Covid-19: el alivio y la emoción de los adultos mayores que ya recibieron la vacuna
“Me siento muy agradecida. Después de un año de estar casi encerrados, se abre la posibilidad de salir un poco y más tranquila, hacer cosas más segura. Uno se cuida, pero ahora tenés otro margen”, así resume su experiencia Graciela luego de recibir las dos dosis de la vacuna contra el coronavirus en Córdoba.
Graciela es una de las más de 100 mil personas de más de 70 años que ya se vacunaron en la provincia. Las expectativas, emociones y reacciones frente a la vacunación varían según cada persona y cada experiencia de acuerdo con su situación.
Sin embargo, los testimonios y lo que fueron percibiendo especialistas que trabajan con este sector de la sociedad perciben que la ilusión y la expectativa, sobre todo de poder reunirse con sus familiares sin la culpa o la preocupación anterior, son una de las sensaciones más presentes. Así también registran la ansiedad y la angustia de los que aún no se vacunaron o de los que siguen con miedo por la llegada de las otras cepas del Sars-Cov-2 al país.
A lo largo de un año, las miradas se enfocaron en los adultos mayores, el grupo de mayor riesgo en la pandemia. De repente, una sociedad adultocéntrica que no suele considerar a la niñez o en la vejez cambia su foco.
Sol Rodríguez Maiztegui es gerontóloga y comunicadora social y creadora del espacio Club de la Porota. Hace un repaso de lo que significó este año de pandemia para luego comprender las reacciones con la vacuna: “Arrancó la pandemia y empezamos a decirles que eran el grupo de riesgo, que no salgan, que se atrincheren. Había mucho miedo en el mensaje y rozaba el derecho a decidir sobre su propia vida”, explicó.
“Los que tuvieron herramientas psíquicas y emocionales (al igual que el resto de la sociedad) lo pudieron sobrellevar mejor activando mecanismos para salir adelante. Otros se quedaron solos, se deprimieron. Ahora aparece la vacuna, que parece ser una luz al final del túnel y genera expectativa, ansiedad, esperanza y la ilusión del contacto con sus seres queridos de manera relajada”, agregó Rodríguez Maiztegui, y luego aclaró: “Sin embargo, la vacuna no trae consigo un antídoto contra el miedo que se ha ido incorporando en la población de riesgo”.
Desde el Club de la Porota hicieron una encuesta en la que detectaron que algunos de los vacunados seguían con miedo a salir. “La vacuna no suprimió en ellos esos miedos más subjetivos, que a la larga es un miedo a la muerte. En un año abrazaron el encierro y, de repente, pueden salir. Cada uno tiene su proceso y para ello usa las herramientas (psicológicas) con las que cuenta dentro de la diversidad de personas y de las desigualdades en acceso a recursos, como por ejemplo los tecnológicos”, explicó la gerontóloga.
A su vez hizo referencia a las dificultades para la inscripción digital para la vacunación y que la pandemia puso en evidencia lo ignorado que estaba ese grupo etario. “Está bueno que se digitalicen los procesos, tanto en lo público como en lo privado, pero que no se deshumanice, que siga habiendo una opción de una persona que te atienda”, explicó.
Para Rodríguez Maiztegui, quienes aún sienten incertidumbre son los que tienen entre 60 y 70 que aún no saben cuándo serán vacunados, a pesar de tener comorbilidades como diabetes, hipertensión, enfermedades crónicas respiratorias y otras que en conjunción con la infección de Covid-19 generaron los cuadros más severos durante la primera ola.
Carlos Presman, médico clínico y autor del libro Vivir 100 años, resaltó la expectativa con la que adultos mayores esperan la vacuna desde diciembre: “La primera expectativa es ganar libertad de movimiento y de volver a actividades sociales, culturales, religiosas y políticas, pero fundamentalmente el encuentro con la familia: si bien antes se veían, ahora ya no los acompaña esa angustia o culpa que tenían antes”.
“Ellos tienen una sabiduría adquirida en dos décadas en las cuales se vacunan una vez al año contra la gripe y noto una vocación y voluntad de mantener las medidas de prevención y de hacer todo lo necesario para vacunarse”, explicó.
En cuanto a las vivencias en sí, Presman aseguró que le llamó la atención el semblante de la gente antes y después de vacunarse: “Los otros días pasé al frente del Comedor Universitario. Es increíble la cara que tienen cuando están haciendo la fila y cómo les cambia el semblante una vez vacunados. Se vive con emoción, se sacan fotos como si hubiesen recibido un título. Hasta se visten bien para ir el día del turno; es un momento muy conmovedor”, concluyó.
Residencias
Una situación particular se da entre aquellos adultos mayores que se encuentran en residencias de larga duración (geriátricos), que durante siete meses no tuvieron contacto presencial con ningún familiar y luego (alrededor de septiembre) se habilitaron visitas a través de cabinas o dispositivos similares para poder verse. En enero de este año, finalmente, se habilitaron visitas de familiares al aire libre.
Las decisiones en cuanto a los cuidados ya no dependen solamente de una decisión personal en cuanto a tomar mayor riesgo en su vida privada, sino que están sujetas a una cotidianidad compartida, donde hay protocolos y reglas por cumplir y la decisión de uno puede afectar al resto.
Martha Pich, psicóloga de la residencia Blas Orquídea de barrio Inaudi de la ciudad de Córdoba, advirtió un doble efecto: “Por un lado, la vacunación fue muy esperada y bienvenida, y por el otro había miedo por lo que escuchaban en los medios y sentían que la vacuna no era confiable”.
