Che Talleres querido, crónica de un aguante sin igual
Talleres se hace querer. Talleres se hace acompañar. Talleres se hace sentir. Talleres se hace vivir. Ay, Talleres, ¡cómo estás en las almas de cordobeses que no saben más que seguir a tu lado! Ay, Talleres. El Talleres de la gente. El Talleres todopoderoso: capaz que llevar 11 mil personas a Santiago del Estero y hacer que un día común sea un día para siempre. Aún sin victoria final. Aún sin levantar la copa. El Talleres que mueve cielo y tierra otra vez. Los penales lo dejaron sin la estrella en el escudo. El resultado, sin embargo, no tapa la admiración de la gesta de sus hinchas. Esas humanas y esos humanos la clavaron al ángulo. En el antes, durante y después de la final de la Copa Argentina, que perdió con Boca.
Porque la previa fue un show. ¡Qué previa, Dios! Los que se dieron una mano en la ruta cuando se pinchó la cubierta en Ojo de Agua. Los que se reconocieron en la primera estación de servicio saliendo de Córdoba. Lo que flameaban banderas desde las ventanillas. Esa hermandad de viaje es identidad. Identidad por Talleres. Una que se vio en esa previa mágica. Los que se bañaron en el río Dulce y regaron de ferné la costanera de Santiago del Estero. Los que coparon un patio de una casa en Termas y, con la excusa de ser miembros de la filial, armaron un épico asado que mereció la cobertura de TyC Sports (y La Voz). Las que eran abrazadas en uno de los ingresos del estadio.
“Esta es la hija del ‘Lute’ Oste, eh. Tu papá nos hizo felices”, le decían/gritaban, reconociendo al autor del gol en la final del Siglo, la que Talleres le ganó por penales a Belgrano en el ascenso de 1998. Todas y todos se llevaron si foto con la estatua de Maradona de fondo. “Las” y “los” eran la hinchada que dejó sin hielo a Santiago. Los 30 y picos de grados dieron sed. Mucha. Y en el estadio: el himno, las luces led, el saltar en las butacas del estadio Único mientras se cantaba el “Vamos Matadores” y “Muchachos, traigan vino juega Taiere”. Im-pre-sio-nan-te.
Y el durante. ¡Qué fiestón! Ese durante fue hermoso. Lo lloraba de emoción Juan Ignacio, el cordobés que llegó desde Londres a las 5 de la mañana y se subió a un auto en Ezeiza para llegar con lo justo a Santiago. Cuando vio el césped, las banderas colgadas y los gorros, se quebró de alegría. También lo lloraba con pasión Manuel, que tenía a su tío con un cáncer de páncreas. “Ojalá vea a Talleres campeón”, anhelaba. Los hinchas famosos también se aferraban a la montaña rusa de cosquillas: andaban por ahí, siendo humanos, el “Sapito” Coleoni, el exintendente Ramón Mestre y varios más.
Estaban eufóricos, obvio. Al mismo tiempo, los exjugadores invitados eran “selfiados” y felicitados por cuerpos sudorosos de hinchas controladamente “sacados”. Esos abrazos eran un choque de pasión. Todo estaba a full. Los baños estaban detonados. No había bebidas frescas. No había forma de estar sentado. Los cuerpos descamisados eran fieras desatadas haciéndole sentir al país que “Talleres es el más grande del interior”. Era el colosal Talleres en efervensencia. Eran hinchas de Talleres siendo hinchas de Talleres. Viviendo a mil lo que se vive a mil: ser de Talleres. Y cuando Boca se quedó con 10. Y fue cuando ya el partido se vivía parado. Qué butacas ni butacas. No se aguantaba la adrenalina. Y cuando Fértoli pellizcó la pelota que parecía gol… hubo despeinados en masa. Y cuando llegaron los penales… y sí, hijo… un sufrimiento. Y las que veían y las que no. Y los que rezaban y no.
Y una promesa: “Si Talleres gana, no tomo más alcohol”, soltó uno. Y a Fértoli se lo atajaron. Y pasó lo que pasó. Y papás consolaban a hijos. Los más pequeños consolaban a los más grandes. Fue un segundo de drama nomás. Y después salió el “gracias Talleres querido” y el volar de las remeras y el aplaudir al equipo.
Y el después. Y el después… es el futuro para siempre. Es el seguir estando al lado de Talleres. Una dulce condena. Es el orgullo de haber estado ahí en Santiago en la noche del 8 de diciembre de 2021. Talleres y una final que no fue. Ya está ya. Ya será. Ya será para Córdoba. Talleres, mi buen amigo. Ayer, hoy y siempre. Talleres de Córdoba, de Argentina, de América. El Talleres de la gente.
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