Constanza Michelson: “Nadie va a salir indiferente de la pandemia”
“Estos no son tiempos de preguntas (…) sino de posiciones declarativas en que cada uno cree ser lo que piensa”, dice la chilena Constanza Michelson en un fragmento de su libro Capitalismo del Yo y con esa afirmación dispara ideas que llenan al lector de preguntas desde el primer capítulo hasta el último.
La psicoanalista presenta en este libro una serie de ideas que cuestionan el estado de situación actual pero también a muchos de los que intentan, con buenas intenciones, cambios recurriendo a las mismas lógicas que llevaron al mundo la cultura del neoliberalismo.
Mientras escribía sobre ciudades sin deseo, la autora presenció las revueltas en Chile con la esperanza de que una chispa hiciera arder el letargo en el que venían descansando los discursos de gestión que han proliferado en el mundo como único relato posible. Cuando eso comenzó a prenderse fuego (literal, hay que recordar la foto icónica de los manifestantes subidos a la estatua de un militar en pleno Santiago con las llamas de fondo) se terminaron de hilvanar en Michelson una serie de ideas que le permitieron dar forma al libro.
El consumo, la ansiedad, los feminismos, la corrección política, son algunos de los temas que componen este análisis agudo y actual, que están puestos siempre en diálogo con la política y el deseo.
“No hice el libro a propósito de la revuelta pero terminó siendo un encuentro. La revuelta me dio el título”, dice ella. Y agrega: “Yo venía escribiendo sobre el deseo de vivir. Ha aumentado mucho la esperanza de vida pero eso no tenía nada que ver con el deseo de vivir. En el estallido una de las consignas espontáneas era ‘hasta que valga la pena vivir’. En un principio con la pandemia aparecieron voces que decían ‘vieron que sí valía la pena vivir’. Ahí llega el discurso científico y dice que vale la pena vivir y que ya no es hora de consignas, hay que escuchar a las ciencias”.
–El libro fue escrito justo antes de la pandemia. ¿Creés que hay algunas afirmaciones que pueden haber quedado viejas con los cambios que nos impuso el coronavirus?
–No creo que nada se haya corrido de eje, sino más bien que se abrió con una grieta. Igual que con el estallido de Chile, con la pandemia hay un acontecimiento, algo se quiebra, pero eso no garantiza nada. Lo importante es lo que viene después. Ahora que con el tema de la vacunación estamos volviendo a salir, la pregunta es ¿salir a qué vida? Creo que nadie va a salir indiferente de la pandemia por varias razones. Nadie puede quedar indiferente ante la pregunta ¿qué vida es vivible? El tiempo no generaba espacios para vivir. Prolongar el tiempo o acelerarlo tiene una incidencia en crear o no espacios.
–En Argentina hay sectores en los que la política es una mala palabra y prefieren hablar de “gestión” pero vos reivindicás la política motorizada por el deseo…
–En Chile fue feroz el neoliberalismo, no sólo como economía sino como cultura, como manera de vida, como lenguaje. La mezcla entre el lenguaje técnico y científico más el lenguaje del mercado, despolitizan. Por eso en Chile la política dejó de ser una herramienta de transformación para pasar a ser una herramienta de gestión. Esta herencia no quedó sólo en evidencia en la política institucional sino que creo que todavía estamos con una resaca de ese “lenguaje de gestión” incluso en reivindicaciones progresistas. Por ejemplo, el lenguaje de la corrección política tiene mucho de eso. En el coaching de la psicología también se utilizan mucho estas palabras para gestionar el alma. Y a veces en los movimientos sociales pasa que los usamos y es un error que hagamos eso en Latinoamérica. Esto está muy lejos de la potencia latina sensible.
–A propósito de cambiar las lógicas aun dentro de los movimientos sociales, en tu libro desarticulás el sentido común feminista que muchas veces cae en las lógicas que critica. ¿Te da temor ser malinterpretada por las feministas?
–Siempre se generan discursos desde la moral. Hay una gramática que dice qué es el bien y qué es el mal, y quiénes los buenos o los malos. A mí me interesa la ética, que justamente es la transgresión de eso. Para transgredir una moral hay que atreverse a pensar (…) Creo que hay que estar del lado de visibilizar identidades que no han tenido voz pero, ¿cuál es el límite de que eso no se transforme a la vez en otra cristalización identitaria? Una cosa es la militancia que es un registro que viene de “militar” que significa que hay que ser soldado a una idea y tener certezas e ir para adelante porque es la manera que hay para avanzar. Otra, es el registro del pensamiento y de la duda, un registro que fracasa cuando hay certezas. Por último, está el registro de la política que es el la negociación. Se pueden transitar todos esos registros pero hay que saber distinguirlos. Cada uno estará en el que más le interesa. Creo que el problema es cuando el lenguaje militante lo invade todo. Está claro que a veces el registro del pensamiento no nos sirve para avanzar, uno no puede andar con dudas. El problema es pensar que hay una sola verdad. Ahí es donde se arruinan las cosas.
–Decís que lo personal es político pero que también esa lógica puede caer en el clientelismo. ¿A qué hacés referencia con esa afirmación?
–Creo que la potencia de esa frase tiene que ver con darse cuenta que muchas de las cosas que vivimos no son personales, sino por el contrario distribuciones de poder con significados sociales. Pero creo que pasar por esta licuadora del lenguaje del sistema o de la literalidad hace creer que todo lo que a mí me pasa es asunto de relevancia política. Politizarlo todo es un error. Yo aspiraría a repolitizarnos pero al mismo tiempo debemos pensar hasta dónde. Si vamos a politizar todos los espacios, nombrarlo todo, volvemos a generar un control social, una policía que es otra moral que no da lugar para que existan cosas al margen de las palabras, y es ahí donde ocurre lo más interesante de la vida.
- Capitalismo del Yo. Constanza Michelson. Editorial Planeta. 248 páginas. $ 1.500.
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