Cómo es la exposición “El ojo desarmado”: el patriarcado “invisible” y la cultura de la violación
La artista iraní Shoja Azari es la autora de Habitación con vistas, un video de nueve minutos en el que se asiste a una escena espeluznante.
Una pareja, de frente al espectador, ubicada de espaldas a una ventana con vistas a un hermoso jardín, está mirando una película de amor. Se emocionan, hacen comentarios. El hombre se engrasa las manos terminando un paquete de papas fritas.
Lo que la pareja no ve, lo que no puede o no quiere ver, en la seguridad de su hogar, consumiendo un producto romántico en la TV, es lo que sucede detrás: un grupo de varones viola a una mujer joven que venía corriendo por el parque. Después de violarla, la patean y la dejan tirada.
El video hace uso de los recursos de la pintura barroca, activando un juego de puntos de vista y espacios, de primeros y segundos planos. Los colores vibrantes son una delicia. La obra es, en términos estilísticos, bella. El efecto es brutal. Una mordida en la conciencia.
Habitación con vistas es una de las obras que componen “El ojo desarmado”, muestra que se exhibe hasta fines de marzo en el Centro Cultural España Córdoba (Entre Ríos 40).
La exposición está concebida como un dispositivo de información, interpelación a la comunidad, análisis profundo y señalamiento de la cultura de la violación y los mecanismos que la sostienen.
La curadora española Nerea Ubieto seleccionó, junto al video de Shoja Azari, dibujos, fotografías, instalaciones y piezas audiovisuales de Cristina Lucas, Valeria Andrade, Olalla G. Valdericeda, Núria Güell, Regina José Galindo, David Martín, Marta Pujades y Arantxa Boyero.
La idea curatorial es desplazar “el foco de atención de las víctimas hacia los perpetradores y el sistema que ampara la violencia”, así como identificar los “filtros sibilinos que condicionan la mirada, los mecanismos de naturalización del abuso y de la opresión, para desarmar el ojo y enseñarle a ver por sí mismo”.
De esto hay que hablar
Una interpelación directa al sistema patriarcal del arte y a los vasos comunicantes con los universos sociales es la videoperformance Habla, en la que Cristina Lucas la emprende a mazazo limpio contra una réplica del Moisés de Miguel Ángel. El título de la obra es una referencia a la leyenda que cuenta que el maestro renacentista, al terminar la escultura, le dio un golpecito a la rodilla de mármol y le ordenó: “¡Habla!”.
En el video, la figura marmórea del patriarca bíblico termina sin cabeza, en lo que quizás sea también una referencia a Judith decapitando a Holofernes (1612), motivo de larga tradición en la pintura que encontró una impactante versión en manos de la artista italiana Artemisia Gentileschi, violada por un amigo de su padre cuando tenía 16 años.
Una escena habitual en cualquier ciudad latinoamericana es la que filma la ecuatoriana Valeria Andrade en Cañon de carne. Una mujer camina por la calle mientras los hombres le silban, se le insinúan, cuchichean guarangadas. Las imágenes están pisadas con el audio de una llamada en la que la artista le explica a un interlocutor la angustia y el pavor que siente frente al acoso callejero. La respuesta que escucha es que las actitudes masculinas son disparadas por su deseo oculto, en una perfecta inversión de responsabilidades y de culpabilización de la víctima.
Nuevos mandamientos
En el primer patio del centro cultural se puede ver una instalación de la artista guatemalteca Regina José Galindo, un cartel que enuncia un nuevo “mandamiento”, o bien una suerte de decreto de necesidad y urgencia para los tiempos presentes: No violarás.
El recurso es simple y elocuente, parece señalar algo obvio. Sin embargo, en el texto de sala se cuenta que esta obra, presentada en distintos contextos y espacios públicos, ha sido objeto de controversias y muchas veces resultó vandalizada.
El triángulo mortal que pueden conformar religión, familia y escuela se enuncia en Polvo eres, una instalación de Olalla G. Valdericeda que se abre a la polisemia. La expresión del título remite a la advertencia bíblica “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Otra acepción posible de “polvo” es el acto sexual. El sentido de la obra se complejiza aún más con el texto escrito con tiza en un pizarrón. La frase “Este niño será el terror de las nenas”, que se suele utilizar con orgullo, esconde una promesa de violencia inoculada en la infancia.
Una película de Dios, de Nuria Güell, registra un trabajo de campo con ocho mujeres mejicanas, menores de edad, sometidas a abuso. Ese material se combina con entrevistas a una madre y dos hermanos, exproxenetas, que en prisión se convirtieron a la fe cristiana.
En su fotografía Hombres coronados, Marta Pujades reconstruye el mito de Adonis para invertir los valores de la masculinidad hegemónica (fuerza, agresividad, sonambulismo afectivo) y establecer un nuevo modelo posible, adornando con flores en la cabeza a tres varones con el torso desnudo que se descuelgan del ideal del macho.
Estas y otras obras reunidas en “El ojo desarmado” conforman un espacio de confrontación cruda, que invita a pensar y meditar (la pieza instalativa de Arantxa Boyero es, precisamente, un artefacto de meditación) la matriz y los engranajes de una realidad naturalizada, que va del machismo callejero a la explotación sexual y la violación. La empresa de debilitamiento del sistema patriarcal requiere perspectiva histórica, revisión de mitos y conceptos, cuestionamientos de la propia tradición artística, incluso un punto de furia y de filosofía a martillazos.
“El ojo desarmado” es un arma cargada. Para dar la batalla de transformar el presente e imaginar un futuro.
Para ver. La muestra se puede visitar hasta el 29 de marzo en el Centro Cultural España Córdoba (Entre Ríos 40). Gratis.
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