Champions League: un negocio global que supera al fútbol y con argentinos en la gran cita
Una final de la Champions League es mucho más que eso. Es un acontecimiento deportivo de altísima gama, que excede la agenda del fútbol y que atrae la mirada de todo el mundo.
Técnicos, dirigentes, empresarios, los grandes conglomerados de prensa, las mejores marcas, la política, desde luego los hinchas y hasta aquellos que no siempre se detienen por las cuestiones de la pelota estarán pendientes de la definición de mañana entre Manchester City (Inglaterra) e Inter de Milán (Italia), que se disputará a las 16 en el estadio Olímpico Ataturk de Estambul, la capital de Turquía. Y es lógico que así sea.
Llega a su fin el torneo más importante de clubes a nivel mundial. El más competitivo y glamoroso. Aquel donde juegan los equipos más poderosos y los futbolistas más imponentes. Y, para los argentinos, habrá un atractivo muy especial. Porque frente a frente estarán los dos centrodelanteros de la selección argentina campeona mundial en Qatar.
Todo indica que en el Manchester City, su entrenador, el catalán Pep Guardiola, tendrá sentado en el banco al cordobés Julián Alvarez, listo para ingresar cuando lo crea necesario. Mientras que en el Inter será titular y capitán Lautaro Martínez, el exatacante del Racing Club de Avellaneda, quien, no obstante una dolorosa lesión en uno de sus tobillos, llega en un gran momento. En el plantel italiano, también se encuentra el tucumano Joaquín Correa, quien integró el plantel argentino hasta que una lesión de último momento lo marginó en la semana previa.
No hay números confirmados de cuántos países en el mundo habrán de ver el partido. Pero sí se sabe, por ejemplo, que la definición de 2018 entre Real Madrid y Liverpool fue transmitida a 226 naciones de los cinco continentes, y el encuentro de mañana llegará a no menos esa cantidad de países.
Más allá de los mundiales de fútbol y de rugby y los Juegos Olímpicos que suceden cada cuatro años, ningún otro acontecimiento deportivo de frecuencia anual genera el interés de una final de la Champions. El Superbowl de fútbol americano, las finales de la NBA, los Grand Slams de tenis y la Fórmula 1 no igualan su expectativa.
Además de la gloria deportiva, el premio en dinero contante y sonante estará acorde con lo que habrá en juego: el campeón alzará la mítica “Orejona” y cobrará 20 millones de euros por la victoria. El subcampeón se llevará apenas 15. Se estima que al final de la campaña y sólo en concepto de premios, el ganador de la Champions embolsará 100 millones de euros a lo que habrá que sumar lo percibido por derechos de televisación, sponsoreo, merchandising y un fondo especial de la Uefa llamado market pool. Ser campeón, será entonces, un negocio más que redondo.
El City (y Guardiola) se obsesionan con el premio mayor. Las multimillonarias inversiones del City Football Group Limited, el holding empresario con sede en Abu Dhabi y participación mayoritaria del gobierno de los Emiratos Árabes Unidos que gobierna al equipo inglés, necesitan la recompensa de una Champions. Su presupuesto estimado en 644 millones de dólares es uno de los cuatro más importantes del fútbol europeo. Para ellos, salir campeones, además de una posibilidad deportiva, es una necesidad industrial.
Por eso, dolió tanto aquella final perdida de 2021 ante Chelsea y la eliminación en semifinales de 2022 a manos del Real Madrid. Como técnico del Barcelona y dirigiendo a Lionel Messi, Guardiola ganó dos veces la Champions (2008-2009 y 2010-2011). A sus 52 años, cree que ya es tiempo de ganar la tercera y acercarse al récord del italiano Carlo Ancelotti, que anotó en cuatro ocasiones (2003, 2007, 2014 y 2022) su nombre en la Champions.
Aunque no arranca como favorito, Inter tiene mucha más historia que el City en Europa. Salió campeón de la Copa de Campeones en 1964 y 1965 con aquel equipo de hierro que había armado el argentino Helenio Herrera y que al cabo de cinco tremendas finales definió la Copa Intercontinental de esos años ante Independiente. También la ganó en 2010 con dos goles de Diego Milito en aquella final ante Bayern Munich en Madrid.
El Inter no es una sociedad de beneficencia. De hecho, durante casi 40 años fue financiado por la familia Moratti, dueña de la mayor red de estaciones de servicio de Italia. Y ahora está en poder del grupo Suning, la sexta empresa en facturación de la China. Desde 2018, su presidente es Steven Zhang, un economista multimillonario de 31 años hijo de Zhang Jin Dong, el dueño del grupo, y que decide “desde cuestiones de marketing hasta la posición de las máquinas de café”.
Con Javier Zanetti como el vicepresidente a cargo de la gestión futbolística e ingresos anuales por 440 millones de euros, el chino Zhang ha transformado el plantel del Inter en una babel de nacionalidades. De hecho, en la última semifinal ante Milan firmaron planilla jugadores de 11 nacionalidades diferentes. Su objetivo era volver a poner al club en lo más alto de Europa luego de años de grandes frustraciones y lo ha logrado.
Ganar por primera vez la Champions será para el City el cumplimiento de un objetivo en el que lo deportivo gravita tanto como lo económico. Y para el Inter, el regreso al peldaño más alto del podio del fútbol mundial. Son dos organizaciones superpoderosas, miembros de una elite donde el dinero se pesa y conviven los clubes estado (como el City) y los clubes empresa (como el Inter).
El fútbol argentino está muy lejos de todo esto, cada vez más. Pero igualmente vivirá de cerca esta final porque la jugarán dos campeones del mundo: de un lado, en representación de su Calchín natal, estará Julián Álvarez y del otro, por Bahía Blanca lo hará Lautaro Martínez. Uno de ellos levantará la “orejona” después de las seis de la tarde. Y casi todo el mundo será testigo de esa gloria.
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