayor confianza en los científicos que explican innovaciones y nuevas tecnologías, que en periodistas y gobiernos.

Y surge la pregunta: ¿cómo pueden los científicos aprovechar esta opinión favorable para lograr cambios en políticas orientadas a toda la sociedad? ¿Cómo pueden trasladar ese sentir positivo a mejorar las decisiones en beneficio del planeta, no sólo en lo económico-financiero y más allá de una minoría poblacional?

Algunas realidades de hoy

A pesar de esas opiniones, la respuesta del mundo hegemónico no cambió, sino que exacerbó el enfoque neoliberal de trasladar el conocimiento al desarrollo de productos para una minoría planetaria. Y la confianza depositada en científicos se traslada a prestigiosas universidades mutadas en hiperconglomerados tipo Amazon, Google o X, con políticas empresariales para estudiantes-clientes y profesores-gerentes, poca regulación y llegada a consumidores con capacidad de pago.

Así, el Instituto Tony Blair para el Cambio Global propuso incrementar la inteligencia artificial biomédica y reclamó el acceso a datos confidenciales de pacientes. Y al considerar que las ciencias sociales son poco utilizadas, la Academia de Ciencias Sociales del Reino Unido propuso incorporarlas a las políticas científico-tecnológicas para mejorar la confianza pública. Así, juristas, sociólogos y científicos sociales aportarían al estudio de la interacción tecnología-cliente y la mejor explotación de modelos económicos.

Qué hacer

En el planeta global, la “buena ciencia” está fuertemente contrapesada por su contraria. Manipulación de imágenes, más de 14 mil publicaciones retractadas en 2023 (retiradas luego de ser publicadas, por fraude o plagio), más de ocho mil editoriales fraudulentas (“fábricas de papers”). Corrupción científica en una escala nunca vista, incrementada por el uso de inteligencia artificial donde los referís y editores no logran diferenciar la participación humana. Perversión que perturba la evidencia científica y sus resultados, al fragilizar la confianza de la población.

No se investigan denuncias de mala praxis científica o editorial y se sigue evaluando la ciencia, los científicos y sus instituciones mediante el recuento de papers, sin mayor cotejo de su idoneidad científica. Y las iniciativas orientadas a evaluar la calidad de los trabajos son superadas por los scientific business.

Sin duda, el futuro plantea un grave problema para la ciencia y la sociedad. Y los científicos deberían asimilar la confianza de la sociedad como fuente de información creíble y participar para lograr tanto una “buena ciencia” como su transferencia a la sociedad. Científicos y gobiernos enfrentan una gran responsabilidad y el planeta espera que la asuman.

El micromundo argentino

El horror y cambalache de la actual “política científica” podría fundamentar una ofrenda de póstuma ciudadanía para Franz Kafka. Porque la Argentina de las revoluciones, dictaduras y genocidios, pocas veces enfrentó esta mezcla de irracionalidad, estulticia y “mala leche” (según la Real Academia Española: mala persona, mal intencionada, malevolente, ofensiva, agresiva, destinada al mal).

Y tanto las reacciones vernáculas como extranjeras no se hicieron esperar. Una reciente carta, dirigida a las máximas autoridades, fue firmada por 68 premios Nobel preocupados por el futuro de la ciencia y el desarrollo del país, que reclamaron por las inexplicables decisiones del Gobierno nacional de echar por tierra muchos años de esfuerzos y logros de la ciencia y tecnología argentinas.

Volviendo al inicio, ¿tiene sentido preguntarse si a la ciencia se responde con creencia o con confianza? El mundo científico ‒frente a la sociedad‒ debería tener la respuesta.

* Profesor emérito (UNC)

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