Cenar frente al mar
Dicen que cuando se veranea en la playa, frente al mar, se abre el apetito más temprano, y aquellos amigos que suelen elegir este destino para sus vacaciones así me lo hacen saber.
Según ellos, lo ideal es cenar algo liviano apenas caiga el sol, tomándose el tiempo necesario para relajarse y charlar con la familia, los amigos que los acompañan o aquellas relaciones recién conocidas.
De más está decir que, a mi edad casi centenaria, ya no disfruto de estar en hoteles o en casas ajenas, y prefiero que los amigos, la familia, las personas que amo, vengan a visitarme. Pensando en estos encuentros –y en las lejanas playas–, me puse a buscar entre las recetas que atesoro, a veces de viejos fascículos, otras en cuadernos que fui llenando por años con platos tentadores para diferentes ocasiones.
Y es así como hoy voy a proponerles un menú adecuado para el paisaje marino y algunas opciones fáciles de hacer, como la que sigue.
Entrada: mejillones acompañados con hojas de rúcula, palmitos y queso a elección. Yo suelo elegir queso de cabra, que me encanta.
El plato principal será de sardinas frescas a la plancha (podría ser pejerrey o trucha) y un postre de frutas diferentes.
Ingredientes para cuatro personas. Entrada: 2 latas de mejillones de buena calidad, al natural; 1 lata de palmitos; 150 g de queso feta en trozo; 1/2 paquete de rúcula o berro fresco; 8 aceitunas negras deshuesadas; 2 cucharadas de aceto balsámico; sal de apio; aceite de uva.
Plato principal: 12 sardinas frescas, de pescadería, ya limpiadas (3 para cada plato); aceite de oliva, sal y 3 dientes de ajo machacados en su cáscara; hojas de laurel, jugo de limón y una cucharadita de tomillo.
Postre de frutas: 1/2 kilo de uvas rosadas, grandes; 1 ananá fresco, pelado; 2 kiwis maduros; 50 g de pasas de uva remojadas en chardonnay; 2 limas exprimidas (rallar la cáscara antes); 2 clavos de olor (optativos), retirarlos antes de servir; 1 pizca de pimienta negra molida; 3 cucharadas de azúcar o algunas gotas de stevia. A elección: 4 papas grandes, hervidas, o 1 kilo de tomatitos cherries.
Preparación
Entrada: lavar la mitad de un atado de rúcula o berro tierno y dejar las hojas enteras después de quitarles el tallo. Una vez secadas, ponerlas en un bol. Abrir las latas de mejillones, colar, guardar el agua y agregar. Escurrir los palmitos, cortarlos en rodajas y unir a lo anterior. Incorporar el queso en cuadraditos pequeños. Aliñar con sal de apio, aceto balsámico (1cucharada) y aceite de uva mezclado con un poco del jugo de los mejillones.
Presentar en fuente, con las ocho aceituna negras rodeándola, o en cazuelas preparadas sobre hojas verdes y dos olivas en cada una.
Plato principal: pintar la plancha de hierro con una mezcla de aceite de oliva, ají y ajo en cáscara. Cuando esté caliente, acomodar las sardinas, salar levemente, cubrir con el laurel y asar 1 minuto y ½ de cada lado; darlas vuelta con una espátula para que no se desarmen. Antes de servir, rociarlas con jugo de limón y espolvorear el tomillo con discreción. Acomodar sobre hojas de escarola o lechuga, rodear con tomatitos cherries o con papas asadas en rodajas.
Nota: el pejerrey puede servirse uno por persona; si eligen truchas, dos por cada plato.
Postre: desgranar las uvas rosadas en una fuente de vidrio; añadir el ananá en trozos, los kiwis en rodajas, las peras en dados, las pasas de uva remojadas en chardonnay –o un buen rosado– y dos clavos de olor (quitarlos antes de servir). Bañar con jugo de lima, espolvorear una pizca de pimienta (recordar que es optativa) y agregar tres cucharadas de azúcar. Servir en copa con una pizca de cáscara de lima rayada sobre ella.
Nota: en vez de azúcar, suelo usar gotas de stevia, producto natural y que combina muy bien con la fruta.
Sugiero un mantel rústico en la mesa, servilletas de papel verde seco, una caracola para salero y un vaso grande de vidrio opaco con unas ramas frescas de romero o de albahaca, cuyo aroma nos echará a la cara la brisa del mar.
Después de esta cena liviana, podremos salir a tomar una copa, encontrarnos con amigos, recorrer el centro del balneario y regresar por la arena con las sandalias en la mano. Y dormirnos escuchando las olas como si oyéramos hablar al mar.
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