Los residentes de Blas Orquídea ya recibieron las dos dosis y ahora esperan que transcurran los 30 días de la segunda dosis para hacer un análisis donde puedan detectar qué nivel de inmunidad tienen y luego se verá qué se habilita. “También en algunos hubo frustración porque imaginaban que la vacuna sería la llave de la libertad y de repente se dieron con que se tienen que seguir cuidando, sumado esto a la llegada de otras cepas del virus”.
La Provincia completó la vacunación de todos los residentes en los más de 700 geriátricos registrados en todo el territorio provincial, Capital e interior. Es el único grupo de riesgo que tiene inmunización completa.
Por su parte, Nora Kurth, titular de la Cámara de Geriátricos de Córdoba, resaltó que las expectativas están puestas en “sentirse próximos a recuperar la libertad”.
“La mayoría de las personas, salvo contadas excepciones, estaban felices y generaron expectativas en cuanto a poder volver a reunirse con sus familiares”, explicó. También dijo que están a la espera de nuevas medidas, ya que en general los residentes ya están vacunados con las segundas dosis.
Los cuatro especialistas indicaron que en algún momento notaron miedo en los mayores porque veían noticias en contra de la vacuna, pero que luego esto fue cambiando. “Creo que estamos en un lugar de privilegio de ser uno de los países que están pudiendo vacunar a su población”, aseguró Presman.
Grupo de riesgo. Los adultos mayores de 70 años en Córdoba son el foco de la campaña de vacunación. Durante la primera ola, casi nueve de cada 10 muertes por Covid-19 se dieron en este grupo etario. En particular, hombres de más de 70.
Graciela: Ahora puedo abrazar a mis hijos y nietos
Graciela Maiztegui tiene 70 años y ya tiene puestas las dos dosis de la vacuna contra el coronavirus y se siente muy agradecida por poder haberse vacunado. Dice que la emoción que se siente viene de la mano de sentirse más libre y de poder abrazar a sus hijos y nietos y se siente una privilegiada en ser parte de ese pequeño porcentaje de la población que ya está inmunizado. “Uno se sigue cuidando, pero con otro margen”, aseguró.
Graciela tiene cuatro hijos, de los cuales una hija vive en Buenos Aires y otra en Estados Unidos. Al ser consultada sobre qué es lo primero que la vacuna “le permitirá”, no dudó: “Apenas se cumpla el plazo que indica que ya es segura la inmunidad de la segunda dosis, voy a viajar a Buenos Aires a ver a mi hija y a mis nietos”.
Aún no se anima a viajar a Estados Unidos, pero ve un poco más cercana la posibilidad.
“Nosotros venimos de un golpe duro. Para Navidad nos reunimos los que estamos en Argentina. También vino mi exmarido. Allí se contagiaron dos de mis hijas y tres nietos, sumados a mi ex, que es el papá de mis hijos y con quien teníamos un buen vínculo. Fue empeorando y en enero murió. Se había cuidado todo el año. Fue muy duro”, explicó.
Por eso el primer día que se habilitó la inscripción para la vacuna, a fines de enero, Graciela se anotó. “Ojalá más gente se anime a vacunarse, es la esperanza que tenemos. Emocionalmente cambia mucho”, aseguró Graciela.
En cuanto al proceso de vacunación, Graciela contó: “Me sentí muy cuidada, algo a lo que no estamos acostumbrados los mayores. Me tocó la vacunación en el Comedor Universitario (UNC) y el trato fue muy cálido, muy organizado. Al menos esa fue mi experiencia. Es muy conmovedor porque uno ha estado encerrado mucho tiempo y sentís que existe la posibilidad de salir un poco, más tranquila, y de hacer las cosas más segura”.
Olga: Con la vacuna me siento más tranquila y más segura
Olga tiene 70 años y es muy activa, a pesar de las restricciones impuestas por la pandemia.
Ante la imposibilidad de participar de los espacios, como en el centro vecinal de barrio Pueyrredón, siguió vía internet con un taller de Tai Chi del espacio Illia, mantuvo contacto vía internet y se abocó a tejer, a coser barbijos y a hacer adornitos para las Fiestas.
Sin embargo, en el último tiempo ya se sentía triste: “Vivo sola y a pesar de que nos veíamos cada tanto con mi hija y mis nietos, me sentía un poco triste: todos los vínculos sociales que tenía con los talleres y las visitas con amigas se cortaron de golpe y por mucho tiempo”.
Cuando le llegó el turno para vacunarse, ya comenzó a sentirse diferente: “Sentí una alegría enorme y más el día que me vacuné. Me siento más tranquila, más segura. Sigo cuidándome hasta recibir la segunda dosis, pero con una expectativa saludable”, indicó.
Por esto Olga se animó a hacer un “viajecito” de tres días a Miramar de Córdoba con otras 12 mujeres: “Me hizo muy bien para el ánimo. También a las otras personas. Hay gente que ha transitado enfermedades que tenía desde antes en soledad, con menos controles médicos, muchos se quedaron con sus dolencias de base. Fue muy difícil”.
El gran alivio de Olga viene de la mano de poder reunirse con su familia, de poder cuidar a sus nietos y de aliviar en el cuidado a su hija y su yerno, como lo hacía antes de la pandemia.
Olga trabajó muchos años en el hospital San Roque y por eso asegura que siempre estuvo del lado de las personas que se querían vacunar, incluso que contagió su entusiasmo a otros: “Conozco gente que se resiste a la vacunación y de a poco la fui hablando. Algunos de sólo ver mi entusiasmo se animaron a anotarse”.
Como la mayoría de los vacunados, relata cada detalle del día que se inocularon: a qué hora llegó, cómo la atendieron y, por supuesto, la selfie que se sacó tras el pinchazo, para compartir con sus seres queridos.
El gran cambio para Olga es dejar atrás la incertidumbre y poder sentirse más segura.
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