Comentario de La Mesías de Ale Orlando: reírse más, mientras se pueda
La carrera actoral de Ale Orlando, que se enfoca por sobre todo en el teatro, es un constante work in progress en el que se construye y deconstruye sin otro fin que atender el propio instinto.
En ese movimiento, entre otras cosas puede pasar que el personaje de una obra colectiva se convierta en el central de un unipersonal, previas ampliación del universo privado de la creatura y observaciones del mundo circundante por parte del creador.
Eso pasó precisamente con La Mesías, la transexual dionisíaca que le da nombre al unipersonal que Orlando ofrece en el capitalino Teatro La Llave.
Según explicó el mismo intérprete en diálogo con VOS, La Mesías es un spin off de un personaje llamado María José, una transexual extraída de Diez maneras de ser un hombre, obra escrita especialmente por Fernando Schmidt para crear conciencia sobre la violencia doméstica y sexual.
Tras esa experiencia, y aislamiento pandémico mediante, Orlando la llevó a las redes con la idea de atenuar la angustia (la de sus followers y quizás la propia) y luego a otro unipersonal: XX – XY (Sexo, Humor y Rock and Roll).
Pero ahora quiso darle su propio show y, para tal fin, tomó decisiones sobre qué aspecto reforzar de María José/ La Mesías. Optó por la opción más hedonista y chirriante; la de una cordobesa que vive la gran vida en plan “si hay miseria que no se note” y que cultiva la antipolítica, aunque deja lugar para que se filtren reflexiones agudas entre tanto delirio.
En ese proceso, apela a una retórica bíblica que puede tambalear cuando el absurdo la conduce hacia lo secular o incluso hacia lo alienígena.
Por supuesto, Orlando se monta para su performance, pero se cuida de no caer en el grotesco denigrante y de no empujar al espectador a que sienta lástima por una mujer que cayó en el cuerpo equivocado,
La Mesías transita la obra a puro jolgorio, despreocupada por si cumple o no con la agenda del colectivo LGBT.
Va liviana, haciendo reír, serpenteando entre chongos, sus polvos mágicos, comilonas, siestas reparadoras… Y así es hasta que se produce un espasmo reflexivo que lo redefine todo. Ese momento es desconcertante, revulsivo, cortamambo, y devuelve a la autoproclamada La Mesías a un llano visceral, inhumano, violento del que no se salva nadie; ni siquiera los/as autopercibidos/as como elegidos/as.
Es un giro discutible el que lleva adelante Orlando. De todos modos, hay que concederle que le permite dinamitar cualquier atisbo de impostación de empatía por parte del espectador.
En ese work in progress permanente al que aludíamos arriba, La Mesías puede sufrir alteraciones o sumar interlocutores y, casi con seguridad, recortar el gasto. Igual, así como está alcanza para concluir que si bien la vida es para vivirla mejor, a veces no alcanza con la propia voluntad.
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